La gastroteka “Atari”

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Comer y beber alegrando el ojo.

Tradición renovada en los fogones, música reventona y copeo de nivel.

Nos gusta la gente con arrestos, que no se amilana con nada y saca pecho lobo para materializar, no sin ingente esfuerzo, lo que un buen día dibujó en su cabecita loca. Es el caso de Asier Arriola, un chaval que ante un panorama hostelero donostiarra bastante inmovilista y comodón, no le tembló el pulso planteando tabernas cálidas y contemporáneas, que bien podría encontrar uno en cualquier ciudad europea moderna sin despeinarse el tupé en el empeño.

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Mesié Arriola abrió las puertas del Atari un 23 de Febrero de 2010, sin miedo ni a Tejero ni a Milán del Bosch ni al mismísimo demonio, después de unas obras faraónicas que duraron tres años, inaugurando un garito cuya finalidad desde sus inicios fue rendir pleitesía al producto local, la tradición renovada en los fogones, la música reventona y el copeo de nivel, ¡ahí es ná! ¡viva Peret!

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atari_9El reto era cañero y el despliegue se preparó de acuerdo a las circunstancias, eligiendo una ubicación estratégica, frente al Atrio (Atari) de la Basílica de Santa María, en pleno cogollito de la parte vieja donostiarra, y toda la decoración giró en torno a la historia local más significativa. Dado que el lugar, en su fachada más larga con sus amplios ventanales, miran a la Calle 31 de Agosto, una manera ocurrente de participar con el entorno fue forrar gran parte del tasco con madera de roble quemada, escenificando el horroroso incendio que arrasó la ciudad en su día. No queda ahí la cosa, no pierdan detalle, a la entrada del establecimiento por esta calle encontrarán un cuadro realizado por Iñigo Aristegi, con clavos de forja obtenidos en la restauración de la Basílica, que por cierto se llevó a cabo en las mismas fechas y finalizó antes que las obras del Atari, ¡manda huevos!

Si uno decide entrar en el local por la calle Mayor, la cosa también tiene su enjundia, pues encontrarán un mueble de madera construido con vieja viguería de la propia iglesia de Santa María. Allí se muestran casi todas las sidras de Gipuzkoa y los txakolis de Euskadi, hermosos botes de piparras, bonito del norte, pimientos, etc., y justo frente a tan suculento rincón, una pared construida con maderos de antiguas cajas de pescado, en un claro homenaje al barrio, a la mar y a sus gentes, ¡nobleza obliga, ya saben!

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Pero mucho más allá de la historia, el arte y la música que sazonan con tremendo gusto el local, los asuntos relacionados con la manduca se cuidan también con mucho esmero. La idea desde un inicio fue rascar en el sustrato de la cocina vasca tradicional, echando mano a buena materia prima del entorno, sin pretender poner puertas al campo, pero tratando de cocinarla con raza, oficio y técnicas llegadas de otros lugares del mundo, si se tercia, pues muchos de los cocineros que ejercen en la casa se patearon medio mundo hasta llegar hasta el Atari.

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Sea como fuere, las elaboraciones son en su mayoría sencillas y llevadas a la práctica con mucha sesera y sentido común. Hay una oferta de pinchos y raciones tope sabrosona y es de los pocos garitos, si no el único de toda la parte vieja, que alberga en su cocina una parrilla de carbón para asar carnes y pescados.

Entre los pinchos y raciones irrenunciables, ya clásicos del lugar, el platillo de bonito, guindilla, anchoas y aceitunas, ¡bendita comunión!, el salmón curado en casa con crema de rábano y eneldo, morrocotudo, las croquetas de jamón ibérico o bacalao, bien cremosas, las bravas, los calamares fritos con alioli de ajos o la tostada de foie gras casera, que siempre cuenta con un sinfín de seguidores.

Hay otros pinchos que molan mazo, que diría la nueva virgen de la cueva Leticia Sabater, como la oreja a la plancha con chimichurri, los espárragos navarros, el arroz cremoso con alioli o la brocheta de langostinos con su vinagreta feliz.

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Si cogen sitio en alguna de las mesas del interior o en la placentera terraza y tienen tiempo y ganas de una jamada más pausada, decídanse por la chuleta con ensalada, patatas fritas y pimientos del piquillo para compartir o el solomillo “ChateauBriand” con verduras y salsa de vino, ¡ay, qué ricura! Rematen con una crema tostada de vainilla o un delicioso postre desmigajado de limón con su helado y bailen como los auténticos reyes del Mambo que son.

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No se vayan sin regalarse un copazo de los que marcan época, ¡aquí los sirven de puturrú!, ¡y el servicio es atento, simpático y viste bien guapo! Bien cierto es que allá fuera, bien sentados en la terraza, se detiene el tiempo viendo pasar gente y termina uno sin saber si está en la parte vieja donostiarra o en una plazuela del trastevere romano.

¡Ah!, y no olviden que a escasos metros, en la Calle Mayor, encontrarán el bar Sirimiri, capitaneado por el mismo patrón, un garito con un toque más informal para disfrutar de un picoteo de nivel y una lista de vinos y cócteles tope sugestiva y nada usual.

Lo dice el lema de la casa, no existe modernidad sin una buena tradición, y añadimos nosotros, que tampoco existe alegría sin imaginación. Viva la gente valiente que planta cara al mundo y genera riqueza, buen rollo, energía y puestos de trabajo. ¡Touché!

Atari Gastroteka
C/Mayor, 18 (San Sebastián)
Teléfono: 943 440792
www.gastroleku.com
https://es-es.facebook.com/AtariGastroteka

COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Modernito
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja
PVP: Pinchos desde 2,5 a 5 €; Medio: 30-40 €

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