Can Ravell

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O de una atmósfera “Vintage” y casta que te atrapa de pies a cabeza.

Una casa de comidas única, con ranciedumbre y solera de aúpas.

Can Ravell es un lugar casta en el que podemos comer en Barcelona, ¡como hay un dios! Mantienen su antigua denominación de mantequería, palabro que incita a la glotonería ipso facto, y el solo hecho de poder zampar en un colmado con una historia tan fascinante envuelve la excursión de un halo misterioso que le hace sentirse a uno el Carvalho más pletórico de Montalbán.

Todo esto no pasaría de mera anécdota si lo que se trajinara en la trastienda de este refinado establecimiento no estuviese a la altura de las circunstancias, pero a dios gracias el nivel de la cocina es fetén, con una manduca suculenta de veras, materias primas que se salen, escogidas con el mayor tino del mundo para satisfacer a las andorgas más hedonistas del planeta. Como sentenciaba precisamente este detective titán y fetiche del añorado escritor catalán “comer solo siempre produce bajón. Ante este problema, sólo vale comer mucho y bien.” En este sentido, en Can Ravell te solucionan el entuerto en un santiamén.

Hace ya más de ochenta años que Ignasi Ravell compró el establecimiento donde había estado formándose y abrió las puertas de Mantequería Ravell, un lugar en el que el cliente podía encontrar todo tipo de artículos, sobre todo comestibles de primera necesidad. Al parecer un día un tipo entró en la tienda y le pidió una botella de lejía. No tengo, contestó Ravell -teniendo un estante lleno bajo el mostrador-. En su mente debió activarse algún resorte, y desde ese día decidió cambiar el negocio por completo, los dependientes dejaron de lado el guardapolvo y pasaron a vestir americana y corbata, especializándose el garito en los productos más selectos del mundo a los que tuvieron acceso. ¡Menudo casta el bueno de Ignasi!, incluso cuando estalló la Guerra del 36, y a pesar de que la tienda permaneció cerrada algunos años por falta de mercadería, consiguieron que su negocio floreciese en plena época de racionamiento, elaborando diariamente pasta fresca, ¡vaya tiempos Mariví!

En 1994 murió este hombre insigne y a pesar de las dudas iniciales de su hijo Josep, que de chaval iba de casa en casa sirviendo canelones a sus clientes, pronto tomó las riendas de un local que comenzó a dar de comer hace más de cincuenta años en una mesa cuadrada de la rebotica, en la que los clientes se sentaban en cajas de vino de madera. Ha llovido lo suyo y el relevo estuvo a la altura porque Can Ravell es hoy uno de esos lugares irrenunciables de la ciudad condal, una casa única, con ranciedumbre y una solera de aúpa.

Si entran a este establecimiento de la calle Aragón alucinarán en colorines con sus estanterías repletas de golosinas, una charcutería de vicio y bebercios de los más exclusivos del mundo, pero traspasen la frontera y gocen de veras, pues tras la tienda se esconden mesas corridas para pocos comensales y subiendo una escalera de caracol miricol, cruzando la cocina, ¡tachán!, descubrirán más salones propios del estraperlo de acogedora atmósfera vintage. Vendan su alma al diablo y encomienden su apetito en las manos de la jefa de cocina Laia Freixinet y su segundo, Julián García, que condimentan con soltura y manos de ángel.

Su ensaladilla rusa está para tirar cohetes, igual de tremendo que el tomate confitado con bonito en escabeche tuneado en casa, abren la lata y lo vuelven a aliñar los muy cabrones. Nunca faltan canelones ni otras pastas como la lasaña de verduras.

Visten huevos fritos de diversas maneras, con navajas, con morcilla de Graus, pero los que van acompañados de foie gras, reducción de oporto y patatas fritas son timbre de la casa por razones engordantes más que justificadas.

Los arroces, los potajes y los guisos tradicionales catalanes se salen del mapa, irrenunciables entre ellos, las lentejas con oreja y papada o los garbanzos con chorizo picante entre otros.

El día de autos zampamos un cuarto de lechal asado con un pellejo crujiente que se te iba la pinza. El cordero con cebollitas caramelizadas y el pollo de corral asado están también de muerte.

Si les acaba de tocar la lotería y están de suerte por partida doble probablemente encontrarán fuera de carta ricas angulas, platos con tartufo de alba o trufa negra, el mejor caviar posible y cerca de la primavera, guisantes de Llavaneras.

Postres igual de suculentos, así que no renuncien a esa torrija de Santa Teresa hecha con panettone que es un canto a la glotonería más gourmand, una estupenda crema catalana, un tiramisú o una tarta tatin que rematan estupendamente la faena.

No hagan excesivas cábalas, pues el bueno de Josep, un tipo con un criterio más que fundamentado, les sabrá provocar como nadie de viva voz con su listado de platos del día. La selección de vinos, champagnes y aguardientes también es tope refinada y acertada.

El lugar mantiene la cocina abierta de diez de la mañana hasta las siete de la tarde ininterrumpidamente, ¡vaya cracks!, y las cenas solo se sirven a grupos concertados con la puerta metálica bajada en absoluta intimidad, en un ambiente de lo más confidencial que seguro que a Carvalho le hubiera encantado; no en vano insistía siempre en que “el sexo y la gastronomía son las cosas más serias de la vida”. Eso es así.

