O de un bodegón en el que todos disfrutarán.
Las tascas proyectan el eco de un tiempo en el que la delicia se identificaba con lo auténtico.
El clásico “bodegón riojano” está en peligro de extinción, eso lo saben hasta los monos del circo Raluy, y para comprobarlo no hay más que salir a la calle para darse cuenta de cómo cambiaron nuestras ciudades en el transcurso de los últimos tiempos, tan convulsos ellos y tan modernos; El comercio tradicional está tocado de muerte, las máquinas “chupópteras” de estacionamiento ahuyentan al automovilista de doble fila con ganas de chufla y nada se parecen hoy las avenidas a lo que antes fueron nuestros barrios a la hora del aperitivo, a saber, cuadrillas de poteadores, encorbatados saliendo de los despachos, madres tirando de críos, maestros, adolescentes pajeros, náufragos y toda esa fauna habituada a la banderilla de barra, el refresco, el chato de vino y el vermú reventando las tabernas, que tuvieron en las bodegas riojanas, el ejemplo de máximo esplendor como modelo castizo de negocio, que dirían los de la cámara de comercio.
Locales de fácil acceso, expendedores de vinos, mistelas y vinagrillos a granel al que todos acudían con los cascos de botellas vacíos para administrarse los tragos de vino de la semana y empujar los filetes empanados, las lentejas, las albóndigas y el bocata para ir al fútbol que nos preparaban en casa; Los bodegones han sido un verdadero zoco y refugio de gente de barrio, viajantes, comerciantes, encuestadores, recadistas, secretarios de cajas de ahorro, mozos de oficina, carniceros y vendedores ambulantes que no hicieron nunca ascos a sus especialidades, encurtidos, gildas, tapas de bonito en escabeche, anchoíllas y similares; O todas esas delicias de mahonesa o rebozados y fiambres, preparados y cortados al momento en la cocina, ensaladillas, huevos cocidos, oreja de cerdo, queso en cuartos, jamón, chorizo picantillo y lomo embuchado, ¡ñam!
Son negocios de gente llegada a la ciudad desde sus pueblos, una mano delante y otra detrás, que tras partirse la crisma currando como animales no confiesan mérito alguno ni complicación a su labor; Si atiendes con todos los sentidos a sus barras, compruebas que en pocos lugares encuentras las especialidades que allí se sirven, picoteo que no tienen parangón y que adquiere calidad extraordinaria, proyectando el eco de unos tiempos en los que la delicia se identificaba con lo auténtico, ¿podemos aspirar a algo mejor?
Ya sabrán que existen pocos lugares como Cantabria para comer rabas con su rebozo delicado, bien crujientes, fritas en aceite de oliva como manda y ordena el ritual, las bordan los muy cabrones, pues campean por sus tascas como las reinas de la barra; Les atizas un tarisco y en un abrir y cerrar de ojos sientes la mordida deliciosa y reconfortante de la fritura, y de repente, te das cuenta de que puedes fiarte de la ricura del resto de especialidades del local y te sumerges en una espiral sin freno de comandas al camarero, brazo en alto, ¡pst!, chasqueas los dedos, ¡jefe!, marchando una de croquetas y tírate otro cañón de cerveza y sácate más rabas que están divinas, ¡pst!, probaremos ese chorizo y esas guindillas encurtidas y dale leña a la cecina, ¡el-a-ca-bo-se!, no hay fin, y te comerías hasta el “Bosón de Higgs” ese de los huevos; Ya perdonarán el entusiasmo, pero pedir una ración de rabas en cualquier tasca es casi imposible y el asunto no acarrea más que disgustos en la boca: chiclosas, flojas, congeladas, chungas o sosas, el mundo del frito castizo vive sus horas más bajas, ¡que dios nos asista!, ¡señor, padre santo, escúchanos!
Por eso se agradecen locales como la Bodega del Riojano de Carlos Crespo, que lleva toda una vida cortando jamón y cecina leonesa, aliñando ensaladas de pimientos asados con anchoas y queso, friendo croquetas, rabas y huevos con patatas, sirviendo fuentes repletas de anchoas en salazón; guisan, además, cazuelas de caracoles y pisto a la riojana, bacalao con tomate, callos, riñones, carne de puchero y asan chuletillas y asadurillas de lechazo a la brasa.
Si se fijan en las mesas verán gentes de toda clase y condición, estudiantes, mujeres emperifolladas, chuletas, críos, gandules, tragones o culturetas, completando una ensaladilla en un comedor singular, rodeados de barricas, en el que todos comen dejando afuera su condición, pues aquí todos mastican lo mismo y valen por igual, como en Alcalá Meco; Ya lo dejó escrito en su epistolario el zampabollos de Al Capone, cuando estuvo prisionero en Alcatraz, “no hay como los productos de calidad para disfrutar de esa cocina casera y sencilla de la nonna que no tiene rival”.
Bodega del Riojano
Calle del Río de la Pila, 5
Santander
Tel.: 942 216 750
www.bodegadelriojano.com
COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Tasca
¿CON QUIÉN? Con amigos / En familia
PRECIO 35 €
Buenos días David :
Solo decirte que el enlace que has puesto
http://www.bodegadelriojano.com aparece mal escrito y cuando clickas en el, te da error y no se puede ver la página.
Enhorabuena por tu programa de ETB y muchas gracias por ser como eres y alegrarnos un rato del día.
Enhorabuena por el programa.
Saludos,
Anda ke no te gustan las RABAS,alicate…. JA.JA.JA
La proxima vez pasate por el SOLORZANO en la calle Peña Herbosa, baruco de toda la vida, ya veras las rabas de MAGANO ke buenas ke son.
Agur y tallllllll
Cristina, ¡muchas gracias por el aviso!, ya está solucionado.
Un saludo,
Muchas gracias por la información y por la pasión y el esmero que pones a esta digna profesión. Eres un ejemplo como persona y profesional. Un abrazo.