Amansa a las fieras.
Cocina lacto-vegetariana ejecutada con gracia, diversidad y porrompompero.
Hubo un tiempo en que el “homo sapiens euskaditensis” pensaba que la comida vegetariana era apta únicamente para vacas y otros rumiantes, puro forraje, pienso para jilgueros. “Pero cómo vas a comer sólo verde, criatura”, y la abuela sacaba el aceite de hígado de bacalao y la botella de Quina Santa Catalina de las enaguas para despertar el apetito del sacrílego “lila” en cuestión. La insumisión al omnivorismo era vista como una actividad subversiva que hacía peligrar la industria pesquera, los menús de chuleta y tortilla de bacalao, el fútbol del domingo y la evolución humana. Hoy en día esas cuestiones se superaron y muerde músculo o paladea sangre el que quiere. Incluso el menda lerenda que aquí escribe, devoto carnívoro que canta loas a la muerte y al cuchillo matarife, disfruta como un gorrión masticando verdura y fruta a dos carrillos, perlas frescas que desgraciadamente no abundan ni en los restoranes ni en las neveras de nuestros domicilios, y que son la razón de ser de la alimentación sana y lozana. Añadir luego un filete de ternera o unas criadillas de cordero es cuestión de gusto personal.
La cocina vegetariana no es el alpiste que imaginaban nuestros hambrientos abuelos, pues puede ejecutarse con gracia, diversidad y un saber hacer capaz de rendir al mismísimo satán, tan necesitado de bocaditos de carne fresca. Un ejemplo de esta maestría para amansar a las fieras lo podemos encontrar en El Curry Verde, un pequeño tasco inaugurado en Hondarribia hace tres años. Escondido en una plazuela peatonal con mucho saborío, es el sueño de una pareja real y profesional. Xabier Mendizabal y Enara Ormazábal se queman las pestañas todos los días levantando la persiana, peleando contra viento y marea con una propuesta diferente y muy sabrosa. En esta era de pinchos de plexiglás y falsa tradición de cartón pluma es muy difícil encontrar alguien que vaya más allá de la cocina de «ensamblaje», aquella que se construye con dos salsitas monas, unos rayajos de reducción de vinagre dulzón y cuatro proteínas a la plancha, que suelen tomar forma de chipirón chungo, pluma ibérica con más tendones que el mástil de Gerundina o un pescadico de chichinabo.
Lo que hacen los chavales de El Curry Verde, guisando producto fresco y proponiendo una oferta de cocina vegeta mucho más que apetecible, es echarle ganas, valor y huevos colganderos. Lo normal en un antiguo asador reconvertido al siglo XXI hubiera sido un “gastrobar” apestado de “pinchodesurimichungo”, “chuletatonta”, “colitaderapeconsalmorejo” o “marmitakosingracia”, la tradición disfrazada con trapitos “deluxe” estilo “neo tasca vasca” y tapete de estampado «Saint Jean de Luz». Sin embargo, estos muchachos optaron por traer a Hondarribia el exotismo que preconiza el nombre de su local. Después de viajar por el mundo y llegar hasta las mismísimas quimbambas, volvieron al pueblo para tirarse a la piscina y de paso alegrarnos la existencia a los vecinos. Por dieciséis eurillos ofrecen un menú variado que mantiene lo que más gusta al personal e introduce novedades al vaivén de los productos de temporada, falafel, rollitos de pasta de arroz rellenos de verduras con salsa de cacahuete, guisos de cuchara, ensaladas contundentes y originales, tabulé, lasaña de berenjena, pad-thai con tallarines de arroz, pasta con salsa de hongos o curris vegetales bien atractivos con arroz de grano largo. Cocina lácteo-vegetariana con opciones para veganos estrictos y apertura de ojos para los que se piensan carnívoros irreductibles. No lo duden, incluyan en la lista de deseos el hummus, las samosas, las croquetas de hongos o el guacamole hecho a conciencia, además de las curiosas albóndigas de setas que hacen en invierno y una pastelería sin pretensiones pero la mar de sabrosona, “crumble” de manzana asada, bizcocho de zanahoria y nueces, tarta de queso o pedazo de yogur con confitura de mango.
El menú incluye agua y pan, pero si prefieren acompañarlo con un poco de vino, en El Curry Verde les ofrecerán algunos tragos ecológicos de bodegas pequeñas y familiares que garantizan un buen rollete sorprendente.
En la recoleta callejuela frente al local quizás no esté el sol garantizado, pero sí al menos la terraza para comer al aire libre y dejar pastar libremente a la chiquillería. Sería de agradecer que los ayuntamientos fueran flexibles con los pequeños hosteleros que se baten el cobre para sacar un jornal y pagar impuestos, por comentar. Para los menos comilones hay opción de medio menú, con segundo plato y postre por trece eurillos de nada y un menú infantil que afortunadamente se sale de los cánones del pollo con patatas fritas y croquetas. Lo mejor es que sale uno de allá con esa sonrisa beatífica que da el haber jamado distinto, rico y sano, con la firme convicción de que puede cambiar uno de credo, religión y hasta de hábitos alimentarios. Ahí es nada, ¡tenemos a Arconada!
El Curry Verde
Santiago Kalea, 67
Hondarribia 20.280 Gipuzkoa
Teléfono: 943 537 779
Web: www.elcurryverde.com
Email: elcurryverde@hotmail.com
Cerrado: Los lunes, en julio y agosto lunes y martes.
COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Modernito
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja
PVP MEDIO 16 €