Portuetxe

O de un restaurante que lo regentan unos verdaderos castas.

De tsunamis, un paquebote plantado a kilómetros del mar y un asador en Igara.

Ves un catamarán sobre la techumbre de una casa y se te ponen los huevos de corbata; la foto está tomada en Minamisankiru y no entiendes cómo pueden seguir en pie los tabiques de una construcción que soporta una carga sobre sus espaldas de proporciones increíbles: el navío es gigantesco y se aguanta sobre una construcción que poco más fue gasolinera o humilde salón de juegos en la carretera que conduce hasta Fukushima, muy lejos del mar.

Todo el mundo sabe que hace un año, la costa nororiental del Japón desapareció del mapa sepultada por una mar enfurecida, causando un desastre de magnitud bíblica; muchos supervivientes abandonaron sus hogares y otros, como Nio Kazuto, se resistieron a ello, pues en una imagen publicada en prensa que dio la vuelta al mundo, se le ve paralizado entre los cascotes de lo que fue su casa familiar, cabizbajo, rezando por los suyos, que perdieron la vida intentando salvar a Toshifumi Masato, un vecino sordo como una tapia; pero lo que más inquieta de la imagen está al fondo y es un carguero de muchas toneladas de peso, el Kyotoku Maru, plantado en mitad de una planicie desolada y cubierta por la nieve en Kesennuma, a cuatro kilómetros de distancia de la costa; parece ser que las autoridades locales pretenden convertir el descomunal escombro en el “museo local del tsunami”, pero los vecinos prefieren borrarlo de su vista para superar rápidamente los efectos de la catástrofe.

Ahora salven las distancias y den la espalda a tamaña catástrofe natural, pues diez mil cuatrocientos veintidós kilómetros separan el hogar de Kazuto y el donostiarra barrio de Igara, en el que está plantado Portuetxe; rodeado por modernos edificios de oficinas, casi sepultado por la civilización, son muchos los que alucinan en colores cuando desde las alturas, metidos en salas de reuniones o resolviendo gestiones en despachos reputados, adivinan la techumbre del viejo caserío-asador.

Muchos se preguntan cómo carajo pudo llegar el Portuetxe hasta allá, o por dónde se coló si lo ahogan altos edificios, ¿en helicóptero, quizás?, cuando es ni más ni menos que un imponente caserío de cuatro siglos de antigüedad, calificado monumento histórico, absorbido por la expansión urbanística de la ciudad que le resta parte de su encanto arquitectónico y lo asfixia en un entorno antes ocupado por el riachuelo, los chopos, los robledales y la naturaleza viva.

Nuestro protagonista de hoy sabe un puñado de inundaciones, riadas y conoció a lo largo de su historia numerosas subidas del nivel del agua, que a punto estuvieron de arruinarlo para siempre; la casa y sus inquilinos, JBereziartua y JPerurena y todo su equipo, son unos verdaderos castas que pelearon como fieras para devolver las cartas de naturaleza al lugar, originariamente “casa jefatura del puerto”, algo que cuesta imaginar teniendo en cuenta la distancia a la que se encuentra el mar, que en el siglo XVII llegaba hasta la mismísima localidad de Hernani.

Lleguen con apetito a Portuetxe, pues a cientos de metros de la puerta podrán olfatear la parrilla encendida junto a la misma entrada, cerca de la cocina; una vez ante su fachada, levanten la mirada y comprueben cómo ha quedado la casa, encajonada, y esa sensación de que podría haber llegado hasta allá a la deriva, como el carguero Kyotoku Maru que les mencioné al comienzo de esta parrafada.

Entren y admiren los descomunales solivos que soportan la techumbre, ¡qué hermosura!, unas kupelas de sidra le dan carácter confortable a los comedores, de corte clásico y atendidos por un personal de sala numeroso y cariñoso, si se descuidan, les plantarán dos besos en los morros como bienvenida.

Ahora que tanto se habla de cocina tradicional, viene al caso hablar de este lugar que ofrece una de las mejores cartas de pescado y marisco de la zona, entre otros muchos platillos populares como las variopintas ensaladas, los hongos a la plancha, la jugosa tortilla de bacalao, la imponente sopa de pescado, las cigalitas salteadas, las menestras de verduras, los pimientos de Gernika fritos o la espectacular chuleta de vaca, que es la única carne que se ofrece: la puesta en escena de la carta es rústica y sencilla, como si el tiempo se hubiese detenido y el impacto de las nuevas cocinas no hubiese afectado en absoluto a los mentores del establecimiento, unos verdaderos castas.

Son muy demandados los pequeños chipirones encebollados a lo “Pelayo”, que llegan a la mesa ensartados con su palillo, como en casa de la amona, cerrados para que no escape el relleno, y son apuesta segura de firmeza y lechosidad con su refrito bien fraguado con cayena y ajitos laminados, el rape, el cogote de merluza, las egalas de mero o el besugo asado entero sobre las brasas.

Para terminar, endúlcense con el milhojas de café, la copa de la casa, la tarta de manzana o la fruta de temporada asada: los melocotones y las manzanas esconden pulpa extraordinaria si la riegan con calvados, sentirán la vida en cinemascope.

Portuetxe
Portuetxe kalea, 43
Donostia
Tel.: 943 215 018
www.asadorportuetxe.com
asadorportuetxe@asadorportuetxe.com

COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Campestre
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja / En familia / Negocios
PRECIO 60 €

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