Torralbenc

Increíble finca menorquina

Cada día ando más cascado, pellejo y abuelo vinagres, pero en el empeño de exprimir con ganas esas pequeñas alegrías que te lanza el día si eres capaz de desbrozarlo para quitar de en medio mala hierba, zarzas, estresados, aceleraditos, pelmas y toda esa panda que atosiga con la plaga del siglo veintiuno: yo, mi, me, conmigo. Así que me agarro como un gato a unas cortinas a los planes imprevistos, combustible para vivir mejor y quitarse el lastre de las series de Netflix y del móvil de las pelotas, todo dios enganchado al resplandor de la pantalla. En mil novecientos setenta, antes de comer bendecíamos la mesa y hoy, antes de pinchar el filete, fotografiamos los platos y los subimos a las redes para fardar, ¡a ver si nos revienta el meteorito de una vez!

 

Me repito como el ajo del alioli Choví de bote, pero mi amigo sevillano Josemaría Gil Arévalo maneja un Nokia del año de las Malvinas y sabe lo que vale un peine, practicando el “bueno diario”, que consiste en lo que les dije antes, búscate pequeños placeres diarios y vacía la mochila de tonterías y dramas del primer mundo. Queda con un amigo y no hables, bebed birras y ya. Siéntate en una terraza a ver el mundo pasar o descojónate con los críos del pueblo chapoteando en una alberca, empapaítos hasta las calzonas. Disfruta de un vino que aterriza en tu mano sin esperarlo, de una merendola improvisada o de ese bocata compartido que conviertes en cena y así llegas a casa tostao, ¡te limpias la piñata y al sobre! No friegas cacharros, no enchufas la tele y te ahorras al pelma de Ferreras conectando con Soto del Real.

No retrasen la felicidad al fin de semana o a las sobrevaloradas vacaciones de verano, ¡ese Núñez Feijóo, qué majetón! Si lo hacen, acabarán con cara de tiesos, así que espabilen. Largo tiempo atrás organizamos un viaje a Menorca que se fue al garete por motivos de salud. Me abrieron en canal como a un cordero del desaparecido matadero Montero y casi recuperado, se me infectó la cicatriz liándose pardísima, aquello parecía “Los chicos del maíz” o una peli de miedo de Jess Franco. Imagínense el percal, era domingo y mi Eli llamó a su hermana veterinaria para mandarle fotos de la avería, ¡menuda escabechina! Me recuperé, empecé a trotar y ya en forma como un pincel de Winsor & Newton, me quité la espina pillando un vuelo desde Hondarribia hasta Mahón.

Aterrizas, pillas un coche de alquiler y en cuanto avanzas por la isla, te asalta el buen rollo de las carreteras comarcales llenas de campos, huertos, vacas, cercados de madera y esos muros de piedra de peli de John Ford, levantados a riñón y santa paciencia, perfilando un paisaje dibujado con azules turquesas, blancos, verdes y esos rojos de pintura del pirado de Tiziano. Un día, Menorca parece Italia, otros recuerda a Grecia o a la Provenza francesa, sobre todo si visitas Torralbenc, una hermosa finca de muchísimas hectáreas integrada en un paisaje agrícola, rodeada de viñedos y vegetación de ensueño, campos de cultivo, acebuches centenarios, aladiernos, jaras y lentiscos abrigando un increíble hotel con su pedazo restorán, asesorado desde hace una pila de años por Gorka Txapartegi.

Si tienen poderío suficiente para echarse allá unos días a la fresca, los planazos son de infarto y gana por goleada “no hacer nada”, es decir, levantarse tarde, desayunar antes de que apriete demasiado el sol, holgazanear, escuchar a las cigarras cantar, caminar sin rumbo, sin reloj, sin prisa y sin ir a la carrera, dándose unos cuantos chapuzones y respetando el aperitivo, el almuerzo, la siesta, el paseo por los campos, la cena y sus sobremesas, apurando con calma un cigarro o un trago de cualquiera de los vinos elaborados en la finca. En cocina saben chino, latín y arameo, porque se lían poco, ofreciendo lo que te apetece comer en un lugar de estas características. Hay productos de nivel, ¡Maribel!, jamón del bueno, ostras, caviar si eres un ruso hortera con camiseta espantosa de Versace y todos esos platos más historiados, tocados con la gracia del “Alameda”, es decir, puntos de cocción clavados, guarniciones sabrosonas, salsa virgueras y el puntillo del perfume de la parrilla. Lo más normal es que después de una sobredosis de salitre o de cloro piscinero te apetezcan brasas en vena, así que las posibilidades son variadas: piezas enteras de pescado de lonja, langostas, pulpos, gambas rojas, presas ibéricas, paletillas de cordero lechal o chuletas de vaca infiltradas de grasa. Antes, puntúan alto el tártaro de ternera vermella, las verduras o las ensaladas, algún carpaccio molón, el salpicón, el huevo termal o los arroces cremosos o secos. Los postres, sin filigranas: tartas, chocolate fundente, pastel fluido de avellanas, flanes o quesos menorquines. Disfruten, que nos quedan dos telediarios.

Torralbenc
Alaior – Menorca
T. 971 377 211
@torralbenc
torralbenc.com

 COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Campestre lujoso
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja / En familia
PRECIO *****/*****

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