¡Huevos días!

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Lo he contado por activa y por pasiva, pero desde que decidí coger el toro por los cuernos y quitarme todo el lastre de kilazos que adornaban mi cuerpo serrano, el desayuno se ha convertido en la comida indispensable del día.

Antes mordisqueaba cualquier porquería como un ratón ansioso y a otra cosa mariposa, con el consiguiente hambre que acechaba hacia al mediodía y que conseguía que me zampase un búfalo con tomate si se terciaba. Ahora le doy al desayuno la importancia que se merece, me lo curro con mimo, me tomo mi tiempo y guardo para este instante del día todas aquellas cosas que me pirran y que procuro evitar a otras horas: pan, miel, queso, huevos, etc. Muchos fines de semana me doy el capricho de prepararme unos huevos revueltos como Dios manda, los hago en infinidad de versiones pero me gustan especialmente los rojos. Aquí os dejo el enlace para que veáis que prepararlos está chupado,

 

 

Los amigos de Hobea, que son una cooperativa de productores de huevos locales del País Vasco y Navarra, me tratan como al marajá de Kapurthala, y me envían unos huevos frescos de campeonato que recogen a diario, con una untuosidad, una frescura y un saborazo del copón.

Me gusta que el producto que me traigo entre manos sean de cercanía, eso que los más guays llaman de Km 0, porque además de asegurarte calité te proporcionan también precio, al poder ahorrarse en traslados largos o sin sentido.

¡Viva los huevos, que son salud, y los desayunos de pelotari refinado!

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