Antonio Portela

Archivado en: Placer express

O de un tipo que adora el vino con el corazón, el páncreas y el pulmón.

¿Un placer compartido?

La revolución.

¿Un placer de tu niñez?

La inconsciencia y las torrijas borrachas hechas por mi mismo.

¿Un olor placentero?

A sardiñada con pan de maíz en la noche de San Juan.

¿Un placer egoísta?

Vivir el presente.

¿Un placer para tu oído?

El silencio estruendoso de una cumbre, un castrato, un paxariño, sólo uno.

¿Un placer para tus ojos?

La sonrisa de los que quiero.

¿Un placer carnal?

La punta de los dedos…

¿Un placer desconocido?

Coronar un ochomil.

¿Un placer del gusto?

Saborear el mar en un marisco y…

¿Un placer anacrónico?

¿La poesía?

¿Un placer que no cueste dinero?

El solpor en las Rías Baixas y…

¿Un placer del que avergonzarte?

Guardar silencio.

¿Un placer fuera de tu alcance?

No trabajar, de momento.

¿Un placer irrenunciable?

Música, vino y soñar.

¿Un placer sobreestimado?

El consumismo.

¿Un placer golfo y confesable?

Colgar clase en primavera para ir a un prado que había detrás del bosque del instituto.

¿Quién es Antonio Portela?

Estoy aquí, contestando este cuestionario, por ser el viticólogo dos bagos, pero en vez de pisar viñas escribo sobre vinos en el cuaderno susodicho además de en un par de periódicos gallegos. Realmente iba a estudiar agrónomos en Córdoba, tenia la beca concedida, pero un inolvidable profesor de COU lo impidió. Fui maestro de primaria y de educación física durante varios años, ¡cuanto echo de menos aquel calendario laboral! en medio de los cuales sufrí una abducción al planeta vino. Después de muchos años en el mundo de las catas y de los cursos de vinos, surgió el blog como una especie de laboratorio donde experimentar, no siempre lo consigo, diferentes formas de expresar un vino, por supuesto solo vinos que vayan más allá, el resto puede ser pasto de aburridas fichas de cata o de soñolientas descripciones protocolarias, sucesión de manidos descriptores sin emoción, que más que animar a gozar de un vino nos hacen huir despavoridos en busca de una pinta o de una horchata de chufas.

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