Geralds

geralds_1

“We cook, you eat”


Tasco a caballo entre el gabinete del doctor Caligari y garito de viejo malecón.

Da mucho gustirrín que en pleno barrio donostiarra de Gros, en la calle Iparraguirre, los clásicos tascos de toda la vida tras cambiar de dirección, se reconviertan en garitos molones de los que encuentras por el mundo, cuando viajas y pateas cualquier calle de ciudad apetecible. Les confesaré que cuando el típico chapas me dice que viaja a Nueva York o a Dublín o a París o a la bella Roma o a Londres y quiere mis recomendaciones, pensando que uno es el oráculo de Delfos, siempre contesto que lo mejor es dejarse llevar por la intuición del primer golpe de vista, ese que te dice si valdrá la pena o no franquear el umbral de la puerta de un garito. Punto pelota. Ese instinto yo lo tengo muy pulido, nunca falla. Miro la fachada, echo un vistazo a la carta, observo a la peña que entra y sale y de reojo pongo la bala en la decoración y su luz, pues si un tasco brilla con gusto invitando a entrar, con sus claroscuros y sus insinuantes lámparas indirectas, la jamada no defrauda jamás. No hay mejor guía que ese primer impulso que te empuja a entrar o a poner los pies en polvorosa, como el impaciente coyote de los dibujos animados.

geralds_2El Geralds invita a asomar el morro, pues desde la calle es un poco local del barrio rojo putero de Ámsterdam, sus cortinas dejan entrever el muslamen que se avecina y nada hay que ponga más cachondo que ese instante de incertidumbre en el que decides poner un pie delante del otro y avanzar hacia la puerta de un restorán, decidido como un mariscal austro prusiano. A mí me pone mucho. Y en el caso del viejo Bar Bolívar, da gusto refugiarse en ese ambiente confortable a caballo entre el gabinete del doctor Caligari y un tasco de viejo malecón en el que lo mismo bebe ron un capitán Ahab, un chófer de autobús, una bailarina coja del ballet rojo de la China comunista o una putarraca finolis que atiende a su amable clientela a través del “uasap” de las pelotas. Aquello es un viejo zoo del buen bebercio y la fina jamada sin miramientos. Sí, alguno dirá que hace biruji bajo las mesas, otras pensarán que no hay servicio de recogida de abrigos de conejo, algún otro ababol considerará que la comida no se sirve sobre platillo fino de pizarra y que la vajilla de fina porcelana es ordinaria, e incluso algún otro podrá afirmar con buen criterio que los patrones del chamizo tienen síndrome de Diógenes, sí, pero a mí me gusta y los que mean y se la agarran con guante de seda han de saber que Caronte los recogerá en su barca, que es zodiac chunga de goma y llena de remiendos, hecha unos zorros, ¡espabilen!

geralds_3Como si fueras de León o de Zamora, debes arrancarte con un buen platillo de quesos finolis afinados, en vez de jamarlos antes del postre los tomas de aperitivo y así demuestras al personal que eres un cerdo gordoso, paposo y asqueroso. Tiene mordisco la terrina de cabeza de jabalí con su grasa fina y su verdura encurtida, para empujar con pan de hogaza y no parar, como si no hubiera un mañana. La burrata guarra con tomates, cebolla roja y aceite grueso de oliva es también un platazo y ofrecen varios guisos diarios, además de un filete tártaro de carne bien aliñado, con su punto picante, su yema de huevo y su pepinillo escondido. Alguna sopa en tazón, mejillones diminutos en salsa picante a la jamaicana, con su leche de coco mestiza, un estofado de conejo y carne con alubias y salsa de tomate o una pasta fresca y ancha como la eme cuarenta madrileña con su pesto borracho de ajo, albahaca y almendras, son las mejores opciones antes de meterte entre pecho y espalda el dulce final que les toque en suerte. En mi última y única visita por el momento (repetiré si Apolo me da salud y el cajero automático sigue escupiéndome la pasta), el cacho postre tomaba forma de pedazo de bizcocho oscuro como el betún, especie de pan de especias jamaicano borracho de melaza, jengibre, miel, clavo y la madre que lo parió, con su bola de helado mantecado.

geralds_4Una buena comida no se mide por lo que dicen los blogueros en internet ni por lo que votan unos cuantos cretinos acreditados repartidos por el mundo, sino por el efecto colectivo de todas las sonrisas de la estimable clientela de un garito, que mueve montañas, ya sabrán que el aleteo de una mariposa en Hernani puede provocar un tornado al otro lado del océano Índico. Apenas un instante después de terminar una comida, con el regusto aún pringoso en el morrete, tras haber tragado el último sorbo abrasador del café solo o del espirituoso en copa balón, te sientes atrapado por un fuerte sentimiento, mitad desazón mitad alegría, ¡ay, Mambrú, qué pena! Y durante un instante, tan solo piensas en todo lo que acabas de morder, sorber o chupar. Y sales a la calle, echas un último vistazo a la fachada del local, atraviesas la vista a través de las ventanas del chamizo, y sonríes con un gramo de tristeza porque vas a echar de menos a Carlos, a Gerald, a Marc, a Bella, a Nick y a todos sus platillos escritos con tiza en su pizarra.

Un buen tasco, amigos, es un putiferio en el que se zampa sin gilipolleces, como éste de luz tenue en la calle Iparraguirre: atendido de aquella manera, sin prisas, con su música guapa pinchada en tocadiscos, buenos vinos, sin tragaperras ni televisor, ¡larga vida!

Geralds Bar
Iparragirre, 13
20.001 San Sebastián
Teléfono: 943083001
Página web: geraldsbar.com
Email: carlos@geraldsbar.eu

COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Modernito
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja/ En familia
PVP: 30 €

1 comentario en “Geralds

Deja un comentario