Carlos Orlando

Archivado en: Alíñame el día

O de un animalario dibujado con alma y generosidad de trazos.

Como todo buen arquitecto, Carlos Orlando trata de acostarse regularmente, tanto en primavera como en verano, haciendo una vida ordenada alejado del bullicio de los cafetines y de las salas de cartas. Para realizar sus últimos apuntes estuvo durante un tiempo razonable acostándose a las ocho de la tarde y levantándose a medianoche para poder pillar in fraganti a su propio animalario, bien particular, del que tomó apuntes al natural que están expuestos, hasta el próximo dos de agosto, en el Colegio Oficial de Arquitectos Vasco Navarro del donostiarra Paseo de Francia.

Según han podido confirmarnos sus allegados y quienes lo siguen en sus trabajos nocturnos, sus bestias van apareciendo en el curioso horario que aquí les detallo:

El cocodrilo devorador de autocad se despierta entre la una y la una y media de la madrugada y desayuna un Faber-Castell con leche.
La vaca lechera Louis Vuitton hace acto de presencia de dos a tres.
El pez acorazado, de dos y media a tres.
El toro islero, arrepentido, lo hace de tres y media a cuatro.
El toro que quiso ser toro pero se quedó en vaca, se lamenta de cinco a cinco y media.
El cara kol que nunca puso los cuernos al sol lo hace de cinco y media a seis menos cuarto.
Camille, de seis a seis y cuarto.
La menina de las bragas de oro, de seis y media a siete,
Y el hombre de la cabeza demedici, finalmente, hace acto de presencia a eso de las siete y media, recogiendo a todas las bestias que viven el resto del día dentro de su cabeza.

Y así todos los días. De no creer.

El doctor Orlando dibuja infatigable, con su habitual generosidad de trazos y a todos nos asaltan unas tremendas ganas de darles comida a sus hombres espigados, que son como las mantis religiosas que una vez comí fritas en la península de Yucatán y que muchos son incapaces de tragar, pues una vez ingeridas sientes que un “Giacometti” pide auxilio desde el interior de tu vientre y es sensación superior a las fuerzas de cualquier estómago sano.

Todos estos seres no imaginados y dibujados tienen alma: persíganla si pueden.

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