Branka

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“El mar tiene que entrar ya peinado», decía Chillida mientras las olas reventaban contra la rompiente.

Frente al Branka discurre el camino que lleva hasta la escultura, que a la izquierda se tapiza de verde en un hermoso jardín vertical; al fondo se descubre un pedazo de obra a la derecha, otro a la izquierda y uno más colgado del horizonte; ya estamos en la plaza de los siete chorrazos que proyectara Peña Ganchegui para amansar, con unos respiraderos, la fuerza de la marea que bufa como la ballena que se zampó a Jonás, evitando que así se desmigaje el lugar por el empuje de un Cantábrico encolerizado.

«Mi escultura es la solución a una ecuación que, en lugar de números, tiene elementos: el mar, el viento, los acantilados, el horizonte y la luz. Las formas de acero se mezclan con las fuerzas de la naturaleza, dialogan con ellas, son preguntas y afirmaciones. Quizás están ahí para simbolizar a los vascos y a su país», escribió el desaparecido escultor donostiarra.

El Branka también está en un punto del litoral que es rincón de melancólicos anónimos, parejas furtivas, apresurados deportistas, buceadores, guiris de bocata y cámara de fotos, principio y fin de la ciudad que hace hoy las veces de observatorio íntimo de todos los que asomamos allá el morro y nos enfrentamos al mar, hogar y verdadera patria de los solitarios que sabemos con certeza que cuando llega la borrasca, nos empapa “una luz negra que es la nuestra”.

Eduardo inició su Peine del Viento en 1952, pero materializó su sueño casi treinta años más tarde, cuando realmente finalizó las esculturas y se enfrentó al traslado hasta donde hoy lucen palmito; las pasaron por allá, pues el escultor pidió a la embajada norteamericana que le prestaran sus helicópteros militares para esa tarea, recibiendo un “no” como respuesta, así que activó el “plan b” y José Elósegui proyectó su puente con raíles sobre el mar que permitió colocar la obra en el lugar que hoy ocupa, punto de encuentro de todos aquellos que se conmueven al contemplarla, planteándose interrogantes.

No hay respuestas, la batalla de la vida está perdida, así que no lo duden o acabarán mal de veras. Después del momento “estupendo”, déjense de pamplinas y visiten a Cristina y Pablo, para entrar en una onda más mundana que huele a sofrito de tomate, puchero y chato de buen vino.

El Branka es una proa de barco que zarpó en diciembre de 2003 y que, poco a poco, se convierte en una de las referencias de la ciudad. Sí, Cristina Izaguirre capitanea la sala, pues no quiso ser cocinera como su abuela Agustina o su madre, Mari Carmen Esnaola, que aún hoy guisa en el Iñausti donostiarra sin quitar el ojo al local de su hija, que atesora en la cocina a un chef de bandera, el gran Pablo Loureiro, hijo del viejo Rodil, establecimiento que en su época fue pionero en ofrecer una de las primeras ofertas a la carta.

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Déjense aconsejar, pues su carta cambia casi a diario y está muy condicionada por el producto puro y duro, que pasa volando por las brasas o la olla para aterrizar inmaculado sobre el plato; si es que hay que tener también “buen arte” para tocar justico el alimento, no es por nada, o a mi me lo parece. A este noble oficio se dedican con excelentes resultados.

La anchoa mariposa en aceite es vizcaína, de Keia; bordan la verdura, haba, alcachofa, espárrago blanco, coliflor, vaina, zanahoria tierna o lo que se tercie y la visten con yema de huevo y volantes de jamón, qué guapa va la novia; Luismari, el parrillero, es un fiera asando y voltea un sí es no es las kokotxas de merluza, que le quedan jugosas de pelotas; la cigala a la sal es superior y el arroz con carabinero invita a aplastar su cabezón para ponerse perdida la camisa, qué delicia; rematen con un buen rodaballo asado a la parrilla y si les queda aliento, pregunten por la chuleta y pidan que les echen una al fuego, con pimientos confitados uno vive la vida con alegría y verdadero entusiasmo.

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Además tienen ostras, camarones, langostinos de trasmallo, gamba fresca de Huelva y asan bogavantes, almejas, lenguados, meros y lubinas, también podrán bucear en rape a la americana, a pesar de que nos privaron de sus helicópteros.

Las torrijas están muy buenas y la tarta de reineta se oculta tras un coscorro de helado de galletas.

Branka

Paseo Eduardo Chillida 13

Donostia-San Sebastián

Tel.: 943 317 096

www.branka-tenis.com

branka@branka-tenis.com

COCINA Todos los públicos

AMBIENTE Modernito

¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja / En familia

PRECIO 60 €

4 comentarios en “Branka

  1. avelino

    El Branka!!!!

    Qué ganas tengo de volver este año a un sitio que descubrí de casualidad y que me encantó. Además de lo que indicas, también suprema la parte de cocina más elaborada.
    La atención, extraordinaria, y la cuenta, comedida.
    Un lujo.

  2. GERARDO WILFREDO BERRUETA CARBAJAL

    ES UN GUSTO PODER ESCRIBIRLE, SOY UN ADMIRADOR DE LA COCINA VASCA, LO MIRO EITB LO QUE NO ME GUSTA QUE UN MISMO PROGRAMA LO PASAN VARIAS VECES SI ESTA A TU ALCANCE MANDAME ALGUNAS RECETAS, VI LOS PROGRAMAS DE DON PEDRO SUBIJANA Y VEO
    LOS DE KARLOS AGUIÑANO EN UN CANAL ARGENTINO
    ACA TENGO VECINOS VASCOS QUE VINIERON SIENDO NIÑOS, SOMOS CASI TODOS DECENDIETES DE VASCOS, ACA HAY MUNCHOS FRONTONES Y TENEMOS UN CAMPEÓN DEL MUNDO EN PALA ESPÑOLA UN GRAN ABRAZO. MINAS CAPITAL DEL DEPARTAMENTO DE LAVALLEJ REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY, LAS RECETAS ESTAN A LO¨BESTIA´´

  3. jaime

    pablo loureiro,un gran cocinero y una gran persona,no dudeis en degustar sus deliciosos platos,,bonito lugar para comer en buena compañia,y con vistas inmejorables.
    un saludo pablo,

  4. JOSE ANGEL

    Nos tiene entusiasmados por lo bien que lo hace todo,la preparación del pichón a las dos cocciones
    es sublime según mi mujer a la que le entusiasma la caza.

    Sigue así Pablo.

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