La Viña del Ensanche

El cliente es el rey de la experiencia
Un bar de toda la vida con terraza pelotuda y colmado propio de golosinas finas

Renovada en 1980 pero fundada allá por 1927, Flora empezó a darle forma a lo que hoy todo el mundo conoce como “La Viña” en la trasera del Palacio de la Diputación, con aquellas premisas de los negocios de antes de servir “pocas cosas y muy buenas”, ofreciendo al respetable un buen corte de jamón, mistelas y algunos vinos, siendo de los primeros colmados bilbaínos dedicados a la venta de jamón y vino. Y es que la vida ha cambiado un Potosí y ya perdonarán que vuelva a la carga en plan “abuelo cebolleta”, pero aún sin cumplir los cuarenta y siete tacos uno se acuerda del único mesón que en el barrio del Pinar de Irún, en mitad de la calle Fuenterrabía, vendía jamón del bueno que por aquel entonces llamábamos “Jamón Jabugo”. Todo ha cambiado una barbaridad y hoy se vive con empacho y omeprazoles.

Es cierto que en los últimos años Bilbao ha cambiado su fisonomía, pues no hay pichichi que la reconozca de lo hermosa que la dejaron, y sus habitantes también lo hicieron y a la velocidad del rayo, pues los antiguos clientes o poteadores de tasca socializaban mucho más y se tomaban su tiempo para el trago y la tertulia. En cambio, el pimpollo que hoy anda de acá para allá bebiendo sus vinos sin dejar de atender al teléfono, tiene el morro mucho más fino, aterriza a toda prisa en la barra y el tasquerío moderno tuvo que adaptarse para poder pillarle el puntillo. En La Viña, supieron mantener ese espíritu de cuidado al cliente de siempre y se adaptaron a los usos y costumbres del contemporáneo, más exigente y acelerado, asumiendo esa responsabilidad de olfatearlo y seguirle el ritmo para darle lo que necesita, que viene siendo lo de toda la vida: un trago, una mesa, la prensa del día, su bocata preferido, algo caliente si diluvia o fresco si aprieta la chicharra. En definitiva, atesoran esa profesionalidad de los que escuchan y prestan atención para saber lo que la concurrencia espera, convirtiendo en todo momento al cliente en rey de la experiencia. Así de simple.

Para muchos de los que por allá circulan es planazo acabar en La Viña, porque lo hicieron toda la vida de la mano de sus padres o de sus abuelos, que allí echaban el rato disfrutando como melones. Ya entonces, los patrones del local entregaban a los clientes forasteros una postal para que cuando llegaran a sus casas, devolvieran escritas sus impresiones acerca de aquella barra y la ciudad, y ese recuerdo para los actuales propietarios del negocio es un capital imborrable, dibujos garabateados y textos de buen rollo recordando merendolas, bocatas, raciones y miles de ratos echados a pie de barra. Todas esas postales recibidas, que no cabían en el buzón, las llevaban a casa y las leían en voz alta en la mesa de la cocina, así que no es extraño que para mucha gente, hoy, frecuentar La Viña signifique seguir homenajeando a los mayores que ya no están y con los que tanto disfrutamos.

Para seguir gozando como siempre fue, pueden optar por echarse un pincho a toda mecha, o aún mejor, instalarse en cualquiera de las mesas del bar y tapear como si no fuera a amanecer ya nunca jamás. Aunque los más cotillas o simplemente los que prefieren ver y ser vistos o echarse el pitillo con mayor comodidad, pueden instalarse en la cómoda terraza cubierta exterior, en la trasera de la imponente Diputación de Bizkaia, atizando al jamón ibérico con tomate o salmorejo y al pan tostado, a las anchoíllas en aceite o a las croquetas de jamón. No se priven de engañar al cuerpo con la ensalada de mendreska, de sardinillas, de mozzarella con piñones y pesto o la de pato con foie gras, que son cosa fina filipina. Las patatas bravas están de muerte, y destaca por su singularidad el “Joselini”, que no es otra cosa que pan crujiente con foie gras, lomo ibérico y queso fundido, ¡viva la dieta Montignac! En el apartado principal o en el de platos que se piden “para uno solo” y que no se comparten ni con Mónica Bellucci, encontrarán bacalao o merluza con pimientos asados, carrilleras guisadas con puré, presa tierna de lomo ibérico guarnecida con patatas borrachas de mantequilla y una cabezada ibérica guisada y retostada sobre la plancha, que es mermelada y la acompañan de verdura salteada, puerros, espárragos o lo que se tercie para disimular.

Y una última opción es disfrutar del colmado y del taller, que cuando hay mucho barullo de fin de semana, convierten en un espacio diáfano en el que sirven un menú degustación. La tienda, haciendo esquina, es habitualmente un ultramarinos que pone los dientes largos y en el que pueden comprarse para disfrutar en casa todas las especialidades, croquetas de jamón o bacalao, guisos, jamón ibérico, vinos o conservas. El taller o lo que los más cursis llaman “espacio multifuncional” en el que pueden vivirse muchas experiencias guapas, es lo que viene siendo una cocina vista en cuya vuelta pueden sentarse cómodamente y gozar como melocotones, a fin de cuentas la cocina de mi abuela también fue espacio “multifuncional” similar aunque nos hayamos vuelto unos afectados describiendo las cosas, porque allá mismo y sobre la mesa parió a mi padre, degolló pollos, escuchó lloreras de las vecinas, recibió telegramas con buenas noticias, celebró ascensos del deportivo de La Coruña o leyó la prensa y escuchó la radio durante tantos años, ¡multifuncionalidad a tope! “En resumiendo”, podrán comer en su cocina vista y gozar con un menú estrecho de longitud moderada, lo que se agradece un huevo, golosinas como foie gras con manzanas, verduras asadas, arroces guisados caldosos, pescado del día, algún que otro estofado o asado de carne y postres tan ricos como una piña con crema helada de yogur o el bizcocho de chocolate con helado de avellana. ¡Larga vida a La Viña!

La Viña del Ensanche
Diputación 10 – Bilbao
Tel.: 944 155 615
www.lavinadelensanche.com

COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Tasca elegante
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja / En familia
PRECIO 50 €

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