O de un aluvión de platos la mar de sugerentes a precio de ganga.
Disfruten de la vida y de sus oportunidades en la casa de Diego Rodríguez.
Cuando me preguntan qué demonios es la república del Bidasoa, el enclave en el que se sitúa el restorán de hoy, imagino la cartografía de mi niñez y recuerdo el jardín de Villa Kurlinka, lugar frondoso en el que jamás vi volar moscas, ni frailes, ni carabinero alguno; Pío Baroja deseó un pueblo sin moscas que pudiera presumir de su limpieza, un pueblo sin frailes que exhibiera un sentido del humor saludable y soñó con caminos libres de pasma, en los que el cuartelillo fuera reemplazado por kioscos para la banda municipal o bibliotecas, mucho más entretenidas que las mazmorras.
La primera vez que el escritor Pierre Loti avistó la bahía del Txingudi, se refirió a ella como un paraíso similar al Bósforo, de tal forma que instalado en su orilla, le inspiró la redacción de su obra “Ramuntcho”, configurando buena parte de la novela y envolviendo a sus protagonistas, que es algo similar a lo que ocurre con el viejo monte Jaizkibel: protege a Hondarribia del mar Cantábrico, forma parte del edén de Loti y alberga mi casa familiar, en la que nació el menda lerenda que esto les escribe.
Siendo chaval y en una de aquellas tardes de verano en la que se hacía de noche en el jardín, rematábamos el día con una merienda convertida en cena gracias a las velas, los refrescos, las botellas de vino y los bocadillos de tortilla de patata, hablando de miedos y farras y de deseos en la oscuridad de la noche, escuchando el rumor lejano de los maizales de la subida a la ermita de Guadalupe.
A dos pasos de allí y en una encrucijada de caminos, se levanta el hotel más hermoso de Euskadi, el Jaizkibel, ocupando el jardín de la derruida Villa Mendi-Alde o “casa del alemán”, que es como la llamaron siempre en el barrio, rodeada de castaños, cerezos, hortensias y un cedro fabuloso que es vigía silencioso de la finca. Construido en 2001, está ubicado en un paraje que frecuentaron tantos y tantos pintores; el genial Daniel Vázquez Díaz anduvo por la zona retratando al boyero del vecino caserío Aramburu, pues en 1906, viajando de Madrid a París en tren expreso y antes de cruzar la frontera, se bajó a conocer Hondarribia, convirtiendo la visita breve en una estancia de seis meses. El artista onubense quedó atrapado por nuestra luz y nuestras romerías, festejos y bailes populares, germinando en él la pasión por nuestra tierra y provocando que de su pincel surgieran una sucesión de óleos o “instantes vascos” en los que pueden verse hierba, agua, bruma, sombras y todos los verdes que inspiran hoy a Diego Rodríguez y a todo su equipo, que ocupan una plaza privilegiada y sirven una cocina muy bien condimentada.
El hotel fue proyectado por el arquitecto Ángel de La Hoz y contiene un precioso mobiliario de Le Corbusier, iluminación espectacular con piezas de Santa & Cole o Philippe Starck, además de una colección de pintura que reúne obras de Andrés Nagel, Manolo Valdés, Carlos Orlando “el Giacometti vasco”, litografías de José Salís o un imponente dibujo del mismísimo Joaquín Sorolla que viste la entrada y merece por sí solo el viaje.
Gaspar Montes Iturrioz también conoció al dedillo los alrededores y frecuentó sus huertas y bordas plantando el caballete en mitad de los sembrados, fijando la luz con óleo sobre el lienzo; acompañando a mi tío Luis Eceizabarrena, en cierta ocasión nos explicó Gaspar que un pintor es quien sabe mirar, y nos detuvo ante un gran charco en un barrizal; señalándolo nos preguntó: —¿qué veis?—nada, no vemos más que agua sucia —debimos responder. —Pues fijaros de nuevo —insistió. Afilamos la vista y vimos esta segunda vez muchas más cosas, diminutas manchas de verdín que coloreaban la superficie, piedras, hojas y el reflejo de las nubes distorsionadas; —es muy importante mirar bien—, nos dijo Gaspar, —pues cuando se mira como es debido, lo inmediato es escribir, cocinar, pintar, tomar apuntes y enamorarse—.
Disfruten por tanto de la vida y de sus oportunidades y vuelen hasta el hotel de Diego Rodríguez para gozar de cualquiera de sus veinticuatro habitaciones, el espectacular solarium o la cocina de Igor e Ibon, que escoltados por Luciano y Miguel en los fogones y Mila y todo su equipo en la sala, proponen una cocina sin pretensiones a precio de ganga; podrán comer fabulosamente componiendo un menú con platos la mar de sugerentes: gazpacho poco domesticado, auténtico y agreste, servido con costrones y crema helada de aceite de oliva, una verdura de temporada, guisantes o espárragos, empapados con huevo escalfado, raviolis fritos rellenos de txangurro con sopa de pescado, milhojas de tomate natural con anchoas, merluza asada con ajoarriero, bacalao con pisto o un solomillo tierno y sabroso con champis al ajillo y puré de patata, ya les dije, tonterías las justas; ¡ah!, los domingos asan un corderito fuera de serie, del caserío Galtzata Oiartzuarra, guarnecido con ensalada verde y patatas.
Entre los dulces despuntan la crema de vainilla cuajada en tarro de cristal y la refrescante infusión de frutos rojos con helado “blanco nuclear”, inmaculado como ese porrón de novias felices que celebran cada año su boda en esta casa única, que se parte la crisma por reconfortarlas.
Jaizkibel
Baserritar Etorbidea, 1
Hondarribia
Tel.: 943 64 60 40
info@hoteljaizkibel.com
www.hoteljaizkibel.com
COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Campestre
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja / En familia / Negocios
PRECIO 30 €
Sois los mejores «CHAMPIONS 10″El Hotel,El Restaurant,La Carta,El Menu,ACOJONANTE TODO
No les Tiembla la mano a la hora de ponerte,hongos,foie y un sinfin de delicatesens
«LOS VINOS CON PRECIO DE PROMOCION»para que no te cortes a la hora de pedir
El Entorno «NATURALEZA BRAVA»,las vistas emocionantes desde el MONTE JAIZKIBEL,IRUN,
SAN JUAN DE LUZ,BALLONA Y CON IMAGINACIONMBURDEOS
«HONDARRIBI QUE GRANDE ERES»,Este verano otra vez
MMMMMMMMmmmmmmm…..ya hueloooo !!!!…..
Si, es muy bonito el hotel, incluso para tomarse simplemente una copa en la terraza.
Grande David, as always, y no exagera un pelo al decir que es el hotel más hermoso de Euskadi. Ahí, ahí andará… en el top-ten sin duda. No he estado nunca alojado, pero me encanta para tomarme algo y relajarme. Tiene un toque zen cojonudo. Y la comida, de rechupete. Viva Rusia y la república del Bidasoa!!!
Y a mi ¿Cómo se me pudo pasar esto sin leerlo?. Interesante y justa reseña a un hotel de u
n amigo.
Precioso el hotel efectivamente y la comida exquisita. Recuerdo especialmente la fiesta que ahí celebramos con motivo del 8o cumpleaños de Gloria……….
Josefa María Setién