Sólo el hombre común se conforma con los alimentos que el país puede ofrecerle.
“Una cocina artificial que reuniera en la mesa todos los alimentos posibles y anulara la identidad local, percibida como signo de limitación, era el primer deseo de las élites, el signo principal del privilegio alimetario. “Sólo el hombre común se conforma con los alimentos que el país puede ofrecerle”, escribía Casiodoro, por boca de su soberano Teodorico en la Italia gótica del siglo VI: mil años después, el cocinero de la casa de Gonzaga, Bartolomeo Stefani, explica en su tratado de cocina que el señor no debe preocuparse del carácter estacional de los alimentos ni de los límites impuestos por el país, porque con “buena bolsa” y “buen caballo de batalla” se puede tener de todo en cualquier momento del año”.
Escrito por Casiodoro.
Crédito fotográfico by González-Alba