Marqués de Riscal

O de un lugar donde dejarse llevar.

Francis Paniego cocina los clásicos que obtuvieron merecida fama en el Echaurren.

Frank O. Gehry es arquitecto, casi escultor, dibujante, diseñador de objetos y todo tipo de cacharrería, apasionado del hockey-hielo, bebedor obsesivo de refrescos, amante de la sopa en taza grande, sueña con peces y su piel brillante, ¿pescador quizás?, sumerge el anzuelo con cebo, ajusta el aparejo y levanta edificios imposibles como quien no quiere la cosa, resplandecientes, envueltos en papel plata, ¿o son láminas de titanio?, una por acá, otra por allá, pedazos de un metal centelleante que pardea por la tarde, brilla bien de mañana y deslumbra a mediodía cuando pega la chicharra, -quizás necesiten unas gafas de sol de esas molonas de revista-, decía, el bueno de Gehry levantó Marqués de Riscal con cantería de la zona, lo rodeó de tierra, desperdigó pedruscos por todas partes y dibujó números con rastreles de acero, trazó cortes, aberturas imposibles, todo vale, la abstracción convive con la figuración de las viñas dibujadas que se adivinan a través de los ventanales, el color y la densidad del vino define su arquitectura y ninguna habitación rivaliza con otra, todas tan hermosas, son rincones caprichosos que diluyen las ideas preconcebidas de los establecimientos al uso.

Resulta curioso que sus formas y todos los materiales empleados en su construcción, a simple vista, parezcan propios de un mundo raro, marciano, caótico y complejo, pero cobren a la vez tanta vida y cobijen tanto confort, pues todos los medios posibles y una atención exquisita se ponen en marcha cuando se franquea el umbral de entrada e, inevitablemente, se levanta la mirada al cielo, que es lo que todos hacemos cuando accedemos a un edifico proyectado por el canadiense, ¡oh!, ¡ah!, ¡oah!, ¡uh!, ¡eh!, ¡ueh!, igualito que cuando prenden mecha a sus fuegos los de Pirotecnia Zamorano.

Verán al fondo, tras los cristales, más cepas y el núcleo urbano de Elciego coronado por la iglesia de San Andrés, a modo de guinda de un pastel; tengan en cuenta las diferentes ofertas de ocio del lugar, biblioteca de lectura, terrazas expuestas al campo, baños, envolturas, tratamientos faciales, rituales y curas de vinoterapia Caudalie, además de dos excelentes restoranes, uno gastronómico y otro tradicional, dirigidos por un equipo joven, profesional y eficaz, encabezado por Francis Paniego y dos lugartenientes que se hicieron fuertes en su cocina, Edu Lumbreras y Juan Bautista Peñas; la gastronomía se cuela en el edificio para que el visitante, encima, abra mucho más la boca, los ojos y los oídos, así que antes de empezar, dense una buena ducha con cambio de muda, perfúmense, y ¡ale-hop!, plántense a cenar.

Al salir del ascensor les asaltará la duda, pues separados por unas gruesas cortinas, podrán sentarse en el restorán gastronómico o evitar la tentación de caer en las garras del bistró 1860, el garito de cocina tradicional del hotel; en ese año, la bodega Marqués de Riscal embotelló su primer vino tinto, al mismo tiempo que en Ezcaray la casa de postas adoptaba el apellido familiar como nombre para el establecimiento, el Hotel Echaurren, la misma casa que Félix y Marisa heredaron en 1957, trabajando lo que no está escrito para colocarla en el mismo centro del mapa gastronómico del sabor y la mejor cocina.

Ya lo saben, a la derecha, volarán de regreso hacia esa cocina que hunde sus raíces en sofritos cocinados eternamente, ensaladas sabrosísimas de pimiento asado, mendreska de bonito o queso de cabra, menestras de verduras, garbanzos con rape y almejas, caparrones, patatas a la riojana o platillos tan sugerentes como la merluza con pimientos, las albóndigas con parmentier de patatas, las patitas de cordero a la riojana, las manos de cerdo con peras o las chuletillas de cordero.

Si toman el camino que bordea el pasillo, hacia la izquierda, se darán de bruces con un cesto enorme de pan candeal hecho en el pueblo, impresionante, que provoca unas irrefrenables ganas de que llegue el desayuno para comérselo tostado y pintarrajeado de mantequilla y mermelada, ¡por dios, qué hambre! El gastronómico a la carta es espacioso y sirve los ingenios de Francis, todos los clásicos que obtuvieron merecida fama en el Echaurren, desde las orgásmicas croquetas de la madre hasta unas láminas de bacalao ligadas al pilpil, encaramadas a una cebolla y un pimiento verde confitados con yema de huevo; tampoco falta la merluza a la romana sobre pimientos asados y sopa de arroz o un sabroso lomo de corzo con puré de castañas y cebolla roja asada.

Dejen hueco para el postre y pídanse para ustedes solos una ración enterita de tosta templada con queso de cameros, manzana y helado de miel, purita perdición, ¡mamma mía!

Podrán beber a buen precio auténticos vinazos y reliquias de Riscal, aunque a estas horas y con el último trago, deben desconfiar ya de sus ojos y de la realidad; vuelvan a la habitación por el camino más largo y observen detenidamente cada objeto o detalle que se tropiecen por el camino, internándose de nuevo en el laberinto Gehry, tocando sus paredes, recorriendo todas sus posibilidades y descubriendo que no es sencillo encontrar el camino de regreso a la habitación.

Esperen pacientemente a que baje la luz para que el espacio se ensanche y se haga casi infinito, de forma que pasar allá la noche pueda cambiarles hasta la forma de percibir el mundo.

Marqués de Riscal
Calle Torrea 1
Elciego-Álava
Tel.: 945 180 880
www.hotel-marquesderiscal.com

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