Restaurante Alameda

Alameda 01Guisanderos de casta y tronío.

De su carta te comerías todos los platillos, de principio a fin.

Si vas a Calatayud y preguntas por La Dolores lo más normal es que te peguen un paraguazo. Si pasas por Fuenmayor y preguntas por Esther o Tomás nadie dudará en guiarte hasta el Alameda, junto a la plaza, un restorán con mucho oficio en el que la pareja propietaria asume la responsabilidad de buenos guisanderos -la amiga Esther rasca el culo de las ollas que es un primor-, y de finos asadores parrilleros -gracias a su chico Tomás-, ofreciendo como resultado una carta de la que te comerías todos los platillos, de principio a fin. Pequen de zampabollos y si dan un voltio de aperitivo por los tascos de la plaza marianito en ristre, antes de entrar a matar, entréguense a los calamares o a los mejillones rellenos y fritos que sirve el mesón El Escudo, a escasos metros del lugar que hoy nos ocupa.

Ya en faena, les diré que hay ciertos platos que el amigo Lanchester describe como agresivos y sangrientos que se guisan en primavera, ese tiempo en el que el suelo brota tierno, renace la vida y parece que la cocina debiera ser amable, renovada y luminosa. La bonanza de la primavera nadie la pone jamás en entredicho, a pesar de que corra la sangre a borbotones de los tiernos gorrines, las terneritas o los corderos de leche que terminan irremediablemente en el fondo de la olla, estofados en menestra con sus menudillos, asados o guisados y empapados de abundante salsa rehogada con mucho ajo, cebollas y algunos pimientos. Esther es guisandera de oficio y sabe mejor que nadie que el fondo de los pucheros debe estar plano y no tener panza para que la grasa se reparta regularmente por el fondo y los pedazos se coloreen homogéneamente sin chamuscarse, dejando esos pegotes que bien tostados y requemados, permiten recuperar un jugo dorado que a fuerza de concentrar su gelatina natural, se convierte en una salsa densa, casi masticable y pegajosa.

Éste es el plan, ya es primavera en El Corte Inglés y en el Alameda, ¡aleluya!, así que el despelote de la huerta adquiere forma de guisantes tiernos, diminutas habas, espárragos, cebolletas, alcachoficas, pimientos y la madre que parió a Panete. Suena siempre bien ese saludable “engaño” de arrancarse con cosicas “limpias”, para ir abriéndose paso a lo Miguel de la Quadra-Salcedo hacia el terreno de Esther, sus guisotes, y los dominios de Tomás, los pescados y las carnes asadas sobre tizones ardientes. Que no falten las croquetas, reventonas, el salpicón de bogavante o las distintas ensaladas ilustradas, con cigalas, almejas o lo que en cocina les venga en gana. Los caparrones, las patatas a la riojana o los garbanzos con bogavante están de muerte y petan las carrilleras, las manos de cerdo, las patitas de cabrito, las lechecillas o los callos y los morros, con esa salsa gelatinosa prima hermana del Club-Ranero, pero en carnívoro.

Dejen que Tomás chute el balón, que el hombre casi fue futbolista, y nos meta un golazo con cualquiera de sus irreprochables piezas asadas a la parrilla, igual da que sea una ijada de mero, rodaballo, cogote de merluza, lenguado, besugo o una descomunal chuleta traída desde Galicia por el amigo Luismi, que como ya sabrán es el hombre que susurra a las vacas al oído y las convence para que mueran infiltradas de grasaza de la buena y en paz consigo mismas. A estas alturas ya habrán adivinado que todos y cada uno de los platos que pueden disfrutarse en este asador de tremenda nobleza contienen todas esas especialidades que cualquiera en su sano juicio pediría antes de espicharla y decir adiós a los placeres terrenales. Cocina auténtica, verdadera y humeante, de la que consigue reconciliarte con la humanidad, ya perdida en un cúmulo de sandeces estratosféricas, predestinada a la extinción y al más oscuro de los abismos.

Aunque sea difícil contenerse, dejen sitio para el postre, hagan el favor, en Alameda saben rematar con la misma finura en el apartado dulce, sacando de la chistera torrijas, lechefritas y tartas de manzana, que son glorias cumbre de su repostería. Pero también tropezarán con granizados tope refrescantes, lujuriosos pasteles chorreantes, tostadas o natillas gordas y sabrosonas a las que pediríamos en matrimonio sin pensárnoslo dos veces.

La bodega también está sabiamente nutrida y luce bella, con unos precios que invitan al despiporre y al brindis riojano como dios manda. El Alameda es el prototipo de asador pleno cuyo único fin es hacer enormemente dichoso al comensal, ¡como se lo cuento! ¡Viva el vicio y el fornicio!

Restaurante Alameda
Plaza Feliz Azpilicueta, 1
Fuenmayor (La Rioja)
Tfno: 941 450044
www.restaurantealameda.com
info@restaurantealameda.com

COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Campestre
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja / En familia
PRECIO 70 €

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