Crónicas sin bobadas

Archivado en: Lengua escarlata

O lo fácil que resulta llamar al pan, pan, y al vino, vino.

«Más del 6% de los reclusos de San Quintín declaran que en la vida civil trabajan como críticos gastronómicos (el grupo más numeroso es el de los peones, y el de los cocineros el segundo); pero, según el censo de 1930 los críticos gastronómicos varones constituyen menos del 0’020% de la población de los Estados Unidos. Me gustaría saber a qué tipo de delito son los críticos particularmente propensos. Gente que ha recorrido el mundo entero me ha dicho que, como clase, son hombres irascibles, de instinto dictatorial. Interesante motivo de especulación: ¿atrae el oficio a individuos de determinado caracter, o es la peculiar vida profesional la que destroza nervios y temperamentos?. ¿No será el trastorno emocional consecuencia del deterioro físico del hígado y el estómago causado por el hábito de beber y comer como puercos?. En suma: ¿Qué tipo de riesgo moral comporta el hecho de ser un crítico gastronómico para que los encarcelen?».

Escrito por David Lamson, Los que vamos a morir.

El anormal que aquí te escribe, tiene dedos como morcillas burgalesas, paladar rasposo y pellejo de caimán sobre los solomos de tanto guisar, oficio malvado que seca las articulaciones, anestesia el alma y convierte a todos los chefs en cómplices de una arriesgada aventura que se resume en cocinar todos los días, llueva, haga sol, granice, truene o nieve.

He oído en más de una ocasión a críticos de postín presumir de independencia en el ejercicio de su oficio, de no tener amigos cocineros y arrastrase por la vida como el severo Anton Ego, elitista y exigente periodista gastronómico del filme Ratatouille, convencidos de tener así mayor crédito que aquellos que redactamos con olor a pan, cebolla y ajo, como los cochinos guarros. Para partirse de la risa, pues a todos se nos ve el plumero y más aún a quienes presumen de imparciales, manda huevos.

Echando cálculos me sale un buen palmarés de restoranes visitados a lo largo de mi vida y son muchos los chefs con los que me he quemado, compartido cama, novias, copas, mesa, viajes o con los que lloré de risa recordando los cachiporrazos que nos partieron la mandíbula en pedazos; muchos son amigos y otros prefiero no verlos ni en pintura, contados éstos últimos con los dedos de una mano, se puede decir más alto, pero no más claro, soy no más un infiltrado instalado en la crónica gourmande honesta y divertida.

Cuando visito restorán pido factura e intento dar poco la murga, me comporto educadamente y saco mis propias conclusiones que suelen ser normalmente dos, me gusta o no, así de sencillo. Tengo por costumbre recomendar lugares o productos con duende, verdaderos, sin bobadas e intento redactar crónicas sugerentes que enciendan el apetito y empujen al lector a beberse un vino, zamparse una caja entera de galletas o franquear el umbral de una casa de comidas.

Nada más, nada menos y sin puntuaciones, pues los decimales los carga el diablo y me parecen una memez como un campano.

A estas alturas ya sabes que me resbalan ciertas originalidades comestibles en el plato, sobre todo cuando el cocinero que las sirve es mala persona. Prefiero la buena comida sin fantochadas resuelta por chefs generosos y divertidos que sazonan sus guisos con bonhomía inmensa, una virtud que puntúa como valor máximo en mi revolucionario sistema de medición mental de una comida.

Quienes reclaman críticas despiadadas que se lo miren en el médico, ojala inviertan algún día sus dineros en un restorán de alto copete y les entren por la puerta periodistas descastados a cobrar su impuesto revolucionario, verán qué despelote; comprobarán lo divertido que es saber que tu mujer atiende la sala “bien raspado” o que el pan que amasa tu hermana de madrugón a las seis de la mañana merece tan sólo un “aprobado”.

Con la cocina no se juega, pág. 241

13 comentarios en “Crónicas sin bobadas

  1. cuchillero

    Simple honestidad, de las cosas mas difíciles de conseguir en este mundo. Si además se hacen con elegancia y respeto, entonces estamos hablando de bondad en estado puro.

  2. David Guerra

    Tocayo, coincido con Ud. punto por punto.

    Salvando las distancias con mi periplo por la crítica musical, alguna vez me habían echado en cara cierta benevolencia con las reseñas, y mi respuesta siempre ha sido la misma: prefiero sacar las cosas positivas de una actuación u evento a crucificarlo por aspectos que no me gustan y, casi siempre, son meramente subjetivos.

    Y son precisamente esas crónicas benevolentes, cinematográficas, que Ud. escribe, las que me hacen salivar como un cabrón y apuntarme decenas de sitios que visitar en decenas de post-its mentales; por no hablar de los vinos, mantequillas, conservas y cosas cojonudas que probar. Eso es lo que espero yo de una crítica, pasión por el oficio.

    Demasiado hijoputa hay suelto por el mundo como para encima ir por ahí destruyendo lo que no gusta… ya lo decía mi madre: si no sabes decir cosas buenas de alguien, mejor no digas nada.

  3. Robin Food Fan

    David eres un gran sabio,

    Viva Rusia y la madre que te pario, con su permiso

    Abrazos

  4. Juan de Elche

    «A estas alturas ya sabes que me resbalan ciertas originalidades comestibles en el plato, sobre todo cuando el cocinero que las sirve es mala persona.»

    «comprobarán lo divertido que es saber que tu mujer atiende la sala “bien raspado” o que el pan que amasa tu hermana de madrugón a las seis de la mañana merece tan sólo un “aprobado”»

    No sé que es peor, los decimales o las «etiquetas» de mala persona.
    Si no se lava, aunque tenga toda la familia de «Sonrisas y lagrimas» es una «cochina» y/o lo «otro».
    David eres el PUTO AMO, no nos conocemos y te tengo mucho aprecio, pero en algunas cosas, sólo en algunas, eres un poco «subjetivo».
    Aún así no me canso de leerte, verte y recomendarle a las personas que tengo oportunidad de decirselo que ellos también lo hagan.
    Un saludo.
    PD Si por un casual fueses a asistir a LMG en Alicante este 2010 me gustaría invitarte a comer.

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