Algunos acumulan polvo, otros coleccionan juguetes antiguos, sacacorchos, chapas de cerveza o relojes autómatas de bolsillo, para gustos los colores, pero todos recordarán cuando Ferdinand e Imelda Marcos perdieron el favor del gobierno norteamericano, cansados de los excesos por todos conocidos. Todos los periódicos del mundo abrieron titulares con el armario de la susodicha, que guardaba más de tres mil pares de zapatos que debía ponerse para ir a actualizar las libretas de ahorros de todas sus cuentas bancarias abiertas en paraísos fiscales, ¡vaya tela!
Si algún día me trincan y sale mi casa en algún telediario, ya les advierto que la noticia está en un armario de puerta corredera al fondo de mi cocina, en el que al más puro estilo de dictador de república bananera, guardo cientos de tarros de mermelada de todas las procedencias, comprados en tiendas o regalados por abuelas, no hay asunto que me la ponga más enhiesta que acumularlos como si fuera a terminarse el mundo.
Las que elabora el amigo Xavier Isabal, el chef del legendario Ithurria en la localidad vasco-francesa de Ainhoa, son mermeladas de nota muy alta y se salen del mapa, no en vano las cocina en caldero de cobre con menos azúcar de la habitual y más fruta, en una proporción de 35%-65%.
Destacan las de melocotón o albaricoque perfumadas con vainilla o hierbaluisa, miel y romero, cerezas chiquitas de Itxassou, naranjas sevillanas amargas, mirabeles, arándanos, calabaza, frambuesa y jazmín, ciruelas claudias o tomates verdes, que pueden untarse con frenesí en la tostada del desayuno o guarnecer una tabla de quesos guarros. La embotan en rústicos potes de cristal rotulados a mano y podrán comprarlas en el mismo establecimiento o en algunos colmados de la zona, queserías, cavas de vinos y alguna fina chocolatería. No se frustren si no la encuentran, pero si la pillan, se acordarán de mi y de Cory Aquino.
www.ithurria.com
Precio aprox.: 10 euros – tarro de 260g