Thoumieux

O de un auténtico titán de las cacerolas, una especie de bestia parda indómita y atómica.

El garito gourmet de un chef prodigioso, en la parisina rue Saint-Dominique.

No hay nada como subirse a una avión y volar a París para quitarse de encima esas telarañas que pueblan muchos restoranes: algunos echaron la persiana los meses malos, otros están vacíos y uno se siente congelado en ellos, ¿saben a lo que me refiero?, ¡arde París! ¿Cómo se sintieron esa última vez que salieron a comer fuera de casa y no había un gato? Personalmente, encuentro divertidísimo sentarme en un buen local ante un servicio de altos vuelos y una cocina que pita a toda mecha para guisarte sabroso, “de ésta no sales vivo, verás cómo nos las gastamos, julandrón”.

A esta sensación huele en los buenos garitos parisinos, a pasión, clientela que gasta los cuartos y come sin barrabasadas ni monsergas intelectualoides, ya saben, la gran ciudad no duerme ni tiene un minuto que perder; si agarran un taxi y se plantan con apetito en mitad de la rue Saint-Dominique, habrán dado con sus huesos en un barrio católico y burgués que fue refugio de viejos Bouillons, casas de comida aparecidas en 1855 gracias a un avispado carnicero, Pierre-Louis Duval, que tuvo la ocurrencia de abrir una tasca y proponer a sus clientes -trabajadores de los mercados de abastos- un plato único de carne acompañado de sopa, con tal éxito, que en 1900 podían contarse casi 300 en la ciudad; se convirtieron en la primera cadena de restauración del apetito popular y algunos ampliaron su oferta a café con sala de lectura, instalaron atracciones recreativas y mesas de juego e incluso habitaciones, como el flamante Thoumieux, que hace honor a su pasado, renovado por obra y gracia del mago Thierry Costes y el portentoso chef Jean François Piège, todo poderoso de las perolas.

Un lugar de verdadero calado y personalidad propias, gracias a un recogido bistrot en el que se da cita el “todo París”, y un pequeño comedor abierto en la primera planta en el que uno se siente como en un pequeño apartamento particular, equipado con una cocina abierta al comedor, vestido con media docena de mesas, una veintena de cubiertos y cómodos sofás, en los que apetece descalzarse, pillar manta y agarrar el mando del televisor para ver una peli.

JF Piège es un titán, una especie de bestia parda indómita capaz de guisar lo que le pongan por delante, si se lo propusiera, haría comestibles las piedras o las patillas de sus gafas, un prodigio formado durante mucho años chez Ducasse que cambió de tercio, pilotó las cocinas del Hotel de Crillon y hoy se mueve como un niño con zapatos nuevos en su aventura en la Saint-Dominique; las reglas del juego anunciadas en la carta son bien sencillas, reúne seis ingredientes principales con los que uno puede componer su menú, guisado por el chef, que se guarda para si la composición de sus platos, sus guarniciones y los jugos con que los acompaña; el día de mi visita, el cesto lo componía un buen caviar oscetra, vieiras, cigalas, lubina salvaje, carne de vaca y mollejas de ternera; si uno elige un ingrediente, apoquina setenta euros, dos productos suman noventa y tres elevan la cuenta hasta los ciento quince, que pueden transformarse en ciento sesenta y cinco si la casa se ocupa de la bebida, incluyendo en cualquiera de sus tres posibilidades, claro está, los cuidados aperitivos -pintureros como un viejo reloj Swatch-vintage-, los quesos seleccionados por Xavier y los dulces, que conforman un verdadero convoy de delicadeza y sabores bien definidos.

Comprobarán que los camareros van vestidos como Truman Burbank, el protagonista del “Show de Truman”, enfundados en vaqueros que caen con tiro de sastre, pajaritas enormes y playeras “John Smith” coloreadas; las lámparas son trombones y algunas lucen pantallas torcidas, estética a mitad de camino entre “Alicia en el país de las maravillas” y el último grito de moda de la revista Wallpaper; las barras de pan crujiente aterrizan sobre canastos metálicos de supermercado y nada de flores en la mesa, el jarrón son los picas de aperitivo, de tal forma que has de comerlos sin dejar rastro.

