Café Saigon

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El chinolis del María Cristina.

Para pasar el rato en un inmejorable parque temático del dandy.

saigon_2Los hoteles, como las estancias desnudas de los cuadros de Edward Hopper, los cafés de madrugada o las callejuelas de la City londinense, siempre me parecieron escenarios muy literarios. Por eso he disfrutado siempre como un caimán en todos los que abrieron sus puertas para mí, y he de reconocer que una extraña y convulsa energía cósmica me obliga a detenerme y descansar en todos aquellos que aparecen en mis libros favoritos. Cuando viajo, los hoteles deciden mi destino y el rumbo que he de tomar. Tomarse un whisky con ginger-ale y encender un cigarro en el Claridge’s Bar, beberse un Cubalibre en el bar Hemingway del Ritz o apurar una cerveza en el Captain’s Bar del Mandarin Oriental son aventuras arriesgadas que te dejan el bolsillo tieso por un tiempo, pero divierten cosa fina. Terminas de la mano de una bailarina china tuerta, abrazado a un marino mercante filipino, durmiendo con una cabaretera coja, cantando a lo Frank Sinatra haciendo el más espantoso ridículo o sintiéndote Aristóteles Onassis, grueso y graso como un queso zamorano. Una leyenda cuenta que un periodista llamó a un hotel distinguido en Nueva York, pidiendo hablar con el rey, -«¿con cuál de todos ellos?»-, le respondieron al teléfono cortésmente, pues de todos es sabido que solo en lugares excepcionales puede haber más de un monarca echando una cana al aire o un trago sin que se note demasiado. Mis lecturas favoritas están llenas de hoteles: reales como el de Covent Garden en el que Dickens mete en la cama a Pip, en Grandes ilusiones, o el Pera Palas de Estambul, construido para los viajeros del Orient-Express e inaugurado en 1882, en el que se alojaron el Sha Reza Pahlevi, el inglés Eduardo VIII, Jackie Kennedy, Giscard d’Estaing o Josephine Baker. Su libro de registro, conservado como oro en paño, desvela que la habitación número diez fue ocupada por Atatürk, que Greta Garbo se alojó en la ciento tres, que el ubicuo Ernest Hemingway prefería la doscientos dieciocho, que Mata Hari daba tregua a su ajetreo conspiratorio en la cuatrocientos uno y que la enorme Agatha Christie escribió su Asesinato en el Orient Express en la mismísima cuatrocientos once, en cuya habitación ocultó su último misterio.

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Por eso es un verdadero alborozo, ¡otro perrito piloto!, poder franquear con tanta facilidad la puerta de un hotel de leyenda que se encuentra a dos pasos de casa, un palacio de la lujuria llamado Hotel María Cristina, que pone a huevo al ciudadano corriente el poder sentirse distinguido como el mismísimo inspector Jules Maigret. Uno se ducha, se embadurna las cremas, retoca su barba, se perfuma como un palomo veneciano y ¡ale-hop!, ya está listo para adentrarse en un particular “port-aventura” de pasar el rato en un inmejorable parque temático del dandy. Sí, amigos, da gusto que te den la bienvenida, que te sonrían, que te hagan sentirte el rey del firmamento a cada paso y que puedas acomodar tus reales y perfumadas posaderas en un bar mayúsculo y verdadero, con su barra, su camisita y su canesú. Tras un buen cacahueteo y patateo que son el aliado perfecto  del Dry Martini o la cerveza helada, no hay mejor manera de rendir honor al hotel que reservar una mesa en el coqueto Saigón que se esconde tras una minúscula puerta frente al bar. El pequeño comedor con forma de rotonda abre sus mesas al buen tiempo y si el sol asoma, podrán disfrutar de sus deliciosas mesas colgadas sobre la Plaza de Oquendo y el teatro Victoria Eugenia. Saigón mata dos pájaros de un tiro, pues el lugar es precioso y bien atendido y apacigua el gusano ese que me atenaza cada quince días de querer comer picante de oriente, pues el marmitako, las pochas, la porrusalda, los pinchos y todo lo nuestro está muy bien posicionado en el mundo, es evidente, pero cuando el cuerpo pide mambo ardiente, hay que darle alegría y gusto al cuerpo macarena, ¡argf!

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En Café Saigon se encargan de poner a bailar a lo “agarrao” una gastronomía de origen vietnamita con toque tailandés y lo hacen con destreza y mucho swing. Nada mejor que empezar con un poco de arroz cocinado en hoja de loto, que dentro de su sencillez, está tremendo, tope perfumado. Nunca deben de faltar en la mesa unas buenas verduras orientales salteadas al wok y algún plato de fideo de arroz, los hechos al estilo Singapur están riquísimos, o pasta,  como los tan solicitados tallarines con marisco al estilo Thai. Las sopas también son un puntazo y entonan el cuerpo que no veas, la Wanton o la de tallarines con buey “Phò Bo” valen un potosí.

Se curran buenos rollitos vietnamitas fritos, las gyozas están muy logradas y de entre los platos principales hay algunos en concreto que es mejor no perderse: los cangrejitos fritos “Soft Shell Crabs” en tempura están reventones, y el pato asado guarnecido con berenjena al curry, es una delicia, sobre todo la berenjena, que está para comerse un quintal. Pidan salsa extra picante para mojarlo todo. Nunca faltan otros “imprescindibles” como la lubina al vapor con jengibre, las costillas de cerdo lacadas con miel, el pollo salteado al wok con anacardos o los langostinos Café Saigon entre otros. Hay dos menús degustación, Indochina y Kolonial, que triunfan como la Coca-Cola.

Así que vayan y gocen a rabiar, las chicas de sala, Anita e Irene, son un primor, atentas, dulces, eficaces, unas senadoras en toda regla y al terminar, con la panza bien acomodada, si tienen cuerpo serrano continúen con el copeteo en el bar interior del hotel o si hace buena noche, ahora en verano, en cualquiera de las terrazas, que están atendidas de miedo y en las que sirven unos tragos largos de peli de John Ford.

No hay duda de que Stijn, el sheriff del María Cristina, es un lince en toda regla porque tiene su hotelazo como los chorros del oro, un orgullo para la ciudad. ¡Larga vida a los hoteles con pedigrí!

Café Saigon
Plaza de Okendo, 1
Donostia – San Sebastián, Gipuzkoa
Teléfono: 943 42 66 89
http://restaurantecafesaigon.com/
Cierre: No cierra

COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Chinolis
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja/ Trabajo
PRECIO Menús de 30 a 38 € (IVA incluido); Carta 35-40 €

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