Mantequería Ravell
Can Ravell
Aragó 313
Barcelona
Tl. 934575114
ravell.com

COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Tasca
¿CON QUIÉN? Con amigos
PRECIO 60 €

6 comentarios en “Can Ravell

  1. Oscar

    Más que un atracón a mano armada!!! Nos clavaron de mala manera por una comida sin mucho cariño y nada especial, todo por dejarnos aconsejar por el que nos atendió! Hemos comido en muchos sitios, desde el Algarve hasta la India, de estrellas Michelin y ventas de carretera, comida en la calle en Hanoi, Heston Blumental cuando tenía sus tres estrellas en Inglaterra, pinchos en el Pais Vasco, atun en Cádiz, pulpo en Galicia, curry en Tailandia,…, en fin, de todo, bueno, malo y regular!
    Este sitio its a fucking tourist trap (excuse my language…), me pone de mala leche acordarme de la visita a este sitio con aires de especial y productos de supermercado bueno a precio de oro! freir huevos y poner trufa encima lo hace mi hijo de dos meses….
    Un saludo y enhorabuena por RobinFood!! Nos encanta!

  2. Rafa

    De entrada es una charcuteria de lujo, pero en la trastienda es una casa de comidas de las de verdad. Trato proximo pero correcto. Copas Riedel y cuberteria de las de antes. Los canelones buenísimos y el cochinillo de los mejores que he probado. Hay que conocerlo.

    Rafael Campillo

  3. Jordi

    He ido incontables veces. Los guisantes de Llavaneres, los tomates del Maresme, el cordero al horno y la trufa blanca son delicadezas fuera de serie, no es barato y cuidando tanto el producto no podría ser que lo fuera.
    La gama de vinos y licores es excelente, el local es único y sorprende a cualquiera. Es uno de mis favoritos de siempre que vuela por encima de modas pasajeras y rebosa saber hacer, amor por la cocina, la tradición y el buen gusto.

  4. Pau

    Leo el artículo, florido y churrigueresco, de Jorge de Miguel sobre Can Ravell, y leo a continuación una crítica que podría muy bien ser del Capitán Tan, el de Los Chiripitifláuticos que alardeaba cansinamente de «sus viajes a lo largo y ancho de este mundo». En este caso, un mundo gastronómico.

    De Jorgel nos habla de maravillas mientras el crítico advenedizo las destroza una tras otra.
    ¿A quien creer, pues?
    Me alejo un poco del lirismo campechano del primero y huyo de los pomposos narcisos que no por mucho viajar serán nunca viajeros. Como mucho, viajados.

    Confieso conocer el local (si ello exige confesión) y admito mi gusto por su oferta.
    En Ravell, como cómo como, como me gusta comer; buenos productos y bien tratados.
    Efectivamente, si pido un huevo frito con trufa, sorpresa, me traen un huevo frito con trufa.
    Quizá si tuviera en casa un niño de dos meses que los hiciera, no iría a comerlos fuera. Pero la grandeza del plato es su simplicidad. Quizá alguien espere que se lo sirvan con salsas de técnica refinada o en presentaciones que en según qué platos són atractivas y en según qué otros, molestas.

    También he de declarar (como imputado por ser cliente) haberme encontrado en el local con muchos de los grandes chefs que se citan en la filípica amonestación del cliente. ¿A quien creer, pues?, repito: ¿a quien cita su devoción por los cocineros famosos o a los cocineros famosos citados que rinden devoción a este local?

    Va a parecer que soy el fiscal que defiende a Can Ravell, en la más pura tradición Horrach.
    No es mi negociado.
    Sólo planteo las preguntas que me surgen al leer una y otra opinión.
    La experiencia me dicta creer al profesional.
    Y respetar y atender, por supuesto, las opiniones de todo el mundo; ocurre que algunas se desautorizan solas, sólo por la jactancia que destilan.

    Seguro que, entre el paraiso psicodélico y las tinieblas dantescas de uno y otro artículo, si visitan el local encontrarán un lugar en el que comer de verdad; sin aparato, pompa ni circunstancia. En el que los huevos con trufa son huevos con trufa.

  5. Mario

    Vaya pinta el sitio! Habrá que probar!!

    Pero vaya con los comentarios!!! No suelo hacerlo pero no puedo evitar decir algo!

    El del «viajado» mal, bastante mal, viajar enriquece y todas esas comilonas seguro que dan cierto criterio, pero no es excusa y ni saber absoluto. Parece que fue una mala experiencia y le puede pasar a cualquiera en cualquier lugar, y se ve que en la calentura del momento su «comportamiento» se hace hasta comprensible….

    Pero y este último Pau? Insultar con respeto sigue siendo insultar hijo…. no basta con decir que se respeta! quién es el florido aquí? vaya parrafada que suelta!! tanta finura barata y tanto ataque al otro comentarista?? lo siento pero me ha sentado mal leer tanta cursilada, soberbia, premeditada escritura fina de querer llegar y no poder… ¿a quién creer dice??!! ¿pero qué es esto?? solo un blog gastronómico creo….
    si a ti te gusta el sitio se dice y punto, si no te gusta se dice y punto! al menos yo lo veo así, que enterados y tertulianos de tres al cuarto ya nos sobran! eaaa!!

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