O de unas huevas que pueden crear adicción.
Las huevas de trucha son un gran invento, tanto por su textura sorprendente que explota en la boca dándonos un chute marino y salino de vicio como por su presencia, bien colorista, contrapunto visual perfecto para cualquier bocado que preparemos, sobre todo si lo que nos traemos entre manos son unas buenas tapas.
Se trata en realidad de una semiconserva elaborada a partir de huevas frescas de trucha arco iris ligeramente curadas en salmuera.
Las de Calter están especialmente logradas porque la materia prima la extraen en sus propias piscifactorías, empleando métodos de desove totalmente artesanales, garantizando una inmediatez de transporte hasta el obrador importante, que repercute en su calidad.
Lucen color salmón muy brillante y están sueltas, nada apelmazadas, con un punto de dulzor-acidez fetén, muy finas pero sin perder su expresividad.
Mucho ojo, pues tras masticarlas pueden crear adicción, quedan avisados, se las come uno a cucharadas del mismo tarro como un energúmeno.
La empresa comercializa fantásticas huevas de salmón, algo más sutiles, y otros derivados de la trucha como sus lomos en escabeche o los filetes ahumados en caliente, bien molones, que se pueden acomodar felizmente en innumerables recetas. ¡Qué viva la trucha!
CALTER Productos de Alimentación S.L.
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