O de un poco de cine comestible hamburguesero empaquetado por Alon Ruvalcaba.
El peor trabajo del mundo, para la historia del cine, es el de voltear hamburguesas. (En la vida real, según Time, es el de operador de lavandería y tintorería industrial, seguido del de cerillo de supermercado y el de trabajadora manicurista; en México, es difícil imaginar un trabajo peor que el de jefe de policía municipal norteña, cuya esperanza de vida debe ser recomputada al instante que firma contrato.)
Voltear hamburguesas significa ser parte de una inmensa línea sin nombre pero con sentido: el sentido de reproducir una hamburguesa tras otra exactamente igual que la anterior, que deglutirá una clientela sin rostro repetida un billón de veces, cada vez más gorda y desagradable, que no es otra cosa que monedas que hacen clink en una caja registradora siempre abierta y hambrienta siempre en algún lugar del mundo.
En Los mejores años de nuestra vida de William Wyler (1946) el pobre Dana Andrews, recién regresado de la gran guerra, debe conseguir una chamba; su indignante opción: soda clerk. Pero despachador de refrescos, sándwiches y helados no es el escalón más bajo de la cadena de la comida rápida. Es más doloroso el calor de la plancha, la inútil formación de bollos, la gota de cátsup, la colocación sin fin de una redonda rebanada de pepinillo (en McDonald’s, de una precisa pulgada de diámetro). Cuando Barbara Walters entrevista a la güera tonta Jenna Maroney, en una escena divertidísima de 30 Rock (temporada 1, episodio 10), empieza a destruirla con esta frase: “Vamos a ponernos personales: tu papá, Werner, preparaba hamburguesas en un suburbio de Santa Bárbara.” (Jenna, pobrecilla, tiene que resignarse a decir: “Yes, that’s right.”) En la suburbana Springfield el abuelo Simpson debe trabajar en un Krusty Burger porque ése es el humillante puesto que la máquina social está dispuesta a darle a sus desclasados: los adolescentes y los ancianos. (El episodio es Lisa vs Malibu Stacy, de 1994.)
Por eso el también suburbano protagonista de Belleza americana (1999), interpretado por Kevin Spacey, renuncia heroicamente a una chamba más o menos próspera –sobornando, de paso, a su jefe– y harto casi hasta el vómito de su vida clase media alta, de su bella esposa traicionera y su casa sin mancha, recurre al gran escupitajo de elegir la chamba de hamburguesero. “Creo que está sobrecalificado para el empleo, señor”, le dice el gerente de Mr Smiley, y tiene razón:
No importa si has sido director creativo encargado de la cuenta de BMW: si tu chamba es voltear hamburguesas, no eres más que eso. Así exactamente sucede cuando el desempleado Danny, de He died with a falafel in his hand (2001), le dice al del seguro social que es escritor. “¿Escritor?”, contesta el otro, “yo trabajé en un Burger King tres años antes de entrar aquí y tengo la licenciatura en arte… Créeme: si tu trabajo es limpiar escusados con la lengua entonces eso eres: limpiador de escusados.” La comparación es cruel pero no disparatada.
Pero el hombre que está en el último escalón del mundo habrá de ser llamado a las alturas de lo romántico. Así lo imagina el joven protagonista de The Sure Thing de Rob Reiner (1985), que tiene a John Cusak como intérprete.
“Me reprueban en inglés”, le dice o imagina que le dice a la bonita Alison mientras ella nada, ignorándolo. “Adiós universidad; pobres de mis papás; voy a tener que conseguir trabajo. Empiezo en la ventana atendiendo a los coches, y luego me ascienden a las malteadas, a las hamburguesas. Luego, la oportunidad: ¡se muere el de las papas y me ofrecen su chamba! Pero el día que voy a empezar vienen unos tipos en un Lincoln y me preguntan si quiero ganarme una lana, nomás trayendo una camioneta desde México… Cuando salgo de la cárcel tengo 36 años. Sin trabajo. Y luego alguien me encuentra con la cara en el pavimento y una botella de tíner en la mano…” Algo de Holden Caulfield hay en esas líneas. Pero eso sucede en la imaginación del personaje. Más romántico es el caso del ex presidiario Donald Breedan en Fuego contra fuego (1995) de Michael Mann.
La primera vez que vemos al personaje –en el auto, con su mujer–, un negro majestuoso, joven aún pero ya zaherido por la vida, acaba de conseguir un trabajo volteando hamburguesas, con 25% de su sueldo entregado por debajo de la mesa a Solenko, su jefe. No hay opciones: acaba de salir de la cárcel, libertad bajo palabra. Solenko le advierte: “Trapea también, saca la basura, limpia los baños. ¿No te gusta? Me vale. O te chingas o te jodes.” Mientras, en otro lugar de Los Ángeles, Neil McCauley (Robert de Niro) y su equipo preparan un último golpe: el asalto al Far East National Bank por 12 millones de dólares. Avanzan los preparativos como avanza la frustración de Breedan, sobajado por su jefe. Una vez, al final de la chamba, su mujer le pregunta si su jefe le está jodiendo la vida. Breenan está hecho pedazos pero alcanza a sonreír y a decir: “No ha nacido quien me pueda joder la vida”, pero nosotros sabemos que está mintiendo.
El día del robo, McCauley y sus compañeros están en el restaurante donde Breedan voltea hamburguesas y estrella huevos. McCauley pierde un hombre de su equipo y, de último minuto, reconoce a Breedan de la cárcel. “¿Quieres chamba?”, le pregunta; “necesito un chofer.” Breedan pondera en un instante su pasado y su futuro, y responde: “Le entro.” Nos vemos atrás en cinco minutos. Entonces Breedan se arranca el mandil, deja hamburguesas y huevos quemándose en la plancha, deja todo y cuando su jefe se le acerca lo lanza contra un bote de basura porque el hamburguesero, el hombre en el último escalón del mundo, siempre tendrá una final oportunidad de salir de ahí, de existir afuera del sistema corrupto y destructivo.
Naturalmente el asalto sale mal y, diez minutos después, Breedan está muerto.
Se tiene que hacer un estudio tambien, del porque los Americanos siempre beben con la hamburguesa batidos de Vainilla o de Chocolate…., no me imagino yo nunca comiendo una hamburguesa toda chorreante de grasa y demas sustancias regandola con otra bebida grasa como un batido lacteo de lo que sea…., ademas si se ve bien, los tios mezclan las dos cosas, hambuguesa medio deglutida con el susodicho batido…., !!arghhhhh!!.
En fin, una de las mayores guarradas que se puede meter uno…., !! ni para guarrindongada vale !!.
Buen articulo, pero anda que no hay trabajos peores. La de patatas que pele yo en la mili. Acababas con los dedos magullados