Txokolo

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¡Txokolo era tan grande que no cabía en el mapa!


Un garito para reconciliarse con el mundo por unas horas.

No me hagan mucho caso, porque no soy ducho en la materia, pero creo que era Sabina el que decía que hay mujeres imán, mujeres bajo cuyas faldas te esconderías de la mierda mundana, a cuyas maravillosas mollas te pegarías cual lapa sarnosa y en cuya mirada siempre encuentras consuelo y confort sin igual.

Lo mismo pasa con los restoranes, hay lugares imán, a los que uno siempre aspira volver porque te tratan como dios, disfrutas comiendo sin amaneramientos ni pijotadas, y sientes, nada más traspasar el umbral, una ráfaga de calor hogareño que te da un escalofrío en el espinazo y te hace asegurar, ¡cuate, aquí hay tomate!

Cuando uno baja las escaleras del Txokolo, en la donostiarra calle Manterola, a dos pasos de los juzgados de la calle San Martín, del Hotel de Londres o del mítico Lanziego, siente que ya está en casa, ¡aleluya!, un asador de los de toda la vida cuya parrilla se ha convertido en todo un reclamo para los que buscan papeo sin complicaciones y con todo el saborío “made in Euskadi”. Les sorprenderá que antes de pasar al comedor, en una mesita, estén a su disposición unas copas de fino y unas olivas marinadas bien reventonas, para ir haciendo boca, en recuerdo al abuelo de gustos sureños, pero enseguida tocarán tierra al avistar al gran Txokolo inmortalizado con su txapela, tocando el txistu, que allá custodian como una reliquia vaticana junto a su precioso tamboril.

Sabrán, y si no lo saben ahora mismo les cuento, que Josemaría de Gurruchaga y Aldasoro, apodado como Txokolo, fue un formidable instrumentista azpeitiarra nacido a finales del siglo XIX, que dio origen a una saga de afamados músicos de renombre.

Txokolo tuvo una capacidad extraordinaria para imaginar música, actividad que lo hizo feliz y que alternó con el oficio de herrero, como su padre, muy habilidoso en el manejo de la fragua y el yunque; dicen los que conocieron la herrería, que de sus paredes colgaban innumerables papeles con improvisados pentagramas pintarrajeados con carbón, en los que Josemaría anotaba cualquier melodía que surgía en su cabeza a cada golpe de martillo en la forja, terminando convertidas en dianas, zortzikos, pasacalles o fandangos.

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Txokolo fue pues un gran señor del txistu y un animador sin parangón de la vida, cosa que de otra manera, apretándose bien el mandil y a pie de fogón y sala, también hacen el equipo de este restorán que lleva su nombre; Iñaki Illarramendi y su esposa Mari Carmen, auténtica etxekoandre imán a la que encomendarías tu alma, pilotan el lugar desde hace casi treinta años con esa soberanía que da el oficio y la experiencia.

Así que vayan y gocen de esa cocina sin bobadas compuesta por una selección de lo mejorcito de nuestra cesta de la compra, acomodados con austeridad y brillante sentido del gusto.

Si amenaza uno de esos fríos quebranta huesos corran a pedir esa “salda” que levanta a un muerto, un consomé bien nutrido, reconstituyente de primera que debería estar prescrito por ley para todo ser viviente desde que pone un pie en el planeta. Soberbio ahora mismo el revuelto de hongos, bien jugoso, o el revuelto de bacalao desalado, con su sofrito de cebolla bien pochada y con el concurso de unos huevos de campeonato.

Nunca está de más darle con fruición a la ensalada de tomate, excelente, con bien de cebolleta y un aceite de oliva gordo que lo empapa todo y crea un mejunje que es teta de novicia. Las gambas a la plancha están que se salen del mapamundi, finas finísimas, con toda la gloria bendita allí alojada en sus cabezas, ¡dios qué ricura de rechupeteo! Y la menestra de verduras es como la que haría la amoña más hacendosa y guisandera para curarte de una anemia.

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Luego, se hace imprescindible hincarle el diente a una tajada de bacalao a la brasa o frito con pimientos o dejarse seducir por un buen pescado asado a la brasa –cogote, merluza, besugo, lenguado, rape o rodaballo- o una excepcional chuleta torradita con ricos pimientos asados a la leña, del piquillo o verdes fritos acompañada de ensalada verde, también súper apetitosa.

De postre, ricuras caseras, tartas, helados, quesos, cuajada, escocés o lo que se tercie, … y la plegaria más íntima y recogida para que nunca dejen de existir garitos como éste en el que uno se reconcilia con el mundo por unas horas.

Cuentan con un menú del día compuesto por consomé o ensalada, chuleta de vaca, postre, pan y vino a un precio de puturrú, ¡así que si tienen gusa de cocina de verdad, ya están tardando!

Txokolo
Manterola, 4
Donostia
Tel.: 943 46 34 91 – 46 73 84
www.asadortxokolo.com

COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Campestre
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja / En familia / Negocios
PRECIO 60 €; Menú del día: 26 €

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