O de la merluza más grandiosa jamás contada.
Llevo yendo a La Posada del Mar santanderina desde que tengo uso de razón, o incluso antes, quién sabe. Allí oficiaba un Tomás Merendón al que yo no conocí y que debería subir a los altares por hacer apostolado de la tradición y la autenticidad en la cocina marinera, y que dejó las artes a otro Tomás, su hijo, que sigue su estela tal cual, sin desviarse ni un milímetro.
Hay quien tiene la teoría (yo entre ellos) de que los pescados de La Posada son tan frescos y tan cojonudos porque es el propio Tomás Jr. quien sale al mar de madrugada con su trainera y los captura con sus manos. Que ni siquiera utiliza caña ni red. Si no, no se explica.
Y es que no hay nada que no sea sublime en esta casa. Y nunca falla. Y al patrón siempre se le ve en forma.
Empezando casi por el final, la merluza es incomparable y tiene una cosa mala: ¡que se acaba! Así que cuando uno pilla la última cucharada, llora pensando en cuándo será la próxima vez. Sólo rebozada, y escoltada con unos chipirones en su tinta que están pa gritarlos, es un plato sin igual que toda la especie humana debería de probar una vez en su vida. O más.
Pero como no sólo de merluza vive el hombre, puede elegir un bonito del norte que sólo Tomás sabe dónde y cómo conseguir (ojo, que la teoría se confirma), rodaballo, rape… Vamos, un fiestón. Y hay medias raciones por si son ustedes tan viciosos de querer probar más y más cosas.
Para abrir boca, si se atreven, vayan a por esos santiaguiños que son como cigalas pero en rico, o a por las rabas de calamar, o a por sus salpicones de marisco o de bonito. ¡Qué cosas!
De fin de fiesta, el tocinillo de cielo, que debería llamarse más bien “del paraíso”, porque está pa morirse de rico.
Sumen a todos estos factores una ración completa de cariño (este no lo sirven en medias) que hace que La Posada se convierta en el comedor de su casa, pero con vistas a los mástiles, al mar, y a la felicidad. Ole.
La Posada del Mar
Calle de Castelar, 19
Santander
Teléfono 942 21 30 23
Ambiente “típico” santanderino.
Entre 50 y 60 euros.