Los Avellanos

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O de un lugar en la mismísima Torrelavega donde es obligado parar a jalar.

Una cocina cuidada en un comedor de estilo nórdico.

Se denominan marceros o marzantes a las nutridas cuadrillas de mozos y mozas de un pueblo que recorren los últimos días de febrero las haciendas de los vecinos más golfos. Dicen los más viejos que si a la pregunta “¿cantamos, rezamos o nos vamos?”, los señores de la casa respondían “cantamos”, se lanzaban cánticos y joticas tradicionales al aire con gran alboroto a cambio de aguinaldos, que solían tomar casi siempre forma de alimentos y bebidas gamberras, vino dulce, castañas cocidas, galletas, algunos celemines de frutos secos o, incluso, en los hogares más pudientes, todo tipo de chacinas guarras de la matanza más reciente.

En la casa de Tanos que hoy nos ocupa, siempre tuvieron avellanas para todos aquellos que tocaron la puerta y quisieron liarla parda, además de buenas cazuelas, vino de la tierra y tapete para echar la partida, pues aquello fue tasca familiar de barra muy bien atendida y cocinaron con cuchara de madera y sofrito rehogado.

Cuando aparquen el auto y se dirijan a la puerta, tengan cuidado no resbalen y se partan la crisma con tantas avellanas por todos lados, aceras, jardín y zaguán de lo que antes fue taberna y hoy es precioso restorán en toda regla.

El sello de la casa lo marca su patrón, Jesús de Diego, que al estilo de las grandes salas de la vieja hostelería, es capaz él solito de dar personalidad y empaque a todos y cada uno de los rincones de su negocio. Tomó las riendas del tinglado familiar y desmontó la barra, abriendo en 1999 este coqueto establecimiento que ha transformado nueve años más tarde, dejándolo precioso y muy confortable. Allí sentado se está a gusto de veras y se le alegra a uno el ojo con la luminosidad de toque nórdico, maderas vistas y lejiadas, suelo de traviesa blanca, mesas estupendamente vestidas y mampara fucsia que rebana la sala en dos de un navajazo, separándola de la pequeña cocina que dirige Alfonso Higuera.

Tranquilos, no los apabullarán con menús largos, las comandas las toman en función del ánimo y el apetito del comensal, cosa que es muy de agradecer, pues Jesús considera “sagrado” el derecho de cualquiera para acudir a su restorán, tenga mucha o poca hambre, sin distinciones: en su casa el cliente es el rey y se le debe el mayor de los respetos.

En días que aprieta la rasca, tienen por norma recibir al comensal con algo calentito, cosa que se agradece y mucho, pues ciertos chefs modernos tienen por costumbre agasajarnos con granizados congelados de morcillas mientras fuera truena, nieva y hace frío bajo cero. Así que es todo un detalle que en estos días de ventolera nos ofrezcan en Los Avellanos una crema de boletus con pan especiado, que da gloria sorberla, ñam, ñam. El menú debe continuar con el milhojas de perdiz, foie gras y manzana y abrirse paso con el pulpo con ajada de pimentón dulce y hojas picantes, la lubina con patata limón y aceite de arbequina y cerrarse con el cochino asado con ragú de cereales y arroz silvestre.

Siempre hay un guisote de cuchara que sirven al final de la comida y que calma el apetito de los más zampones: pochas con hongos o garbanzos con arroz, almejas y rape. Además, los postres están bien representados por la sopa de litchis con sorbete de mandarina y gelatina de té verde o la isla de chocolate “Ocumare”.

En su carta tienen a disposición de los sedientos más de ciento veinte referencias de Champagne, ¡qué clase!

Los Avellanos

Fdez. Vallejo, 122

Tanos-Torrelavega-Cantabria

Tél.: 942 881 225

www.losavellanos.com

restaurante@losavellanos.com

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¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja

PRECIO 60 €

Publicado el 27/11/2009 en el suplemento GPS de El Correo y el 28/11/2009 en el Diario Vasco

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