Cocina marinera a la enésima potencia.
Situado en un rincón del muelle donostiarra donde se intuye la historia pegada a los amarres.
El puerto de San Sebastián es uno de esos lugares a los que uno siempre vuelve, tarde o temprano, para recrearse en su esencia, tan viejuna como atemporal. Efectivamente, el muelle donostiarra se parece bien poco a todos esos puertos ultramodernos con “pepinazos” marinos y rampas de último diseño que jalonan la geografía costera española, más bien juraríamos que quedó conservado en formol, casi petrificado en el tiempo. Aunque los grandes barcos pesqueros son casi ya inexistentes aún uno se puede encontrar por el paseo, si se descuida, a alguna redera “zurciendo” a la vieja usanza aparejos de toda clase y condición y esos míticos puestos de quisquillas y karrakelas que formaron parte de nuestros gozos chiquilleros. Son vestigios del pasado, lo sabemos, pero uno aún sueña con que hay cosas que nunca han de cambiar.
Aunque por la dimensión de sus muelles cueste imaginarlo, San Sebastián siempre fue una ciudad con tremenda actividad marítima, sobre todo desde la época medieval hasta el siglo XIX. Un núcleo de economía ligada al mar que en su momento alcanzó relevancia europea, no en vano allí se juntaban capitanes que perseguían ballenas blancas mastodónticas, piratas resabiados, armadores, corsarios, marinos y toda una fauna que bien podrían protagonizar un cuento de Dickens o, en vertiente más patria, una narración de Benito Pérez Galdos.
Hoy el muelle suele estar atestado de paseantes, korrikalaris, guiris con cámara en ristre, chavalada espitosa y toda esa tropa que goza de un rincón en el que se intuye la historia pegada a los amarres, pero por si les quedasen ansias de escarbar más en el pasado antes de hacer parada y fonda en el restorán que hoy nos ocupa, no está de más visitar el Museo Naval que se encuentra a mitad de paseo, que aunque pequeñico es matón y rico en exposiciones singulares y colecciones de cartografías y piezas viajeras.
¿Han tomado nota? Pues vayamos al grano, hermanos. Aunque hayan caminado cadenciosamente por el puerto pronto se darán de bruces con el flamante Aquarium de San Sebastián, pues justo allí, frente a la rampa del puerto, se encuentra el establecimiento de idéntico nombre donde uno puede darse al cuerpo alegría, Macarena, pegándose un atracón con la mejor chicha oceánica: pescados y mariscos recién sacados del Cantábrico tratados con los justos toques para que prime todo el saborazo del mar, en piezas de calidad fetén. Recuerden que la calité se apoquina, no hay más misterio.
Javier Iraregi está al frente de esta “locomotora” marina, y sabe latín del asunto, no en vano pertenece a una de esas familias de raigambre de la hostelería local, sus padres, Sebastián Iraregi y Aurora Murgiendo, curraron de lo lindo sacando adelante el restaurante Pantxika y después sus hijos hicieron lo propio en el Sebastián y finalmente en la Rampa, todos ellos localizados en el puerto.
El local, que antes fue forja de los astilleros Luzuriaga y taller de reparación de embarcaciones, cuenta con una espléndida terraza, que en plena temporada suele estar hasta el cogote, donde dar cuenta de una cocina marinera sin amaneramientos, tan sencilla como pletórica. Lo mejor para ir haciendo boca es comenzar con unos chopitos o unos calamares fritos frescos que están de voltereta. Igual de reventones, y en su estricto sentido de la palabra, son las croquetas, un bombazo que explota en la boca y te marea de gusto.
Escoger después no tiene mucha complicación, todo está hecho con gusto y finura: sopa de pescado, pulpo o anchoas, ración de sardinas, langostinos, gambas, cigalas, cocidas o a la parrilla y en plan potentado ricachón de tarjeta black: bogavante sideral, tremendas almejas con limón, viciosas ostras o carabineros de exposición, que concentran una esencia en su cabeza que pirrarían al mismísimo Neptuno.
Lógicamente hay pescado de todo pelaje, tremendo el mero a la parrilla y deliciosos los salmonetes, pero no le haríamos ascos a nada: lenguado de lancha, rape, bacalao, besugo, merluza de anzuelo rebozado, a la parrilla, cogote, chipirones plancheados o lo que el antojo les dicte.
Por si hubiera algún carnívoro recalcitrante entre la concurrencia, descuiden que siempre guardan alguna chuleta y de postre, mamia, queso, arroz con leche, sorbetes o cualquier otro bocado que remate con elegancia.
Miren el cielo, den el último trago al culín de txakoli adormecido en el vaso y prepárense a bajar la comilona pateando por todo el Paseo Nuevo hasta la playa de Gros a marcha militar. Den gracias a la vida y gocen, ¡que para algo estamos vivitos y coleando! Amén.
La Rampa
Paseo del Muelle, 26 – San Sebastián
Teléfono: 943421652
www.restaurantelarampa.com
restaurantelarampa@hotmail.com
Cierra: En verano los miércoles, en invierno, miércoles y martes y domingos noche.
COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Tasca
¿CON QUIÉN? Con amigos / En familia
/ negocios / En pareja
PRECIO 60 €