¡Sigue la fiesta!, patatón crujiente relleno de crema con caviar y puré de berros, cigalas con foie gras, berza y un jugo cremoso de uva-coco y curry, vieiras torradas en la sartén con puerros asados y una molleja, que remata el asunto, y que bien vale ella solita el viaje hasta allá, asada en su propio jugo con endivia trufada, ¡extraordinaria!; merengue de café con sorbete de mandarina ligerísimo, un suspiro, para dar paso a la crema cuajada de huevos aromatizada con bergamota, se fulmina en dos bocados, si uno pudiera zambullirse en una piscina entera de tal golosina, no lo dudaría, yo saltaría a lo bomba y con la boca abierta; además les llevarán un cesto inmenso de pestiños fritos y fruta, deliciosa y dulzona piña troceada, para ir dándole bocados y no sentir vergüenza de estar poniéndose morados; y llega el final, un pastel ópera del siglo veintiuno, montaje de volúmenes digno de Jean Nouvel, empapado de chocolate, crujientes de todas las texturas imaginables e intenso café, oscuro como el tizón.

¡Más que recomendable!, ¡vuelen!, y que a usted le vaya bonito, monsieur Piège.

Thoumieux

79 rue Saint-Dominique-Paris

Tel.: 00 33 (0)1 47 05 79 79

www.jfpiege.com

www.thoumieux.com

COCINA Nivelón

AMBIENTE Modernito

¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja / En familia

PRECIO 165 €

Crédito fotográfico by Stéphane de Bourgies.

5 comentarios en “Thoumieux

  1. Ricard

    Mañana aprovechando una escala de 8 horas en Paris, pasaré a hacer una visita…me recomiendas la braserie o el pisito de arriba

  2. Ricard Camarena

    …te he hecho caso. Maravillosa la comida y maravilloso el espacio. una ternera de leche que recordaré toda mi vida!
    Lástima que pille tan a desmano de Valencia!!

  3. ivan

    Viendo que Carbon rouge fue un éxito ayer volví a seguir tus consejos y decidimos ir al Thomieux.
    Fuimos sin reserva, bastante tarde para lo que son los franceses, 22.15. No problem.
    La primera impresión fue bastante mala por lo siguiente
    -Un sitio super oscuro y no la de la foto. La foto de la crónica es del primer piso y estaba cerrado. Tan oscuro estaba que tuve que leer la carta con la linterna del móvil. Un comensal de al lado también se apropió de mi idea para poder leer bien la carta. Tampoco se podía apreciar bien la presentación de los platos.
    -la carta era un folio DIN A4, simple.
    -Música demasiado alta y fuertecilla para ir en pareja. Cuando se come se come, nada de radios, televisiones ni pamplinas. Demasiado ruído entre el tocadiscos y todos los comensales hablando.
    Todas estas «pegas» nos hicieron pensar que estabamos en un restaurante diferente, pero no, estabamos en el Thomieux, rue Dominique 79.
    Hasta aquí lo malo. Ahora empieza la fiesta del buen comer:
    -Entrantes: Pizza souffle buenísima con mozzarella, sobrasada, oliva y rúcula. También calamar salvaje a la carbonara. Dos platos super típicos pero tan diferentes…Mañifike!!
    -Segundos: Ravioli de langosta, sublime. De carne, casi cocido de ternera excelente.
    -Para acabar «deserts»: Churros n´rolls y Ananas Voctoria. Por Dios, hacía esfuerzos para que no se vaciara el plato.
    Todo ésto por 110€ exactos la `pareja me pareció muy razonable.
    Eso sí, no creo que sea un sitio adecuado para ir con la familia, ni para ir con la pareja en plan romántico. El «entorno» no ayuda. Si conseguimos aislar el comer del entorno, es un sitio para triunfar.

    En fin David, has hecho que mi estancia con mi pareja haya sido buenísima. París es precioso, pero más precioso con la tripa llena juasjuas.
    Eskerrik asko.

    ¡¡Viva Rusia!!

  4. David de Jorge E. Autor

    ivan malegro, comiste en el bistrot del thoumieux de la planta baja, que tiene más alboroto, como ya viste; lástima que tuvieran cerrado arriba, el gastronómico, pero así tienes excusa para volver y probar la alta cocina del chef piège! vive paris!

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