Patatas fritas “Tuyas”

Si fuera un Rockefeller o un Thyssen-Bornemisza me tomaría dos años sabáticos para dar un par de vueltas a España en descapotable buscando las mejores patatas fritas de bolsa de cada localidad. Pocas cosas me gustan más que una plaza de pueblo con su bar y su terraza maltrecha para echar una cerveza helada y trincarte unas patatas fritas de marca desconocida, ¡me corro del gusto!

Las glosaría todas meticulosamente y haría un trabajo de campo etnográfico digno de la institución más refinada, la Real Academia Española de la Patata Frita de Bolsa, R.A.E.P.F.B. Las patatas fritas de mi infancia son las ya desaparecidas de la ventana verde del barrio de la marina hondarribitarra y las fabulosas Bonilla que se traía mi padre desde Coruña.

A estas dos se fueron sumando muchas más a lo largo de mi pinche vida, pues pierdo el culo con las Sarriegui, El Valle, Perdi, Añavieja, La Real o, ¿para qué engañarles?, me vuelven tarumba unas simples, llanas y tóxicas onduladas Matutano al jamón de gasolinera chunga.

Éstas que hoy les traigo son sanluqueñas y deliciosas, no se partieron la cabeza buscándoles nombre ni tienen página web ni ponen chorradas en el paquete, ni son “premium”, ni “gourmet”, ni llevan trufa ni saben a caviar, ni a sal rosa recolectada por un sherpa cojo del Himalaya, ¡a tomar por saco tantas chorradas!, ¡mierda, ya!

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