Karlos Arguiñano

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O de un restaurante con casta para dar y regalar.

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Ejerciendo el oficio con optimismo, profesionalidad, agallas y sentido del humor.

Individuos en el mundo existen de todo pelaje y condición pero en resumidas cuentas y comparando, somos casi todos igual de tontos, morfológicamente parejos. Hay quien no puede pasar un verano sin pisar su chiringuito de Alicante, tostándose vuelta y vuelta como una gamba de Palamós para poder trincar mares de sangría con regusto a limón chungo, para gustos los colores, ya saben.

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Cada uno tiene sus propias preferencias estivales que dignifican sus propias lorzas porque en el fondo, amigos, todos nadamos en una ciénaga insalvable. Ente los planazos que más tarde o temprano caen impepinablemente por estas fechas están el burduntzi familiar al más puro estilo de pirotecnia Zamorano, una sardinada guarra en cualquier rincón costero alejado de los cajeros automáticos, un atracón de melones y albaricoques, un voltio en moto cuando la noche refresca el calor del día y la visita inexcusable a dos garitos, que como dicen los horteras, te reconcilian con el mundo: el Kaia de Getaria y sus rodaballos de exposición y el garito de Karlos Arguiñano, expuesto a un paisaje a pie de playa capaz de fundirte las retinas; comer allá mirando al mar y prolongar la tertulia con un cubalibre en la terraza a la fresca es el sueño de cualquier Orzowei que vista tanga de leopardo.

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Arguiñano, que como todo pichichi sabe es un senador de tomo y lomo, vio cumplido por fin en 1978 el sueño de su vida, abriendo su propio tasco frente a la hermosa playa de Zarautz en una casa señorial de principios del siglo XX, que algunos años más tarde ampliaría a lo grande con un hotel del copón de la baraja. Karlos ha triunfado como la Coca-Cola allá donde ha puesto su patita porque es tigre listo a más no poder, pero a pesar de todo el recorrido jamás descuidó su casa y todavía hoy confiesa que a pesar de todo lo andado si algo le hace feliz es ver a toda su familia unida sacando adelante los comedores del palacete de Mendilauta, dejándose el pellejo en un proyecto que mantiene toda la frescura y el encanto de sus inicios.

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Así es, en el restorán Karlos Arguiñano no se andan con chorradas, han sabido poner al día una cocina de mercado sin idioteces y perfectamente ejecutada. Se come rico, apañado, atienden rápido y regalan sonrisas, ¿quién da más? De hecho el estilo, actualizado, se parece mucho al del propio Karlos cuando inició su aventura, fresco, “a la minute”, honesto y directo al buche, nunca pueden olvidarse los pimientos verdes rellenos de deliciosa bechamel de hongos y paticas estofadas de cordero, con los que se ganaba a su concurrida clientela, ¡vaya tiempos Mariví! Con el paso de los años ha quedado demostrado que la familia que come y cocina unida permanece unida, así que ahí está la nueva camada de Arguiñanos currando a pie del cañón, ejerciendo el oficio con optimismo, profesionalidad, agallas y mucho sentido del humor.

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Al frente del local una alineación de alucine; María Luisa, luz y alma de la casa, siempre al quite; Eneko, comandante en jefe de la sala; Zigor, sheriff de cocina, heredero directo del talento del aita y de los viejos sukaldaris de la casa, Mikel Bermejo, Patxi Trula y Mikel Mayán; Martín, capitán general de la barra y Joseba, que se currela unos panes y pasteles tan sugerentes como los de su tía Eva y que en breve abrirá una panadería en la localidad de quitarse el sombrero, ¡ojo al dato!

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Así que déjense aconsejar por toda la panda, Pilintxo, María, Marijose o Alberto, que se las saben todas, y entren a matar sin piedad, reconfortando el espíritu con una humeante sopa de pescados y mariscos o unas tiernas pochas con almejas, ahora en plena sazón. Dependiendo del apetito pueden elegirse los carpaccios de solomillo con foie gras y lascas de parmesano, o también el de atún, ligero y de agradable pase, o unas verduras a la plancha con brandada de bacalao o setas de temporada, cuando las hay, o decantarse por unos huevos rotos con patatas panaderas, hongos y jamón ibérico, mucho más engordantes y rotundos. Inexcusables ahora los chipirones de anzuelo, el taco de bonito tostado con puré y salsa de piquillos, el monumental arroz caldoso de mariscos, el solomillo de vaca con salsa de ciruelas y las carrilleras guisadas al vino tinto.

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Dejen sitio para el postre, ¡redios!, la copa de Eva -frutas, natillas y mousse de queso- tiene el puntazo de la repostería de siempre, la tarta de la amona de hojaldre con manzana fina o las torrijas de brioche casero con crema quemada nos devuelven a un lugar del que nunca quisimos marcharnos.

Larga vida a los Arguiñano, que tienen casta para dar y regalar.

Karlos Arguiñano
Mendilauta, 13
Zarautz
Tel.: 943 130 000
www.hotelka.com
kahotel@karlosnet.com

COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Modernito
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja / En familia
PRECIO 40 €

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