Todos queríamos de críos la camiseta de Arconada o la de Marino Lejarreta y ahora que soy viejo pellejo, tan solo necesito una rebanada de pan para desayunar con un chorrazo de este aceite de oliva virgen extra apadrinado por Martín Berasategui, que de comer sabe un rato largo.
Nada me gusta más que almacenar yogur en la nevera, chacinas y conservas en la despensa y botellas de los mejores aceitorros elaborados a lo largo y ancho de la estepa, un verdadero primor que contribuye a mejorar nuestra salud, alumbrando la sonrisa.
Éste de “Jardín de Almayate”, uno de los grupos agrícolas más importantes de España, es zumo puro de arbequinas recolectadas mecánicamente en su momento óptimo de maduración en la finca jerezana de Ranchiles, que tiene una extensión de seiscientas hectáreas de cultivo y reúne más de un millón de árboles, ¡parecen vascos, madre de dios!
El resultado es un elixir verduzco que sabe a hierba recién segada y a mata de tomate, con ese punto amargo y picante de la almendra, otro fruto que es rey de la morería de la cuenca mediterránea.
Lo embotellan en un envase bien molón que mantiene intactos todos los aromas originales y permite dosificarlo con la misma precisión con la que Severiano Ballesteros enchufaba las bolas en el hoyo desde el “bunker”.