Almiketxu

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Un caserío singular y auténtico en el que da gusto celebrar la vida.

almiketxu_8Bermeo vive estos días un despiporre de dimensiones galácticas, pues allá celebran unas fiestas castas como pocas que arrancan con el día de nuestra Señora de Almike, patrona de la localidad, y tienen su epicentro no sólo en el citado día de la Virgen sino también en el del “arrantzale eguna”, donde todo cristiano se pone su reglamentaria y elegante vestimenta azul Mahón tan típicamente costera. Por supuesto nunca faltan regatas, fanfarres, cabezudos, deporte rural, fuegos artificiales con sus gusanitos y sus bombas japonesas, música en directo en la plaza para que el personal mueva la cadera y un campeonato del mundo mundial de “sukalki” donde todo el pueblo demuestra oficio de guisandero y el público, agolpado al otro lado de las cazuelas, un apetito que para sí hubieran querido las fieras de Ángel Cristo.

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Es planazo sin igual arrancar un poteo en el mismo muelle, sin olvidarse de dar el pertinente garbeo por los nuevos espigones del puerto, pues comprobarán que aquel paisaje tiene el sabor de los puertos pesqueros vascos de antaño. Hace unos años, desde Hondarribia hasta el último confín de la costa vizcaína, en todos los puertos amarraba una flota de bajura de órdago a la grande, preocupada a lo largo del año de traer abundantes capturas y celebrarlo como estaba mandado. Desgraciadamente vivimos otros tiempos y aquella hermosura y alegría en la cartera es hoy asunto que solo puede apreciarse en las hemerotecas, si consultan cómo vivían los muelles de Euskadi, comprobarán que ganas, esfuerzo y lágrimas no faltaban, pero las embarcaciones no cabían en el agua. Aquellos espacios infestados de chipironeras, merluceras, grandes barcos, gabarras y gabarrones, los ocupan hoy primorosos puertos deportivos y embarcaciones de recreo, pues las castañas se asan en otras plazas, aunque luego la mar tire tanto al vasco como para salir a dar un voltio y echar las cañas para pasar el rato. Afortunadamente Bermeo mantiene intacta una industria conservera que ha sabido adaptarse a los tiempos nuevos que vivimos, y una flota hambrienta por ganarse el pan en las mareas, asunto que convierte a la localidad en una gema preciosa en la que vemos reflejados aquellos tiempos que algunos vivieron en blanco y negro, de lo lejos que quedaron.

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Por eso, si tienen la suerte de acercarse a la localidad, échense unos tragos en las terrazas del Loidxie o hinquen el diente a la tortilla de patata del Sarabanda, buena a rabiar, y en cuanto tengan la sensación de que puedan saciar el apetito pecando de barra en barra, frenen en seco y encaminen sus pasos monte arriba hasta el Almiketxu, la casa del difunto Txomin Ormaetxea y de Teodora Albóniga-Menor, que allá sigue en cocina, ilusionada, inagotable y agarrada a sus raíces como las viejas sabias de los libros de Barandiarán. Siguen siendo campeones del mundo y atienden un caserío singular en el que da gusto celebrar la vida. No duden en entrar por la cocina y alucinarán en colorines, pues no es habitual tropezar con un fogón de los de toda la vida, con sus quemadores a todo trapo y las brasas silbando, sin horno microondas y ese espectáculo que consiste en una merluza sobre la tabla a la que le rebanaron el cogote, unos lomos listos para rebozarse y pasar el martirio de San Nicolás en la sartén, o unas patatas fritas dorándose con muchos ajos o una pila de torrijas a puntito de ser remojadas en leche hervida con canela y azúcar. Pero aún queda lo mejor, allá en la esquina junto a la fregadera y a dos pasos del fogón, una mujer con sonrisa amplia palmea unos talos que pasarán en un pis pas por la chapa para escoltar el clásico de la casa, “el azote al colesterol”, que no es otra cosa que el afamado “sartenekoa”, cóctel molotov de la mejor huerta marrana: morcillas, chorizos gloriosos, lomo de cerdo adobado, tocino y costillas servidas con huevos fritos, ¡viva la farra!

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Así es Almiketxu, auténtico por los cuatro costados, hasta el punto de que no solo podrán disfrutar de sus señoriales comedores instalados en el mismo caserío, sino que si acompaña el tiempo y son amables con el servicio de sala -maravillosa panda de filibusteras con más garbo que las truchas salvajes de río-, podrán instalar sus reales posaderas en cualquiera de las mesas de la terraza, sobre las huertas repletas de pimientos, tomates y vainas, bajo la parra, la higuera o la arboleda que se abre ante la mismísima entrada, entre la fachada del asador y el pórtico de la iglesia.

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Les aseguro que es asunto serio zamparse allá sentado una ensalada de tomates con ajito picado o de patata hervida con cebolla pochada y bonito cocido, o unos pimientos fritos de Gernika. La carta contiene platillos y asados de nuestra cocina más elemental y rupestre, no se pierdan joyas como las sopas de ajo, las menestras guisadas a la antigua, pimientos rojos asados y pescado, mucho pescado asado magistralmente sobre las brasas, besugo, pejerrey, lubina, rape, lenguado, rodaballo, salmonete, merluza o uno que en Bermeo lleva hueso ancho y largo, mucha grasa infiltrada y se acompaña con patatas fritas, chuleta de vaca. Suéltense el cinturón y disfruten en casa de Javier, Ramón y toda la cuadrilla, mujeres, hermanos, amigos y tías, pues el arroz con leche lo guisan al fuego a diario, montan un goxua de escándalo, la cuajada de oveja la sirven con manzana cocida, la tarta de queso con higos y el escocés, el valenciano o el irlandés, en vaso grande y en abundancia. Tomen café y fumen puro bajo algún árbol, como les dije al comienzo, el mejor lugar del mundo para beberse un cubalibre bien fresquito. ¡Gora Salomé Campos!

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Almiketxu
Almike Auzoa, 8
Bermeo-Bizkaia
Tel.: 94 688 09 25
www.almiketxu.com

COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Campestre
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja / En familia / Negocios
PRECIO 40 €

2 comentarios en “Almiketxu

  1. Jose Vega

    Tio deja de flipar
    En Bermeo pasear por el puerto da pena,no hay flota pesquera….

  2. Antón

    Pasé muchos veranos con incontables visitas a este lugar fantástico. Inmejorable relación calidad/precio y, sobre todo, un lugar donde daba gusto estar. Incluso en invierno, con frío.
    Recuerdo especial para las patatas fritas. Una guarnición sin «prensa» habitualmente.
    Antón

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