O de una cocina natural, popular y exitosa.
Una explosión pirotécnica de fuegos artificiales y sabores nítidos y extremos.
Muchos de ustedes recordarán “Nighthawks”, la obra más conocida de Edward Hopper, un cuadro fiel a su realismo pesimista que nos presenta la escena inquietante de un “diner”, uno de esos restaurantes típicos americanos de después de la guerra, con amplios cristales y sus clásicos asientos circulares anclados al suelo, garito inspirado en el distrito histórico de “Greenwich Village”, cuna de la cultura más bohemia del lado oeste de Manhattan. Es de noche, la calle está desierta y dentro del establecimiento tres clientes permanecen ensimismados, a su pedo, sin hablar ni mirar a nadie: se palpa la soledad y la frialdad es tan grande como la luz de neón que los inunda en una visión de la vida urbanita moderna reflejada con un vacío descomunal.
No estamos aquí para ponernos estupendos analizando el calado de uno de los cuadros más reconocibles del arte americano, ¡estén tranquilos!, tan solo compartimos una sensación que nos vino de golpe en cuanto aterrizamos en Chifa, el restorán que hoy nos ocupa. La curvatura de la fachada del local, la gran cristalera que la rodea, la disposición de la barra, el aspecto austero y lo angosto del lugar encendieron la mecha del recuerdo del gran Hopper, aunque lo que se cueza entre sus paredes, afortunadamente, tenga de gris, claustrofóbico y solitario lo mismo que el que esto escribe de bailarina del Bolshoi.
Chifa es término peruano de una expresión cantonesa, que define tanto la comida china criolla como el propio restaurante que la sirve, continente y contenido en el mismo saco. El palabro, tan breve como sonoro, concentra la esencia de la fusión gastronómica asiática y americana, ¡ouh yeah!
Estanis Carenzo y Pablo Giudice, dos bonaerenses bien viajados y comidos, trajeron esta fórmula ardiente a los madriles hace ya unos siete años, viendo crecer esta corriente en el barrio chino de su Buenos Aires natal, y sus constantes viajes a Lima y Los Ángeles les convencieron de que el invento era todo un hallazgo.
Chifa es pues un homenaje a la ciudad de Lima, “que nos abrió los ojos a lo que es una fusión natural, popular y exitosa” dicen sus artífices. Su acogida fue tal en el local inicial de Modesto Lafuente, entonces llamado “Sudestada”, que poco después se trasladaron a un local mayor en la vecina calle de Ponzano. Ahora conviven los dos, el laureado Sudestada y este Chifa que ha vuelto a su localización original. Apenas hay siete mesitas apiñadas, con una barra en el centro y una minúscula cocina de casita de muñecas a la vista, aún así el lugar tiene un encanto manifiesto.
Una vez sentados no valen las medias tintas, pues el tiroteo de su carta es breve y demoledor, platos de base peruana mezclados con diversas cocinas asiáticas en los que se respeta la autenticidad de los sabores orientales, sin occidentalizaciones pasteurizadas. Recetas de origen tailandés, malayo, vietnamita, indonesio, bien aderezadas y condimentadas con hierbas y especias, cilantro, ajos, chiles, jengibre, galanga, limoncillo, así que vayan preparando el morro para esta explosión pirotécnica de fuegos artificiales y sabores nítidos y extremos.
El escabeche filipino de bonito, con los tacos cocinados en vinagre de frutas y guarnecidos de fritanga de verdura está de muerte, acompañado de mucho cilantro fresco y pan de sal, una especie de pedazo de bollo con el que podrán hacer barquitos en la salsa y flipar en “cinemascope”.
Magnífico también el cebiche completo, recetilla que elaboran con corvina, vieiras y navajas, potente y auténtico, con su ración de camote, maíz, cebolla roja y cilantro, con una leche de tigre para beberse un quintal. La ocapa negra con huevo de té es crema peruana muy popular y las empanadillas de pollo y huitlacoche, repletas de contrastes, son los otros dos entrantes que propone la casa.
Los segundos platos tampoco se extienden mucho más allá, unas seis o siete opciones, así que si su estómago puede, zámpenselas todas compartidas y no se arrepentirán. El seco aromático de cordero con puré de patatas y albahaca thai es atómico a más no poder, un petardazo lleno de sabor y matices. También espléndido el arroz chaufa pekinés, salteado con pato en dos cocciones, trozos de piel lacada por un lado y pechuga de pato asada por otro, acompañado de huevo planchado.
El cuadril saltado es su personal versión del lomo saltado peruano, hecho en este caso con corte argentino, el “cuadril” o cadera de vaca. Muy en onda chifa también el tamal de pato con curry verde, los ricos tallarines saltados con cerdos, mariscos y salsa picante, elaborados con harina de trigo biológica, y la parihuela japonesada, un guiso de pescado muy típico de las zonas costeras peruanas, hecho con corvina y mejillones de roca y el peculiar toque japoneto del aka-miso.
Si quedan arrestos dejen sitio para alguno de los postres, golosos hasta el extremo. Soberbia la crema de vainilla cuajada y tostada o el pastel tres leches de Chai. La carta de vinos es corta pero muy apetecible y en la sala Pablo Giudice se lo curra como un titán. Chifa derrocha autenticidad y vida a mares, justo lo contrario de lo que destilan los “halcones de la noche” de Hopper, arrugados y ausentes.
Chifa
Modesto Lafuente, 64
Tel.: 91 534 75 66
COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Modernito
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja
PRECIO 40 €