Oilarra Café

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El tasco del Hotel Casa Arcas.

Cama y gastronomía honrada y apetitosa en el valle de Benasque.

Estamos que lo tiramos, el verano es tiempo de escapadas, desconexión, empapuce de sol, naturaleza, relax o barbacoa, sangría y siestorrón si es usted más bien tipo golfo de Magallanes. Fuera como fuese, hay mil maneras de encarar semejante circunstancia, así que aprovechen ahora, que en menos de lo que canta un gallo, volverán asomar las nubes “mordor” por lontananza y los días se tornarán grisáceos y melancólicos, como el mismo ciclo de la vida, ¡esto es así!

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Oilarra_9Si hay un lugar, bien cerca, en el que uno puede sentirse como Heidi en pleno éxtasis metafísico, ese es el Valle de Benasque, en la provincia de Huesca, que oculta un buen puñado de pueblicos por los que parece no pasar el tiempo, entre montes de alta montaña y praderas de un verdor insultante. El Valle cuenta con el pico del Aneto, el más alto de los Pirineos, y con un sinfín de ríos, lagos, glaciares, cascadas y montes que dieron lugar a la creación del Parque Natural Posets Maladeta, en definitiva un puñetero paraíso donde todos los chalados del deporte al aire libre -parapente, trekking, alpinismo, escalada o pesca- encuentran su auténtico nirvana. En uno de esos pueblecitos, imbuidos por ese espíritu medieval, en los que la piedra, la madera y la pizarra dibujan una arquitectura única, en Villanova en concreto, se encuentra el establecimiento que hoy centra nuestro querer: el Hotel Casas Arcas y su refugio gastronómico, Oilarra Café, que ya se sabe que el deporte da un hambre del copón y toda gesta merece su recompensa.

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David Beltrán y su mujer Ainhoa Lozano se echaron al hombro la mochila de una aventura de las que pintan final feliz. El bueno de David, conocido por todos como “Tauste”, empezó a guisar en la cocina de Martín Berasategui de Lasarte siendo un crío y actualmente es uno de sus jefes de cocina, ni más ni menos. Tauste es más maño que Labordeta, y como la tierra tira lo suyo, llevaba tiempo madurando la idea de gestionar un hotel con su familia en un lugar privilegiado donde poder mimar al cliente, hacerle sentir a gusto, ofrecer una cocina sencilla, sin dobleces y poner en liza todo lo aprendido durante este tiempo junto al maestro en Lasarte. Tuvieron la oportunidad de coger las riendas del Hotel Arcas, lo remozaron como dios manda con su propio restorán, y crearon además una cafetería anexa, abierta para todo el mundo, donde dan de zampar al hambriento y de beber al sediento, como siempre se hizo en los lugares de bien.

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Ya lo decía el maestro Labordeta, “de algunos rojos de antaño, qué queda hoy, uno está de modisto, el otro es diseñador y el rojo más pequeño está de restaurador, jodiendo la cocina de su abuelo el labrador”. Tauste y su equipo hacen justo lo contrario, el llorado cantautor se sentiría orgulloso de ellos, pues logran plantar raíces en su tierra, guisando con sentido común y santas pascuas. Después de años de esa culinaria del “discursito”, atropellada, fanfarrona y exhibicionista, que creó en nuestro país comensales ficticios, convertidos en la misma trampa para tantos “ego-chefs” que ven hoy sus comedores vacíos, llegó el momento de la gastronomía honrada y apetitosa.

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Por eso, si recalan allá, duerman y gocen en su restorán donde hacen un menú con productos del entorno, en un sentido homenaje a la sencillez y a la cocina del sofrito bien currada. A buen seguro nunca faltará fantástico tomate rosa de Barbastro aliñado con aceite de oliva arbequina, ni una estupenda ensalada de trucha en escabeche con salsa agria. Son viciosos los raviolis de hongos con lascas de jamón de Teruel y los guisos que reconfortan a un muerto, pollo de corral en salsa de cebolla y vino rancio, las carrilleras al vino tinto sobre lámina de su careta, el cordero de Chía guisado a la montañesa o las albóndigas de ternera con salsa de setas, ¡dios, qué festival!

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Si no se hospedaron en este magnífico casón, no tengan pena, la cafetería Oilarra, bautizada por el propio Berasategui así en honor a la montaña -más bien al gallo subido a un hito- que da la bienvenida a los visitantes a la entrada del Valle, es lugar de obligada parada. Oilarra es espacio recogido y alegre, con una decoración rústica en madera la mar de agradable, donde comparten protagonismo los mejores productos de la comarca con unas pedazo de hogazas hechas en horno de leña de flipar en colorines. No se resistan al picoteo fetén, el pincho Oilarra MB, creado por el propio Martín, es la bomba, una sabrosísima cresta de gallo guisada en vino banco del Somontano con una crema de patata de aúpa. No le va a la zaga la tostada “Harley Davidson”, con riquísima sardina ahumada aliñada con pepinillo y perejil fresco, el paté de queso del Valle con picada de la abuela, que está para untar y no parar, o la morcilla de latón con crema de manzana ácida elaborado a partir de un cerdo autóctono, criado en libertad y alimentado de forma natural, como siempre fue.

El equipo liderado por David y Ainhoa, el cocinero turolense Kike Micolau y la oscense Bea Oncins en sala, son equipo campeón. ¡Larga vida a Casa Arcas!

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Oilarra Café
Carretera A-139 Km51
Villanova 22.467 Huesca
Tfno: 974 553378
contacto@hotelcasaarcas.com
www.hotelcasaarcas.com

COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Campestre
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja / En familia
PVP:  20 €

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