Antonio Bar

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O de un bar con una solera del carajo, reinaugurado el día que murió la mismísima Lola Flores.

Un bistrot en el centro para comer a dos carrillos

Los hermanos Royo inauguraron el Bar Antonio el día de San Fermín de 1969 y la liaron gorda el día que levantaron la persiana, invitando a Champagne helado a todo el que por allí pasó; una semana más tarde, el Apolo XI fue lanzado desde Cabo Cañaveral en una misión tripulada por Armstrong, Aldrin y Collins, pilotos estadounidenses que tras pisar la luna instalaron allá arriba sofisticados equipos, una placa conmemorativa, cámaras de tele, un detector de partículas nucleares emitidas por el sol, recogieron muestras del suelo y desplegaron una bandera norteamericana; ya saben, un pequeño paso para el hombre.

Y el gran paso para la humanidad es que en este Bar de solera se mezclaron los primeros gin-tonics en copa de todo San Sebastián, con mucho hielo y su “twist” de corteza de limón; Antonio y Jose Luis formaron un tándem muy especial en la barra y atendieron con soltura a todo cristo, ofreciendo banderillas formidables y los primeros montaditos de la época, con su bonito, su marisco, su mahonesa y su pan tierno de miga, que escoltaban a la gran cabaretera de la época, la gabardina, frita en aceite de oliva con muy poca masa, crujiente y dorada, con un langostinazo del quince.

Los nuevos propietarios que hoy lo regentan, Humberto y Ramón, lo reinauguraron años más tarde el mismo día y año que murió Lola Flores, en 1995, así que cuando el barrio jerezano y flamenco de San Miguel lloraba de pena, el nuevo Bar Antonio ardía en festejos.

Y en 2002 llegó el despelote, el chef Iñigo Tello aterrizó en la casa, inaugurando un pequeño y flamante bistrot que espoleó a todos los pinchos de la carta, inyectando sabrosura por todo el local y pringando paredes, suelo, techo, mesas y sillas con sofritos, estofados y el circo feliz de la cocina sin bobadas con todos sus enanos, no en vano el joven cocinero aprendió a guisar con Hilario Arbelaitz en Zuberoa, que es lugar serio.

Les aconsejo papearse unos pinchos y beberse la mejor caña de Euskadi, pues Sonia y Susana la tiran mejor que en Lavapiés y Cascorro; las anchoas con pimiento están de muerte, los calamares rebozados son la bomba, el mejillón es cosa grande, el Igueldo es de tomate confitado con mendreska y la morcilla la rebozan con foie gras, que suena horrible pero está de copón de bastos.

Y abajo dan de comer, sí, al mediodía y de lunes a viernes. No esperen flores ni reverencias, aún menos un servicio de postín, como mucho recibirán dos collejas si es Ramón el que atiende o verán a correcaminos Humberto, que no corta el mar sino vuela, como un velero, pobrecín, traigo bebidas, más pan, ahora mismo, no te preocupes, ¿alguien quiere repetir?

El lugar es un zulo del que cuelgan preciosos dibujos de Raúl Urrutikoetxea, al que se accede por una empinada escalera con la gracia accesoria de un pequeño almacén que convierten en salón versallesco del desastre cuando te dan de comer en él, que a veces ocurre si suena la flauta y el local está lleno llenísimo.

Y desde el fogón minúsculo, que es como un huevo Kinder, Iñigo, Eider y Saioa administran y empaquetan un producto irreprochable que cocinan con respeto y sentido común. Nunca faltan la gamba de Palamos y la cigala viva; tienen buena verdura y distintas setas, zizas, hongos salteados con yema de huevo o en revoltijo; siempre montan algún carpaccio bien aderezado, con su parmesano y salsa misteriosa digna de Harry’s Bar veneciano; y de pescado les provee el amigo Iván del mercado de San Martín, que se preocupa de acercarles buenas piezas de mero, rodaballo, kokotxas de bacalao o merluza, rape, lenguado, salmonete, bonito, lubina o chipirones de potera, que encebollan o visten de luto en tinta; tienen chuleta de Goya, el de Tolosa, con patatas fritas de sartén y lechuga tierna; rabo de buey deshuesado al vino tinto, carrilleras, pichón asado y doña paloma, cuando en otoño sopla el viento de vuelta.

Un consejo, pidan puré de patata y metan la cabeza en él, lo hacen de muerte.

Antonio Bar

C / Bergara 3

Donostia-San Sebastián

Tél.: 943 429 815

COCINA Todos los públicos

AMBIENTE Modernito

CON QUIÉN Con amigos, Negocios

PRECIO 50 €

Publicado el 14/08/2009 en el suplemento GPS de El Correo y el 15/08/2009 en el Diario Vasco

Crédito fotográfico by Thomas Hawk

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