Alameda

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O del reino de los Txapartegi.

Una cocina contemporánea que hunde sus raíces en la gastronomía vasca de raíz.

Los hondarribitarras estamos orgullosos de nuestra historia y de tener más paciencia que el dichoso santo Job, pues soportamos con orgullo y gallardía innumerables guerras, asedios y contiendas: en los siglos XIII, XV, XVI, XVII, XVIII y XIX, ¡toma Geroma, pastillas de goma! Por si acaso de repente se levantaran los zombis o los franceses se volvieran belicosos seguimos luciendo murallas y baluartes, pues nunca se sabe. Lo que sí está claro es que alardeamos, nunca mejor dicho, de las glorias del pasado y que tenemos palacios y piedras de sobra para recordarnos de dónde venimos y cómo ocurrió, que la memoria es muy quebradiza y a veces juega malas pasadas.

Junto a la entrada del Casco Viejo de la ciudad, cerca de la Puerta de Santa María, hay otro monumento que perdura y atesora nuestras tradiciones. El edificio es decimonónico y bien lucido, pero lo que importa es lo que está dentro, que vale un potosí. En el Alameda disfrutarán ustedes de cocina auténtica, sincera, modesta pero a la vez maravillosamente refinada y potente, ¡abracababra, aquí todo es posible!

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Gorka Txapartegi, jefe de cocina y una de las cabezas del triunvirato Txapartegi que rige el negocio, dice siempre que “no se puede avanzar sin una parte de nuestro pasado”. Por eso sus platos ahondan en las raíces de la gastronomía vasca, a muchos metros bajo tierra, pero con un aire contemporáneo. No en vano pasaron más de setenta años desde que el Alameda abriera sus puertas, y la tercera generación al frente del local ha innovado, reformado y evolucionado con mucha torería, luciendo escaparate en internet y las redes sociales, pero conservando el poso de la historia y aquellos recuerdos de una vieja parra bajo la que comíamos callos y arroz todas las fiestas de guardar.

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alameda_7bEl fermento de su rutilante estrella Michelín fue el bar merendero original, una tasca donde los domingos después de misa triunfaban los tigres, las albóndigas, los morros y todas esas golosinas que nos calientan el morro que no veas. Ya entonces se juntaban los vecinos en cuadrillas para tomarse unos vinos, cantar y volver calientes a casa con poca hambre. Esta costumbre, que debiera estar en la lista de Patrimonio de la Humanidad, se ha vuelto a recuperar en el Alameda.

Gorka, Kepa y Mikel han reabierto hace escasos meses la taberna primigenia. Ahora es tan moderna y acogedora como su hermano mayor el restorán, pero no se dejen engañar por las apariencias. Allí podrán probar las recetas de la amona, platos sencillos y caseros llenos de un saborazo del copón. Los famosos tigres picantes, alcachofas fritas, croquetas, calamares, sardinas… fórmulas sacadas del recetario familiar, como los morros y los callos, que refrescan recuerdos del pasado y nos inundan de feliz gelatinosidad, ¡menudos fenómenos!

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Los Txapartegi unen su memoria a la de la ciudad entera para evocar en su cocina el gusto de su entorno. La materia prima es local de verdad y con fundamento, a veces sacada de su propia huerta o si no, procedente de proveedores que son amigos y convecinos. Las verduras, por ejemplo, provienen del caserío Manttale y Bordatxo, y los pescados de la lonja de la misma localidad o de San Juan de Luz. Basándose en el respeto al producto y a su pasado, el Alameda ha creado un estilo propio, culto y moderno en el que todos podemos reconocer nuestra propia historia de sabores y olores.

Si optan ustedes por entrar al comedor o reservar la terraza en día soleado, podrán vivir esa sensación que dejan los sitios a los que quieres volver una y otra vez con la ilusión del primer día. Frente al asedio de las tropas de cocineros sin chispa ni gracia, el lugar resiste el envite con tesón, buen trabajo y sentido común. Luego no se me quejen si se vuelven adictos a su huevo termal, con bien de patata trufada y sopa de ajos frescos, su solomillo con pastel de patata y beicon, su pescado del día, con distintas guarniciones a elegir, a cada cual más apetitosa, o sus soberbias y casi obscenas torrijas.

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Todo está de morirse de bueno, las setas de temporada asadas con velo marino, son un invento del demonio, exquisito y refinado. Las alcachofas crocantes con tocino aromatizado es verdura que ahora está fetén y el tártaro de txitxarro marinado con limón y aceitunas negras o las ostras de Marennes–Oleron con caviar cítrico, coliflor y algas tienen ese puntazo Txapartegi que tanto cautiva al respetable.

Tremendas las manitas de cerdo guisadas, con crocante de patata y lima, y ahora, en temporada, imprescindible algo de caza, hinquen el diente a la paloma torcaz guisada al Armañac, con puré de castañas, y fliparán en cinemascope.

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Dejen sitio para el postre, ¡por dios!, el pastel fluido de avellana tostada es un clásico monumental de la casa, pero igual de pletóricos están el helado de leche de oveja, naranja amarga y galletas o el llamado cromatismo de otoño, que bien podría ser poema de Gabriel Celaya, pero es un dulce de calabazas, naranjas y frutos secos en feliz armonía y rima deliciosa.

Tienen distintos menús, Gartzinea, Hondarribia y Dastamena, a precios bien diversos -35, 50 y 80 euros respectivamente-, para que todo quisqui pueda darse el gustazo de zampar en una casa que destila toda la casta y profesionalidad de sus dueños. ¡Viva Hondarribia y los hermanos Txapartegi!

Restaurante Alameda
Minasoroeta, 1
Hondarribia (Gipuzkoa)
Teléfono: 943 642 789
Web: http://restaurantealameda.net
Email: info@restaurantealameda.net
Cierra: domingo noche, lunes y martes noche

COCINA Nivelón
AMBIENTE Campestre

¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja / En familia
PRECIO 90 €

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