Carlos V el Emperador fue el amo del mundo y mientras vivió se procuró los mejores manjares, eso sí, regados con cervezas que los monjes alemanes le elaboraban estando recluido en Yuste, invadido por la gota y otras desagradables dolencias de aristócrata empachado.
Le aprovisionaron de las más delicadas golosinas y confites, frutas, embutidos y embuchados, pescados frescos y en salazón, aceites y los más refinados escabeches que yo siempre imaginé cargados hasta las trancas de hierbas, cebollas, cabezas de ajos y montañas de pimentón de la Vera extremeño, que ya entonces era considerado un aderezo primordial para los guisos y la confección de salazones colganderos.
El que hoy les traigo lo empaqueta la familia Mateos desde el 1.946, en la que sigue enredando aún la tercera generación, preocupada por iluminarnos el morro con el polvo de pimiento más refinado. Lo mismo que ocurre con nuestros jamones ibéricos, que no tienen comparación en el mundo entero, ocurre con el pimentón, que no tiene competidor en el planeta por mucha paprika de lujo que nos quieran vender empaquetada en terciopelo.
El de La Vera extremeño es el mejor del mundo y punto pelota, no tienen más que dárselo a un chino de ojos rasgados espolvoreado sobre un pulpo cocido, una carne recién hervida o unas patatas y se le redondearán los ojos del susto, pues no tiene rival. Si yo pudiera, lo mezclaba hasta en el café con leche mañanero o en los cubatas del ambigú.
www.pimentondelaveravegacaceres.com
Precio aprox.: lata 75 g – 1,60 euros