O de un restaurante como en la vieja Pompeya.
Un refugio navarro del gozo sin bobadas que nunca pasa de moda.
En verano, más que nunca, quizás porque todo adquiere una dimensión más relajada, uno se deja ver con bastante frecuencia por casas de comidas que se preocupan por la felicidad llana del comensal, lugares apacibles de ambiente pausado que se lo curran para hacernos felices a los que nos sentamos en sus mesas. De entre todas ellas, si hay una que representa como pocas el útero materno de la cocina verdadera con toda su placenta, esa es indiscutiblemente el Kasino de Lesaka, refugio del gozo sin bobadas que nunca pasa de moda.
El restorán se encuentra en el cogollo monumental de la localidad navarra, en la misma plaza frente al ayuntamiento, en los bajos de una antiquísima casona reventona de ilustre pasado, no en vano el lugar es un núcleo cargado de historia en el que ilustres familias se dedicaron desde tiempo inmemorial a trabajar como leones traspasando las fronteras del mundo conocido y por conocer, a bordo de naos, carretas y caballos.
Si el hambre les empieza a arañar el estómago dejen el paseo para más tarde y entren al tasco sin perder un segundo, podrán hacerlo por el bar o por el portal que ofrece acceso directo al fogón, siempre es un gusto saludar a Josefina antes de sentarse a comer, nunca faltan en la encimera cestos de huevos y baldes llenos de patata y cebolla cortada para tortilla, uno de los timbres de gloria de la casa. Además atesoran una cocina roja preciosa que se abre al comedor, pues el habitáculo está expuesto a la sala y uno puede alucinar en cinemascope comprobando cómo aún hoy existen garitos en los que se estofa con lumbre de carbón, como en la vieja Pompeya.
En la cocina junto a la patrona Josefina se baten el cobre su hijo Imanol y Eva, además de alguna que otra mujer que se ocupa de ayudar en los fogones y en la sala, etxekoandres de tomo y lomo con más fuste que los galgos de carreras. Junto al fuego verán una pequeña mesa camilla ocupada siempre por alguien pelando pochas, limpiando vainas o desgranando guisantes, allá suele sentarse de vez en cuando la jefa para coger aliento, pues la acaban de intervenir quirúrgicamente de una muñeca de la mano y pronto rematará la otra, y no sabe estar en otro lugar que junto a sus ollas y sartenes, lleva toda la vida en este rincón y no sabría estar cómoda ni en la playa de Biarritz ni en el hall del hotel Palace porque no hay sitio más feliz que donde andan sus clientes y su gente, removiendo los sofritos, ¡vaya casta!
Así que después de observar con detenimiento y recreo, entren en materia sin remordimiento: en el bar sirven bocatas, raciones o un caldo si alguien necesita reconfortar la kupela y en las mesas del comedor se mezcla una fauna increíble de gentes de todo tipo y condición… algunos obreros con buzo mahón de los talleres cercanos, sus patrones vestidos de traje y chaqueta, comités de empresa, paisanos, guiris, caminantes de paso o capitalinos que hacen muchos kilómetros para disfrutar de una cocina rica de veras guisada con pausa y tiento, cuyo único objetivo es hacer feliz al prójimo, propósito que no se estila ya ni en la santa misa de los domingos.
Nunca faltan en carta las grandes especialidades navarras, el txuri-ta-beltz, la sangrecilla, las fritadas, el ajoarriero, las magras con tomate… y son irrenunciables los fritos, realmente siderales, hechos en casa y tope variados -huevo relleno, croqueta de queso, jamón, chuletilla villeroy, San Jacobo de jamón y queso, etc.- Los guisos de cuchara son de campeonato, ahora en verano estofan una pochas viudas que sirven con piparras picantes que levantan a un muerto de la tumba y en temporada ofrecen caza guisada para caerse de espaldas y romperse la crisma, “txolomas” en salsa, jabalí al vino tinto, liebre en salsa de chocolate y perdiz a la cazadora, ¡qué perdición!
Pero la gran cabaretera de la carta es la tortilla de patatas, de la que salen un ciento de cocina cada día, los menús deben arreglarse partiendo de ella, lo que significa que uno calcula el apetito que calza y el hueco que deja la tortilla en su estómago lo ocupará el resto de platillos que acompañarán el festín. Eso sí, cuando reserven adviertan que comerán tortilla para no encontrarse una vez llegados al lugar con el disgusto de que no queda, ¡ándense al loro! Parte de su misterio radica en que la patata se parte en lascas finas y se sofríe con cebolla en aceite de oliva hasta que pocha y frita, se mezcla con huevos batidos y se cuaja en sartén de hierro sobre las brasas en forma de rulo, tortilla alargada como la sombra de los cipreses de la novela de Miguel Delibes, ¡ricura sin igual! Bien tostada por fuera y babosa por dentro, cuando te la sirven le tiemblan a uno las rodillas como el primer día que pisó de crío una casa de citas, déjense de chorradas y cómanla con cuchara para no dejar ni gota de huevo.
Los postres son caseros y descomunales: canutillos fritos con crema, tarta de queso, leche frita, arroz con leche, cuajada, flan o lo que se tercie.
Antes de salir pasen por la cocina y besen en las mejillas a Josefina que se deja el pellejo guisando, que dios padre, hijo y espíritu santo la guarden y le restauren las manos para que siga cuajando tortillas por los siglos de los siglos, ¡amen!, recen por ella seis avemarías y un padrenuestro.
Ahora sí, antes de coger la moto o el auto y salir pitando de Lesaka vale bien la pena darse un garbeo por las callejuelas del pueblo para bajar la comida y admirar el verdor del paisaje. Lleguen vivos a casa y no se me despeñen por las cunetas.
Kasino
Plaza Vieja 14
Lesaka-Navarra
Tel: 948 637 152
COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Campestre
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja / En familia
PRECIO 40 €
Me meo de la risa¡¡¡¡Ya no se estila hacer feliz al prójimo ni en las misas de domingo¡¡¡¡ Muy grande, amigo¡¡ Viva Rusia¡¡¡