
Leyenda viva de la mejor cocina Navarra

En este templo navarro del papeo me volví a casar con mi Eli, que es un asunto muy recomendable si uno está bien, feliz y contento, celebren la vida con ilusión y buenos alimentos antes de que sea demasiado tarde. Ya saben que cuando menos lo esperas, te atropella un autobús o un oncólogo te dice que ya estás criando malvas en Villaquieta. Yo apunto los cumpleaños de las personas que más quiero y los aniversarios más relevantes, ¡soy un desmemoriado!, así que Eli cumplía cincuenta boniatos y había que tirar la casa por la ventana organizando un sarao en el Kasino de Lesaka, donde Ana e Imanol, hijos de la gran Josefina Sagardia.

Prohibimos la corbata, chaquetas, pamelas o el zapatito pulido Sebago, pues a edad provecta hay que disfrutar sin las apreturas del traje, calzándose pantalones cortos, camisas holgadas, polos o alpargatas. Nunca entendí cómo es capaz de divertirse un sevillano en plena feria a cincuenta grados a la sombra, de punta en blanco con el cuello abotonado y su camisa de popelín. Ofició nuestra ceremonia el sumo pontífice Josemaría Gil-Arévalo, de la congregación mariana del Palmar de la Galera y de la calle Águilas, que deleitó a los asistentes con sus ocurrencias, advirtiendo del peligro de ir a misa, creerse los milagros o las apariciones marianas.

El menú fue gloria, sin chorradas y al lío de Montepío desde el primer segundo, que es la marca de esta casa Navarra, “veni, vidi, vici”, pues allá todo pichichi encuentra acomodo y conviven como Pedro por su casa el currela de laminaciones de Lesaka, la familia numerosa, el casero que baja a tomarse un vino o la madrileña con pañuelo de Loewe que llegó resoplando desde la calle Serrano hasta su casa en Elizondo para podar sus macizos de hortensias. Me centro, que me disperso. Para abrir boca, trincamos un jamón ibérico Carrasco de cuatro años y casi una arroba de peso, cortado a cuchillo por el gran Joxemari Barriola, el charcutero carnicero más dicharachero y profesional al otro lado del Bidasoa.

Luego atizamos a los fritos, que Imanol borda como ninguno, meneando la bechamel al fuego, enfriando la masa y boleando a mano como siempre fue. Pilla dos cucharas y golpea la bola como Alcaraz hasta el fondo de pista, sobre la harina, rápido al huevo, pan rallado y a la sartén hasta que doran, formando una costra crujiente que esconde rellenos cremosos y fundentes. Si un día cenan en el Kasino, lo verán arrancarse con la confección de los fritos a medianoche, pues lo mismo se lía con la roux, la mantequilla y la harina o se enreda deshuesando ciruelas claudias para confeccionar esos tarros de jaleas y mermeladas que acaban en manos de algunos privilegiados. Son un despiporre esas blondas pringosas de grasa reventonas de croquetas, San Jacobos, huevo Villerruá y todo tipo de virguerías empanadas. Las variedades cambian según el humor y los antojos que esa semana tengan en cocina.

El plato cumbre es su majestad la tortilla de patata, que como todos saben es oblonga, figura geométrica más larga que ancha que describe perfectamente la forma de esa maravillosa patata pochada con cebolletas y pimientos verdes revueltos con huevos a medio batir, cuajada en sartén de hierro y servida en bandeja de fina porcelana. La tortilla de patata primitiva sería doblada como la del Kasino, como hay un dios. Luego zarpó Noé con sus bestias en el arca y al regresar, belcebú se encargó de que las tortillas fueran redondas, les daban vuelta al aire o con un plato, ¡qué vulgaridad! Para terminar nuestro banquete nupcial, disfrutamos con delicados postres helados de arcón congelador, que es un colofón sin rival que gusta a grandes y a chicos, Magnum, Cornetto y Maxibon. Bebimos Champán Roederer a manta, vinos, refrescos y cafés, hubo bailables hasta medianoche y marcharon los invitados a cascarla a Parla. Los más borras apuraron sus tragos en plaza Zaharra, sin molestar a los vecinos. Estuvo terminantemente vetado hablar de “Puchdemon”, de Pradales, de enfermedades o de trabajo, “no seas pelma y nos cuentes lo listo que eres, lo que facturas o los proyectos que tienes, porque nos tira a todos de la chorra”, escribimos en letras grandes en la invitación. Kasino es uno de los restoranes de mi vida y en él lo pasamos teta desde niños, celebrando la vida con padres, amigos y hermanos, cumpleaños, comuniones, funerales o comidas de cuadrilla, dando cuenta de todas esas joyas que, aún hoy, son sus timbres de gloria: ensaladas primorosas, sopas, pochas, alubias, paté de ciervo o de perdiz, huevos fritos con txistorra, ajoarriero, chipirones en su tinta, pimientos rellenos, pescados rebozados o en salsa, jamón con tomate, redondo, paloma guisada, chuleta de ternera, fritada, txuri ta beltz y manjares superlativos. Que tengan salud y mantengan viva esta leyenda de la mejor cocina tradicional. ¡Viva la novia!, ¡aúpa Eli! Disfruten, que nos quedan dos telediarios.
Kasino
Plaza vieja 23 – Lesaka
T. 948 637 287
COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Tasca campestre
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja / En familia
PRECIO ***/*****










