Muchas veces en una comida de altura abrimos boca con una cervecita y avanzamos con cosas serias en la copa, como en las colecciones de fuegos se arrancan con gusanitos de colores y la juerga progresa en variedad, color y ruido hacia las bombas japonesas y ese estallido farrero que concluye con todos los caretos boquiabiertos, ¡ooohhh!
Este vino bordelés, de una añada extraordinaria, se sale del mapa y es perfecto para rematar una jamada de postín en la que alguien se haya currado algún platillo de padre y muy señor nuestro, pues es fino filipino y muy bien estructurado.
Por algo es el resultado del “coupage” de las mejores quince barricas de las sesenta que prueban el enólogo de la bodega, Sylvie y Jean Gautreau, el patriarca, que ha puesto su nombre en la etiqueta y se ha quedado más pancho que ancho.
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Precio aprox.: 55 euros