O del camino a la dicha.
Un lugar del puerto donostiarra en el que se saborea la mar.
Pónganse en situación. Día soleado de un otoño que todavía nos regala sombras alargadas y olor a humo de hogueras prendido en la chaqueta. Terraza, vinito, unos chipis a la plancha y ninguna prisa. Una conjunción astral de las que hacen historia, ¿para qué quieren más? Imagínense además que desde la silla en la que estamos repanchingados pudiéramos oler la Historia, así con mayúscula, tan importante y señorona ella. Y no sólo olerla sino masticarla a dos carrillos, con una digestión reposada y más sabia que si nos hubiésemos tragado un tomo de la Enciclopedia de Jacques Cousteau.
Nueve siglos de historia naval nos esperan en el puerto de San Sebastián, un núcleo de economía marítima que en su momento alcanzó relevancia europea y cuyo nombre llegó hasta las Américas. Allí se juntaban marinos, armadores, pescadores, piratas de velero bergantín y capitanes que perseguían ballenas blancas como la malvada Moby Dick, ¡alucinen con la fauna! La suma de todos esos oficios y de tamaña sudorina mezclada con salitre, construyeron la esencia de una ciudad marcada por el mar de principio a fin.
Hoy en día en sus muelles, que parecen en cierta manera petrificados en el tiempo, hay poco marinero y mucho turista cámara en ristre, dispuesto a sacarnos un ojo con ella por una foto “typical Donostia”, pero la historia sigue estando allí pegada a los amarres, en los muelles y en el óxido de los anclajes de viejos barcos pesqueros. Tan sólo hay que sentarse e imaginarla.
Y qué mejor que hacerlo frente a la rampa del puerto, a medio camino entre el Aquarium y el Museo Naval, metiéndonos un rodaballo entre pecho y espalda. En ese lugar está el restaurante La Rampa, valga la redundancia, especializado en cocina tradicional marinera elaborada con tanta sencillez como sabiduría. En él podemos zampar pescado y marisco recién sacado del Cantábrico, con una elaboración simple y sin tontadas en la que prima el sabor a mar, con piezas escogidas con el mayor de los cuidados para deleite de todos los que se vuelven locos por los primores del mar.
El local, digno heredero de la tradición portuaria donostiarra, fue antes forja de los astilleros Luzuriaga y taller de reparación de barcos. Cuenta con una magnífica terraza con vistas al muelle en la que podrán saborear lo mejor de la cocina marinera, con su olor a salitre centenario y su regusto a marea baja, que es por dónde bucea la escórpora y se esconde la nécora, reina de los mares.
Javier Iraregi lleva los mandos del chiringo, y no le viene de lejos ya que pertenece a una de esas familias de raigambre de la hostelería donostiarra. Sus padres Sebastián Iraregi y Aurora Murgiondo comenzaron su andadura en el restaurante Pantxika de la capital y después sus hijos les cogieron el testigo primero en el Sebastián y finalmente en La Rampa, todos ellos situados en este emblemático puerto guipuzcoano.
La carta no les creará muchos quebraderos de cabeza, el producto es fetén y los platillos están resueltos con gusto y sensibilidad. Es planazo empezar picoteando unos calamares fritos frescos que están de puturrú o unas croquetas de chipirones en su tinta, que revientan en el paladar al primer tarisco, dejando perdida la camisa o al vecino de mesa si no cierran bien la boca, ¡qué ricura, redios!
Cualquier otro inicio es igual de seductor: sopa de pescado, ración de sardinas, pulpo o anchoas, unos chopitos, algo de marisco para picotear, langostinos, gambas, cigalas a la parrilla o cocidas, txangurro al natural o almejas a la marinera, ¡señoritas de compañía del mismísimo Neptuno!
Si vamos en plan “Gürtel” y nuestra tarjeta de crédito está gorda como un capón de caserío, tírense de cabeza a por el lubrigante, bien cocido o a la parrilla, las tremendas almejas con limón, unas ricas ostras que siempre entran de vicio o unos hermosísimos carabineros que se salen del mapamundi.
Hay pescado en todos sus registros tradicionales posibles: merluza de anzuelo rebozada, a la parrilla, cogote, kokotxas, chipirones de anzuelo plancheados o en su tinta, deliciosos salmonetes y lenguado de lancha, besugos, rapes, bacalao y mero a la parrilla, bien graso y apetitoso.
Y para el rarito de turno que sólo le pegue a la chicha de vaca, al rico filete y a la señora chuleta, y para todo glotón que se precie, un buen remate dulce compuesto por tartas, flan, arroz con leche, cuajada o sorbetes, en definitiva, el típico festín sin gilipolleces que se ha servido en los tascos de siempre desde que el mundo es mundo y Adán y Eva juguetearon con la culebra y vistieron falda y pantalones por los pies. Amen.
La Rampa
Paseo del Muelle, 26 – San Sebastián
Teléfono: 943421652
www.restaurantelarampa.com
restaurantelarampa@hotmail.com
Cierra: En verano los miércoles, en invierno, miércoles y martes y domingos noche.
COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Tasca
¿CON QUIÉN? Con amigos / En familia
/ negocios / En pareja
PRECIO 50 €