Elosta

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O de un chef vocacional.

Un garito reconvertido hoy en lugar luminoso, contemporáneo y de provecho.

No será porque no les doy la matraca infinidad de veces, pero ser cocinero es asunto serio y puñetero al que conviene enfrentarse en primera instancia cuando uno es mozo e íntegro, tiene sus ilusiones intactas, chute para rato y cuerpo serrano para aguantar y comerse lo que le echen. En lontananza a buen seguro le esperan tropecientas mil comandas del demonio, jefes de cocina con muy malas pulgas, mandiles mugrientos consumidos por la mugre de la chapa pulida piedra pómez en mano, decenas de zuecos descalabrados del uso y yemas de los dedos rebanadas como jamón de York. Eso es así.

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Cuando uno ha sido un zopenco en los estudios y adivinó en los fogones un futuro airoso o al menos provechoso, se embarca en esta aventura del sofrito como un miura gallardo de pitones bien plantados; la realidad se encarga luego de frenarte la embestida casi en seco, pero para entonces y a pesar de los pesares, lo más probable es que ya estés enganchado hasta las trancas a este jodido oficio, paradojas de los amores irracionales que tanto daño hacen.

elosta_2Mikel López cumple con el patrón que tantos seguimos: empezó en este mundo siendo adolescente cuando, tras varios castigos por notas desastrosas tuvo que decidir entre seguir estudiando o ponerse a trabajar. Y se tiró de cabeza al laburo, sin pensárselo dos veces, pasando un año en el Atalaya del gran Inaxio Muguruza y otros tres con Pedro Subijana en el Akelarre hasta decidir echar una mano a su hermano Dani en la apertura de su coqueto Kokotxa, en el cogollito de la parte vieja donostiarra. Pero los inviernos en la Bella Easo se hacen largos, así que cuando todo iba viento en popa, Mikel se mudó a Baqueira, en el Valle de Arán, para llevar adelante el restaurante Arties durante ocho años. En ese tiempo hizo las maletas y viajó por Argentina y media España, empapándose hasta las trancas del mundo japo y de fusión, algo que siempre le había apasionado, pues siendo un enano cuando apenas levantaba un palmo del suelo, se lo pasaba en grande capturando buenos bichejos en la mar, limpiándolos a conciencia y zampándoselos en buena compañía en la playa de Ondarreta, ¡verdadero Robinson Crusoe el amigo Mikel!

Un buen día se dieron las circunstancias, esa especie de alineación planetaria que te pone frente al cogote esa oportunidad con lo que tantas veces soñaste, ¡montar tu propio garito! Así que míster López y su equipo lo tuvieron claro, inaugurando en Donostia un lugar en el que servir platos de influencia peruana y carnes y pescados cocinados “a la vasca”, ¡por qué no!, sin ataduras de ningún tipo, que ancha es Castilla y no están los tiempos para ponerle puertas al campo. Encontrado el local, vislumbaron las posibilidades y una cosa les llevó a otra. Chispum.

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El Elosta, aquel restaurante clásico de Gros esquina con la playa de la Zurriola que en su momento tuvo sus días de gloria, se ha convertido hoy en un lugar luminoso y contemporáneo.

El estilo “old school” revestido de madera con botellero de relumbrón dio paso a un local en diferentes niveles, diáfano, con una barra de sushi en la parte de abajo en la que se trajina a diario con pescado requetefresco y un comedor superior moderneta y muy agradable, un Elosta reinventado a los tiempos que hoy nos toca vivir.

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Así que ahí están desde este verano batiéndose el cobre en la barra y cocina, Mikel con Luis, Gabriel y Sofía Córdova, la mujer del patrón, dueña y señora de la sala, aconsejando a diestro y siniestro sobre la jamada con una claridad que se agradece. Entre lo que propone apuesten por el tataki de atún, que está pelotudo de veras y los tiraditos, tremendos, el de dorada con salsa de lima con un ramalazo exótico que es la bomba y el de atún con salsa ponzu, leche de coco y togarashi, delicioso, con una punzada que es como una corriente eléctrica de 220 vatios en el pitilín.

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No faltan tempuras, -de verduras o langostinos-, ensaladas bien apañadas como la de algas y pepino o la de rúcula con pollo de corral confitado y parmesano, ni ceviches ni sopas miso humeantes que entonen el cuerpo. Por supuesto algunas piezas japo tienen que caer al coleto, especialmente recomendables el gunkan de Ikura -huevas de salmón salvaje- o el de tártaro de salmón, los nigiris de ventresca de atún, el maki tai mint y el crispy dragon roll de anguila, aguacate y tobiko, entre otros.

Para los morretes menos intrépidos siempre hay algún pescado o carne de corte terrenal como el bacalao confitado con tomate asado o el lomo de vaca con patatas a la vainilla, pimientos asados e Idiazabal.

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Postres golosos y tentadores, el bizcoho de chocolate fundente con helado de coco y vainilla o el “cheesecake” de dulce de leche con helado de pistacho son el mismísimo demonio vestido de Prada.

Rematen la faena, -de perdidos al río- con alguno de los apetecibles cócteles o trínquense un gin tonic de campeonato, que nos quedan dos telediarios y hay que exprimirlos hasta reventar. ¡Que ustedes lo gocen con salud!

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ELOSTA RESTAURANT & SUSHI BAR
Paseo Colon nº 41 (San Sebastián)
Teléfono: 843.63.03.25
www.elostarestaurante.com
elostarestaurante@gmail.com

COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Modernito
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja
PRECIO 30 €

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