Elosta

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Sabia fusión.

Explosión, sabor y calidad, como bandera de un local de pescado y producto marinero.

África ya no empieza en los Pirineos, ¡aleluya!, se lo dice este listo con acento en la ese que aquí escribe, pues uno vive atento a las señales que nos envía el progreso. Casi todos tenemos teléfono portátil con el “internete” pegado al pulgar, usamos palabros en inglés como si tal cosa o aún peor, compramos sushi en cualquier supermercado de barrio. Estos tres hechos empíricos deberían usarse en la ONU como baremo del nivel de bienestar occidental y no otras mandangas de medición al uso. Sobre todo lo de los paqueticos de sushi, porque seguro que la primera vez que los vieron en los lineales, pilotando un carrito, les daría un perrenque de orgullo y satisfacción, “Maricruz, fíjate, la modernidad ya ha llegado”, y fíjense cómo anda hoy el mundo que casi nada nos sorprende y lo “japo” es tan normal como una croqueta congelada.

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En 1943, cuando todo el país hacía “cola” con la cartilla de racionamiento, soñando con pollos, garbanzos y berzas, doña María Mestayer, honorífica marquesa de Parabere, hablaba en su libro “Historia de la Gastronomía” de la cocina japonesa como el no va más del exotismo. En una impagable muestra de sabiduría hablaba así del sasimi (sic), “¿Saben ustedes lo que es el sasimi? Pues sencillamente, el manjar cumbre de la cocina nipona: un pescado “crudo”. No sé por qué os sorprende tanto el que se ingiera pescado crudo cuando nosotros lo hacemos con las ostras y las almejas”.

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Imagino que en aquel tiempo de “Carpantas” que soñaban con asado y pan blanco, la idea de comer pescado crudo con arroz hervido debía de sonar extraña y muy poco apetecible, pues el hambre campaba a sus anchas, “menos sasimi y más salchichón, señora marquesa”, pensaría la gente. Por gracia o desgracia, no lo tenemos claro, la rúe del Percebe ha cambiado su paisaje y en los bajos del número 13 hace tiempo que inauguraron una taquería, una pastelería vegana o un sushi-bar. Y en la confluencia del Paseo de Colón y la Zurriola donostiarra, donde antes hubo una taberna clásica, podemos entrar hoy en un restorán del mismo nombre pero con distinta bandera, el Elosta.

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Abierto desde verano de 2013, ofrece cocina de fusión con sentido común y sabrosura, mezclando elementos de la gastronomía vasca, japonesa y peruana, que así, en frío, suena a “pereza total”. Pero más allá de las etiquetas, es un local de pescado y producto marinero fresco y ofertado de distintas maneras, adecuadas a las tradiciones de lugares lejanos o cercanos, ya saben, en cocina también existe lo del “color del cristal con que se mira”. Explosión, sabor y calidad son las normas básicas que el Elosta procura seguir a rajatabla para sorprender a su amable clientela.

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Mikel López, dueño y jefe de cocina del garito, está bregado en mil comandas a lo largo y ancho de la piel de toro. No le hizo falta subir al monte Fuji ni atravesar el lago Titicaca para saber que con inquietud y un paladar curioso se puede guisar con arrojo, combinando ingredientes y técnicas exóticas con el saber hacer local, articulando de tal forma los platillos de su tasco. Como reza el nombre del establecimiento, es un “Restaurant & Sushi Bar”, que divide su espacio entre un restorán con la cocina vasca como bandera y la fusión como aderezo, y un sushi bar donde zamparse de forma más informal algunas recetillas clásicas niponas, gunkan, sashimis o makis hechos al momento, alternando en armonía con tiraditos y ceviches. Atómico, por cierto, el tiradito de atún con leche de coco y togarashi o recetas más cercanas como el bacalao confitado con ajo negro, almendras y algas, el pedazo de carne de vaca con papas arrugadas y mojo o la tarta de queso con dulce de leche y helado de pistacho.

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Su cocina ecléctica y sin prejuicios atrae tanto a los expertos de la cocina atrevida como a principiantes que quieren probar algo nuevo y terminan convertidos a la nueva religión del “ñampazampa”. El público del Elosta es fiel y mayoritariamente local, incluso durante la invasión turística del verano “chancletero”, así que teniendo en cuenta lo sibaritas que son los donostiarras en estas lides, es todo un halago y asunto muy a favor del garito.
El ambiente es cálido y agradable, elegido por Sofía Córdova, dueña y señora tanto de la sala como del chef, ya saben cómo se las gastan las vascas. Con una decoración de viejo aire industrial, el ambiente invita a sentarse en su comedor o en el confortable y gastado sofá chester, que tanto gusta a los más “sofistipijis”.  Allí podrán gozar como marranos con las especialidades niponas del sushi bar y hacer la digestión, puestos a remojo con sus cócteles de sake o la apetecible lista de gin-tonics que preparan con coscorros gordos de hielo.

La carta está llena de alternativas como el tataki de atún y ajoblanco, las vieiras asadas con carabinero o la torrija con helado de sésamo. También cuentan con un menú del día a precio de risa -primero, segundo, postre, bebida y pan-, con platos como las alcachofas salteadas con patata y aceite de olivas negras, sopa miso con tofu, wakame y setas “shitake” o suculentos pescados del día. Por once eurillos podrán ustedes montarse un plato cambalache, incluyendo ocho piezas de sushi y postre.

elosta_7ELOSTA Restaurant & Sushi Bar
Paseo Colón, 41
Donostia – San Sebastián
Teléfono: 843 63 03 25
Web: www.elostarestaurante.com
Email: elostarestaurante@gmail.com
Cerrado: Domingo noche, lunes todo el día y martes noche

COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Modernito
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja
PVP MEDIO: Menú del día 14 €, Carta 30 €

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