O de un local que es como una hermosa cabaretera apretada en carnes.
Un steackhouse contemporáneo y franco-latino en plena rue Marbeuf
Muy cerca del imponente hotel George V o del Spoon de Alain Ducasse, en el triángulo de oro Av. Montaigne-Plaza del Alma-Arco del Triunfo, la rue Marbeuf se ha convertido definitivamente en la calle más carnívora de todo Paris, pues cuenta entre su vecindario con la Maison de l’Aubrac en el número 37, el Relais de l’Entrecôte en el número 15 y, desde hace muy pocos meses, luce flamante el Charbon Rouge como una hermosa cabaretera apretada en carnes, precioso steackhouse de volúmenes suntuosos y espacios luminosos, dirigido por el dominicano Fernando Periche y su socio Julien Cote-Colisson, más listos que el hambre, pues supieron dar forma a un local contemporáneo en el que apetece comer, beber y disfrutar de la vida a cualquier hora, teniendo en cuenta que todo gira alrededor de los buenos asados emparrillados sobre brasas ardientes de quebracho blanco, la madera de la que obtienen una de las mejores llamas para dorar carne.
Cuentan con equipazo de lujo para que el tinglado marche, con el chef Denis Levy al frente, encargado de que el asunto pite todos los días, en servicio continuo de atención al público para que uno pueda, de tal manera, desayunarse, comer, merendar o lo que le venga en gana y a cualquier hora, una sabrosísima y escueta carta que abriría el apetito hasta al más rancio cartujo, ya saben, el “vientre de Paris” no descansa y el gran bodegón de la ciudad que el mismísimo Émile Zola define como “una pintura de uno de esos cuadros que exhiben carnes, verduras y pescados de riqueza lujuriosa y hambre satisfecha”, ofrece a sus visitantes, a través de esta casa, la mejor comida simple sin gilipoyadas que uno pueda ansiar meterse entre pecho y espalda a orillas del Sena.
El día de nuestra visita, tuvimos la suerte, además, de conocer al carnicero que los provee, nada más y nada menos que el gran Olivier, vástago de la gran dinastía Metzger, artesanos y enamorados de los mejores cortes que llevan muchísimas generaciones adorando y seleccionando los mejores bichos, las razas más indicadas y los pedazos más suculentos que pueda uno imaginar, el sueño de todo comilón sería adentrarse en sus cámaras frigoríficas de la rue Poitou, en la vecina Rungis, a pocos kilómetros de la capital; a Olivier se le ilumina el ojo hablando de ganado y de sus amigos los granjeros, que le permiten proveerse de cintas veteadas del mejor buey charolés, cerdo lanudo criado en libertad en las praderas de Aire-la-Ville, cordero de pirineos atlánticos, aves de Bresse de la reputada Maison Miéral -pollos, pulardas, capones, pichones, pavos o patos enfundados en su camisola blanca, mejor vestidos que una maniquí de Dior-, o de una caza salvaje que haría enloquecer hasta a los más mansos, que suelen ser, nobleza obliga, los peores individuos, miren a su alrededor y cuenten con los dedos, salen a montones.
Fernando, el patrón, advierte que las carnes son como los vinos, y las razas como las variedades de uva, y que no debe buscarse la mejor carne del mundo, pues como ocurre con el mejor vino del mundo, nada de todo eso existe más que en las guías maniqueas; cada tierra ofrece su color, su aroma y su sabor tanto a las carnes como a las cepas, de tal forma que Charbon Rouge ofrece a cada uno de los casi 140 comensales que pueden sentarse en sus mesas, diferentes orígenes de carne argentina –Angus o Hereford-, ojo de bife, lomo o T-Bone, además de carne francesa -Charolesa-, aliñada en tartare o carne norteamericana –Black Angus-, acondicionada en tira de churrasco o el poco visto y apetecible Bone-in tenderloin, que no es otra cosa que un solomillo asado y servido con su hueso.
La mayoría de clientes rusos y árabes se derriten ante la deliciosa hamburguesa sin añadido de grasa extra, nada más que la natural de la propia carne, que acompañan de salsas ardientes, ketchup, mostaza de Dijon explosiva y panecillo tierno, servida al punto deseado, no sean ceporros y cómanla jugosa, casi cruda; todas las carnes asadas pueden escoltarse con ensalada de trufa negra, patatas fritas con su piel, verduras varias y salsas bearnesa, chimichurri picante o la Charbon Rouge, no más que un endiablado unte al estilo mejicano, bien picoso.
Otras golosinas dignas de mención son los pasteles de cangrejo, el reputado ceviche, las empanadas, la ensalada especiada de carne de vaca, la César de pollo y otra carne que podría exhibirse en vitrina en la mismísima Place Vendôme, el entrecôte de Wagyu neocelandés, que se cotiza a casi 75 leuros el cuarto de kilo, ¡mamma mia!
Si van un sábado tropezarán con Jaques Le Divellec, gran maestre del Larousse de los pescados, o con otro reputado chef parisino de la 18 rue Troyon, Guy Savoy, que adora el menú de mediodía por 30 euros, que incluye platos tan suculentos como un tartare de salmón, una ensalada de parmesano y jamón de pato, el filete de Black Angus con patatas fritas y salsa chimichurri o postres tan deliciosos como el clafoutis de peras o la sopa de fresas con helado.
Charbon Rouge
25, rue Marbeuf-Paris
Tel.: 00 33 (0)1 40 70 09 99
COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Modernito
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja / En familia
PRECIO 90 €
Siguiendo tus consejos allá que fuimos ayer. La atención fue buena, la comida buenísima. Fantástico comienzo con ensalada beef aderezado por una vinagreta con hierbabuena a compartir. De segundo empanadas, sí sí empanadas, de queso y carne, buenísimas. Qué decir del lomo argentino, super jugoso, cual Nestor jeje. Y para finalizar, la madre del lomo cordero, crema chocolate de santo domingo, un placer para el sentido del gusto.
Excelente recomendación por 75€ para 2 personas, nada menos que en París.
Eskerrik asko David.
Mañana volveremos para probar la famosa hamburguesa.
¡Viva Rusia!
en charbon rouge se come bien, muy bien! malegro!