Granada Erreka

Truchas fritas en el “Bután” guipuzcoano

Hay muchas maneras de llegar a este restorán paradisíaco, y una es desviarse desde la N-I a la altura de Zizurkil pillando la GI-2631, santiguándote y echando ruta por Asteasu, hasta llegar al asador Izurtzu, al que iré algún día, ya les contaré. De allá tomas un desvío que discurre por carreteras inverosímiles que pasan frente a ermitas, sembrados, prados llenos de ovejas y vacas, desfiladeros, encuentros de caminos, caseríos, bordas y esa majestuosa venta de Iturriotz, mole imperturbable en la que pasó una noche el santo Inaxio de Loyola a su regreso de París, según dicen. Si se topan con ella, al mismo pie del monte Hernio, en el collado norte de la sierra, deténganse, rodeen la fachada a pie y alucinarán con las cicatrices arquitectónicas, los exvotos clavados con puntas en la puerta o esas terroríficas cruces pintadas con cal viva que reflejan que allá, una noche de mediados del siglo XVI, se quitó las botas y cambió de arreos el guerrillero de la fe. Si quieren datos más exactos consulten la enciclopedia de Auñamendi o alguna biografía en papel, porque el chat GPT y la Wikipedia se inventan todo lo que cuentan y son artilugios paridos por chismosos, afanosos, mentecatos, charlatanes y parlanchines. Ale, arreando, que es gerundio.

Con paciencia, llegarán a Granada Erreka y respirarán aliviados, ¡madre mía! Si no son muy intrépidos al volante, pasarán toda la comida rumiando el regreso a casa, pensando que si aparece un coche de frente, se liará bien parda. Siempre les cuento que no es necesario pirarse al Bután para encontrarse a uno mismo o para hacer ejercicios espirituales rollo yogui “posición garza o flor de loto”, mirando al infinito. Basta con armarse de valor e ilusionarse con echar un trago de sidra o pimplarse un pincho de chorizo cocido en esta hondonada inhóspita o en cualquier punto de nuestra geografía, pues no me extrañaría que esta casona en la que nació Basarri en 1913, esté en el lugar más profundo de Gipuzkoa. Si algún topógrafo, geógrafo o técnico de la Sociedad de Ciencias Aranzadi o de la Diputación nos lee, ya nos sacará de dudas. Decía que los más caguetas no podrán sacarse de la cabeza el regreso a casa. Que no cunda el pánico. Hay un camino más amable que lleva, chino chano, hasta la costa. En vez de arrancarse monte a través hacia Azpeitia o Azkoitia, pillas rumbo hacia la coqueta Aizarna, desde allá alcanzas Aizarnazabal y en un periquete ya divisas, ¡por allá resopla!, esa querida civilización llena de gasolineras con sus tarjetas de puntos canjeables por tazas y cantimploras, Eroskis o Mercadonas, ¡hogar, dulce hogar! A babor, Zumaia, Itziar o Deba. A estribor, Zarautz, Orio, Donostia o la estación de Hendaia, donde puedes pillar el TGV y escapar, rumbo a las estepas siberianas.

Les voy centrando la jugada de este establecimiento singular, genuino, primigenio y antediluviano. Si son amigos de las tascas sin soplapolleces, están en el lugar indicado, famoso por sus cascadas de agua limpia y cristalina en la que campan las truchas a sus anchas. Si van con críos, el espectáculo está asegurado justo detrás del caserón, a pie de cocina verán las cetáreas llenas y se les abrirá al apetito. Los animalistas, que están muy locos, rabiarían de pena por saber que el destino de una trucha es la sartén, llena de humeante aceite de oliva. Y desearían abrazar a las truchas por las aletitas y aliviarlas de su destino cruel, porque por todos es sabido que las truchas tienen sentimientos y lloraron hasta la muerte de Chanquete, el de Verano Azul. Siéntense raudos y veloces a la mesa y articulen la jamada alrededor de una buena fuente de truchas fritas, crujientes, tostadas, deliciosas. Churruscadas en aceite a la guipuzcoana, es decir, sin jamón ni distracciones de judío converso, ni Navarrerías propias de churrero de La Mañueta. La piel se contrae, la cabeza se jibariza y las espinas dorsales que cubren el vientre asoman, llenándose de pequeñas gotitas de grasa que las hacen aún más apetecibles, ¡dios santo, qué hambre! Mari Carmen y Pili son las patronas de la casa y bordan una carta llena de platillos y raciones simples, bien apetecibles. El comedor es austero, con sus mesas corridas y televisor en marcha, sin volumen, para que no quitemos ojo de la franja de Gaza y Cisjordania, con los parroquianos dando cuenta de platos de jamón, fritos, ensaladas, sopas de pescado o de cocido, revueltos de hongos, tortillas de bacalao, pollo de caserío, chuletas, costillas, filetes, escalopes, solomillos o corderos asados, si se encargan con antelación. De postre, arroz con leche, flan, cuajada, tartas, copa de la casa, sorbete de limón al cava, queso y membrillo, tejas y cigarrillos. En el bar hay un arcón lleno de crocantis, maxibones, sangüis de nata y demás golosinas congeladas. Ves el mundo más habitable y más amable en lugares como Granada Erreka. Disfruten, que nos quedan dos telediarios. 

Granada Erreka
Lugar Erdoizta 15 – Errezil
T. 943 81 53 55

COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Campestre
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja/ En familia
PRECIO ***/*****

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