O de una oferta sencilla y suculenta.
Un lugar que se resiste a la horterada amenazante de la tonta cocina contemporánea.
Qué quieren que les diga, serán los años o la calorina, con ese lametón húmedo que se siente en todo el espinazo, o quizás una suerte de desidia existencial, pero lo que no cambia es proponerles una vereda tropical de apuestas seguras, como el portero Casillas haciendo el ababol en un anuncio de corredurías con bastante morro serrano.
Hagan juego señores, el mundo está en la mesa, si en asuntos de jamada hablamos de apaciguar tripa y mente y de gozar sin miramientos de una cocina honesta e impecablemente ejecutada, pongan toda la pasta en el rojo, casilla Iriarte Enea, un asador-merendero-tasca que lleva ya más de veinte años dando de comer tan ricamente en una sala que antaño fue cuadra-pajar-gallinero de un caserío ubicado en plenas faldas del monte Jaizkibel. Si tienen fortuna y cualquiera de estos mediodías estivales consiguen hacerse hueco en la pequeña terraza exterior, entenderán por qué había que jugárselo toda a una, el paraíso a sus pies amigos, ¡de no creer!
El lugar se inauguró el diez de marzo de 1990 y desde entonces toda la familia Legorburu currela allí como una piña, todos para uno, uno para todos, la matriarca Paula junto a su hija Gemma y el resto del personal sudando la gota gorda en la cocina, el amigo Martxel “padre” y su hija Nekane haciendo lo propio ante las brasas, mientras la barra y la sala la atienden con remango y mucha cintura Martxel “hijo” junto al resto de eficaces y hermosas camareras, sin perder jamás ripio, ¡viva el espíritu santo!
Cuando la actividad del caserío cesó, esta pareja valiente, a pesar de no tener experiencia anterior en asuntos hosteleros, decidió que dar de comer como dios sería su siguiente cometido, pues la “amatxo” de la casa tenía maña y ese don de cocinar “goxua” de etxekoandre genuina, mientras Martxel aprendía pronto los fundamentos principales de la parrilla, lo que unido a sus amplios conocimientos sobre la cría de animales y por lo tanto, sobre la calidad del género que pone en liza, acabó de redondear el asunto, ¡bingo! Todavía hoy cuando consigue escaquearse por un rato de su puesto de parrillero, corre veloz a marcar ganado a los caseríos, y las peleas de carneros, los deportes y las actividades rurales, le hacen sentirse más feliz que una perdiz.
Así fue que comenzó su andadura, sin haber oído hablar de beurre blancs, ni veloutés, ni glasas ni mignons, pero con ese don que ya Alain Ducasse en su Diccionario del amante de la cocina resume así: “La sensibilidad del cocinero, en primera instancia, es, en mi opinión, todavía más esencial en el éxito de un plato que la técnica que posee: el oído, el tacto, el olfato, pero también la vista y finalmente el paladar, el gusto -los cinco sentidos- le informan más acerca de la evolución de un manjar que la estricta observancia de las reglas culinarias.” Amen Jesús.
Si se acercan hasta aquí verán por tanto que es lugar de los que antes abundaban y que cada día está más en peligro de extinción, su oferta es sencilla y suculenta, con unas monumentales croquetas como cabareteras principales, bendita de entre todas las frituras, que aquí se muestran pornográficas, puro muslamen, manjar de tres mordiscos que esconden bajo su costra dorada una bechamel fluida, suave y ligera que se funde en la boca y le convierte a uno en el hombre más dichoso del universo.
El asador que se ha resistido a la horterada amenazante del foie gras con mermelada, el cochinillo con piel cristalizada y las presas de ibérico asadas con frutas rojas, bien vale un hurra, así que además de entregarse sin complejos a las mejores croquetas de todo el condado, forastero, no se corten y después de zamparse un ciento, aligeren el paso con una hermosa ensalada de tomate, una mixta de campeonato o unas tortillas que se cuajan en sartén de hierro en un periquete.
La sopa de cocido o la de pescado tienen la sabiduría de los ancestros pero si van a entrar a matar, a pesar de la bondad de la merluza a la parrilla, el cogote o el rape con refrito, tírense de cabeza a por la chuleta de vaca o las chuletillas de cordero asadas a la brasa, escoltadas por una patatas fritas verdaderas de aúpa, ¡monumentales!
No se vayan todavía, aún hay más, toca endulzar el morro con un arroz con leche, un tiramisú o un flan casero con nata o helado de vainilla, ¡ñam!; hasta que la barriga les diga ¡basta! y puedan marchar a su guarida pletóricos y descansados, planeando una próxima visita, pues vive uno mucho más feliz deseando siempre el próximo manjar.
Iriarte – Enea
Goiko bailara 15
Gaintxurizketa
Lezo
Tel: 943 529 989
Días de cierre: Lunes noche (excepto Julio y Agosto) y martes.
Iriarte.enea@gmail.com
COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Campestre
¿CON QUIÉN? Con amigos / En familia
PRECIO 40 €