Restaurante Atrio

O del nuevo Yuste del siglo XXI, fuente de todo tipo de goces terrenales.

Lugar de infarto, punta de lanza de la moderna gastronomía extremeña.

El emperador Carlos V fue un personaje goloso y zampón que frecuentó la buena mesa en su retiro del monasterio extremeño de Yuste, muriendo aquejado por fuertes accesos de insoportable gota y enfermedades derivadas de su desmedida pasión por la cocina y las cuchipandas; como buen amante de los escabeches perfumados de carne y pescado, apreció el buen aceite de oliva, le gustó chapotear en ellos buen pan, y mientras duró el gobierno de un imperio en el que jamás se puso el sol, corregidores y asistentes de confianza se preocuparon muy mucho de que no le faltaran sus golosinas favoritas en las alhacenas de palacio.

Era frecuentemente agasajado, los envíos y regalos llegaban de todas partes y eran correspondidos por el apetito y el estómago del emperador, que se hacía estofar todo a su gusto por una brigada de cocina en la que abundaban confiteros, mozos de cocina, reposteros, especieros, triperos, aguadores, galopines -encargados de desplumar la volatería-, cerveceros, guisanderos y demás especialistas en el arte cisoria y la disposición de manjares sobre las mesas; podía darse de baja algún miembro de su guardia armada, pero no soportó nunca la marcha de su personal de cocina, “pasó un día y otro día, un mes y otro mes pasó, y un año pasado había y de Flandes no volvía Diego el charcutero que a Flandes partió”.

Yuste se convirtió, así, en un fabuloso punto de aprovisionamiento de exquisiteces delicadas y desde los conventos de monjas de clausura, diestras en el arte del buen confite, llegaron carretas llenas de tarros de jaleas y frutas escarchadas; Valladolid enviaba sus pasteles de anguila, Zaragoza sus reputadas terneras, Ciudad Real sus perchas de caza, Gama perdices y Denia salchichas frescas; desde Cádiz aterrizaban cajones de anchoas, Sevilla enviaba ostras, Lisboa aportaba enormes lenguados enterrados en hielo y las dehesas locales llenaban los estantes de olivas y aceites; Toledo rebuscaba los mejores mazapanes entre sus obradores más distinguidos y Guadalupe debía dar cuenta por escrito de aquellos guisos que surgieran de sus pucheros, recetas que se ponían en práctica y se ofrecían al gran señor, que apuró sus últimos días bebiendo cerveza, escuchando misa y comiendo sin salir de su cámara privada, hasta su muerte, ocurrida un 21 de septiembre de 1558.

Han pasado cuatrocientos cincuenta y dos años, ¡el tiempo vuela!, y el pasado mes de diciembre inauguraron en Cáceres un nuevo Yuste del siglo XXI, así que se hace saber a la ciudadanía, que José Polo y Toño Pérez, maestros en el noble arte del comercio y el bebercio, abrieron flamante restoran, lugar de puro infarto, un sueño hecho realidad, punta de lanza de la mejor y más moderna gastronomía extremeña.

Curraron de lo lindo y tras siete años de obras, culminaron al fin, una Torre de Babel contemporánea, trazada con gusto y sentido estético exquisitos; Cáceres será, por tanto, aún más hermosa con la incorporación de este nuevo monumento que albergará el nuevo Atrio -dos estrellas michelín-, y un hotelazo con nueve habitaciones y cinco suites, en plena plaza de San Mateo, con vistas a su histórica Iglesia.

El que no quiera oír misa, podrá recrearse en los diferentes goces terrenales que proporciona la tecnología, las sábanas de hilo, las duchas chorreantes de lluvia fina filipina, las camas imperiales y demás entretenimientos que podrán ponerse en práctica en un universo de color blanco y luz divina, el cielo está en Extremadura, lo sabe dios; cocinan de lo lindo, son unos titanes, y entre obras de Saura, podrán engullir la crema de hongos con mollejas, las setas de la dehesa, las clásicas perdices escabechadas o al modo de Alcántara, vieiras asadas, pluma de marrano con melocotones, jabalí con grosellas, torta cremosa del Casar endulzada con membrillo y aceite rico o meter mano a su asombrosa bodega, un espacio circular con 35.000 botellas, entre las que destacan diferentes joyas: una colección vertical de Chateau Lafite Rothschild desde 1929, o una “capilla sauternina” dedicada al Chateau d´Yquem, tesoro de incalculable valor que ni el más perverso sibarita soñaría beberse de una sentada.

Antes de que apriete la insoportable chicharra veraniega y tengan que cantar el estribillo de Jaime Urrutia, “ve por la sombra, no te vayas a derretir, chu-chu-ru-a”, es momento perfecto para escaparse, así que no lo duden, miren los niveles y la presión de ruedas de sus autos, rompan filas, ¡ar!, reúnan ahorros y viajen hasta el nuevo paraíso en la tierra de José y Toño.

Serán felices y comerán perdices, como un emperador cualquiera.

Atrio
Plaza de San Mateo, 1
(centro de la zona monumental)-Cáceres
Tel.: 927 242 928
www.restauranteatrio.com
info@restauranteatrio.com

COCINA Nivelón
AMBIENTE Lujo
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja
PRECIO restorán 90 € / hotel 250 €

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