La Taverna del Clínic

la-taverna-del-clinic_1

O de un restaurante de garra y mucho gusto.

Un lugar feliz en Barcelona que homenajea a la vida y al mejor producto.

Aterrizar en un hospital es una jodienda insufrible se mire por donde se mire, incluso en los únicos casos medianamente felices que se nos vienen a la cabeza como el de los alumbramientos, -bendito el milagro de la nueva vida sin duda-, pues cualquiera en su sano juicio está deseando volver a casa lo antes posible para babear cual Mastín de los pirineos con su criatura, que dinamitará los pilares de la anterior vida de principio a fin. Esto es así, aquí y en Pekín.

Las clínicas y centros hospitalarios son lugares tan necesarios como desoladores, entrar en “boxes” nunca es plato de buen gusto, pero el hombre, que es el bicho más curioso, vicioso y caprichoso de la tierra, es capaz de construir colmados, poner en marcha obradores, fogones, almazaras, bodegas o lo que se tercie en los lugares más insólitos del planeta, cosa que en ocasiones se agradece sobremanera.

la-taverna-del-clinic_4

La Taverna del Clínic abrió sus puertas a finales de 2006, en pleno corazón del ensanche justo frente a la entrada principal del Hospital Clínic de Barcelona, y lejos de ser el típico garito gris de paso en el que llenar la andorga con cuatro montaditos mal apañados, nació como un lugar feliz que homenajea la vida y el producto, un sitio donde olvidarse de penas y achaques, propios o ajenos, a través de una cocina resuelta con garra y gusto, sin florituras ni chorradas, de las que se te pegan al morro para recordarnos que mientras nos den mecha, de esta fiesta no nos sacan ni los tanques de Milán del Bosch.

Pepe Simôes, gallego de origen, llegó a Barcelona en 1973 y pronto empezó creando sus propios restaurantes, O’enxebre, El Xalana o El Braser, y en su constante crecimiento empresarial, sus hijos Manuel y Antonio se contagiaron de esa pasión por la cocina y el servicio que el viejo llevaba en la sangre. Y llega el momento en el que los chavales deciden apostar por su propio tasco inaugurando La Taverna, con Antonio al mando de los fogones y Manuel como sumiller, en un tándem que carrula con una precisión de relojero chiflado. Los dos tuvieron clara la consigna desde el principio, pues en este circo la estrella de la pista es el cliente, y todo lo que puedan hacer para que se sienta como una cabaretera de la función saldrá de sus manos sin rechistar.

la-taverna-del-clinic_2

De este modo, Antonio, que se formó con el grandísimo Santi Santamaría, se esmera en una cocina al estilo del maestro, de corte clásico pero actualizada, elaborada como dios manda a pie de fogón, y Manuel, un tipo bien casta que llama “vino” a los vinos y no “caldos”, mima a sus criaturas, un listado con más de medio millar de referencias de vinazos y champagnes elegidos con mucho criterio, todo un padrazo entregado a la causa.

Así que vayan, gocen y celebren que aún están vivos y coleando con una jamada compuesta por tapas, raciones y platillos de nivelón, pues la barra siempre tiene picoteo del bueno y en las mesas nunca faltan especialidades divertidas, con chispa y tope sabrosas. Irrenunciables las propuestas ya míticas del local como sus afamadísimas patatas bravas, premiadas en multitud de ocasiones, el canelón de hongo y foie gras, el Iglú de pulpo a Feira, que habla bien a las claras de los orígenes galegos de la familia, o la panceta ibérica servida con una cucharada de caviar.

La carta es más larga que un día sin pan, uno ojea las propuestas y alucina en colorines. Apuesten por los platos más de temporada, que aquí bordan, tremendos los guisantes con almejas cuando los hay, la trufa sorpresa, la ensalada de escarola, cítricos y bogavante al curry, los mini pulpitos o el cabrito con sus mollejas.

la-taverna-del-clinic_3

El tártaro de tomate con caviar de manzana ácida y cangrejo real es fresco y apetecible de veras, igual que las verduras crujientes al vapor con salsa romesco, abrebocas que entra de fábula o la pasta fresca al parmesano con trufa blanca, fórmula fetén de las que gustan a grandes y pequeños, desde los cero a los noventa y nueve años, como los chistes de Mortadelo y Filemón.

No faltan los calamarcitos de playa, la gamba roja, las espardeñas con lentejas o las sepias minúsculas, guarnecidas con rigatoni rellenos. La clave del asunto siempre radica en la chicha, la materia prima utilizada, por eso los hermanos Simôes se lo curran agenciándose mariscos de Vigo, gambas de Palamós, trufa blanca italiana o la negra de invierno que aterriza desde Francia y León, ¡vaya fieras!

Sin son básicamente carnívoros no dejen de probar otras golosinas como el carré de cordero de la Vall de Meranges, el rabo de toro al vino del Priorat o la royal de conejo a la catalana.

la-taverna-del-clinic_5Siempre hay postres a por los que te jugarías el chaqué: pastel fluido de chocolate, tatin de manzana, trufas, helado de vainilla de Tahití, aunque lo mejor es dejar sitio para el amplio surtido de quesos afinados que están de puturrú de fuá.

El próximo mes de febrero el garito crecerá considerablemente con un nuevo espacio anexo al actual y una imagen renovada. No hay duda de que la Taverna del Clínic rebosa salud, ¡iepa!

La Taverna del Clínic
C / Rosello 155, 08036 (Barcelona)
Teléfono: +34 934 10 42 21
www.latavernadelclinic.com

COCINA Sport elegante
AMBIENTE Modernito
¿CON QUIÉN? Con amigos / En familia
PRECIO 40 €

1 comentario en “La Taverna del Clínic

Deja un comentario