Sala de Despiece

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No sé si recordarán ustedes cuando los mercados de abastos eran espacios concurridos, con olor a pescado y regueros de sangre caían al suelo y se limpiaban a manguerazo limpio. En estos malditos tiempos modernos y pasteurizados regidos por los vales descuento y los carritos de la compra, muchos mercados desaparecieron, o aún peor, se reconvirtieron en parques de atracciones para turistas o ferias de todo tipo de chorradas gourmet, lo que nos produce un desasosiego que no curamos ni con medicación para ganado.

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Pocos sitios quedan ya donde comprar toqueteando en pasillos llenos de exuberantes puestos y vendedores dicharacheros que se saben nuestro nombre de pila. Desde el primer hasta el último ingrediente de la comida se podía encontrar allí, y después de la compra se cumplía con el mítico ritual de reparar fuerzas en un bar de mercado tomando un caldo o un chorizo cocido, ¡vaya tiempos Mariví! ¿No los recuerdan? Pues estrujen la cebolleta y piensen en una barra estrecha, encajonada entre una frutería y una pollería, con un camarero curtido en mil oficios. Donde lo mismo servían un sol y sombra que unas gambas al ajillo recién despachadas del puesto más cercano, tan frescas que antes de recostarse sobre la chapa se arrancaban por bulerías, ¡arsa!

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No sabemos si volverán las oscuras golondrinas y aquellos míticos bares con cocina inmediata y hechuras castizas, pero por suerte pueblan este mundo personajes que añoran las cosas buenas e intentan recrearlas. Una de ellas es Javier Bonet, un empresario de estos asuntos del ñampazampa con pinta de atormentado que salió de su Mallorca natal para ver cuarto y mitad de mundo y crear espacios singulares donde disfrutar como enanos.

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En 2013 abrió Sala de Despiece, un local en pleno barrio de Chamberí que podría pasar perfectamente por un bar clásico de la villa y corte. Con su barra alargada, taburetes altos y cocina de mercado, el garito llama sin embargo la atención desde que uno pasa junto a su puerta, pues dentro aguarda una carnicería con sus cortinas de plástico, sus cajas de porexpán y sus guías con ganchos colganderos.

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El triunfo de este lugar es haber unido nombre, idea y ejecución. Así pues, el cliente desprevenido entra a una sala de despiece con toda su parafernalia que cimienta su oferta en la carne y la cocina de mercado. Recupera la proximidad de los puestos de abastos y el ambiente de los míticos bares de mercado, donde lo más importante era la materia prima.

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Curiosamente un local de rabiosa modernidad en el que sin embargo sentirán ustedes un ramalazo nostálgico. Las cestas con cubiertos y servilletas colgadas de los ganchos, los platos sustituidos por bandejas metálicas con papel encerado, los camareros con bata blanca a lo Lester Bowie… allá todo es novedoso y peculiar para el visitante acostumbrado a la servilleta de hilo, pero más allá de la sorpresa inicial nos despertará la memoria con recuerdos de experiencias pasadas.

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Ésta es una versión moderna y quirúrgica de las tascas y lonjas de siempre, que rinde justa pleitesía al producto, mostrada en la misma barra donde se mezclan los comensales. Su cocina, intencionadamente pequeña y sencilla, tan sólo tiene un fuego, una plancha y una freidora. No les hace falta nada más para dar el aperitivo, comidas y cenas marcadas por una buena carne, la de la finca de Jiménez Barbero. Podemos ver también in situ cajas de verduras, pescados y mariscos, que aparecen en carta listados con su procedencia y su peso.

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sala-despiece_4Acomoden por tanto el pandero en alguno de sus taburetes y picoteen sin rubor el pulpo a la plancha acompañado de un chimichurri con chispa, el tártaro de atún bien marinado con su chorrazo de salsa worcestershire y aceite de sésamo, las deliciosas alcachofas a la plancha de Tudela, el majorero canario tostado escoltado por una apetitosa crema de dátiles, la butifarra catalana, el jamón de los Pedroches cortado a cuchillo y la obligada ración cárnica, con el tártaro de solomillo como estandarte, aderezado con salsa de ostras, la chuleta servida con todo su mariconeo y un soplete en plan mago Tamariz o las mollejas con una buena pincelada de mostaza. Nunca faltan navajas, salmón marinado, salmonetes fritos, panceta curada, huevos, con boletus o a la Rossini, pimientos de cristal, burrata chorreante, mejillones y un porrón de picas que apetecen un cojón.

Sala de Despiece es un local divertido, bullicioso e informal donde comer de puturrú en un  ambiente de siempre, una cocina que gira en torno al producto y la ley de la temporada, con elaboraciones sencillas y frescas en un sitio donde, ¡ojo al dato!, te preguntan tu nombre y se acuerdan de él, ¡de no creer!

Sala de Despiece Gran Degustación
C/ Ponzano, 11
28.010 Madrid
Teléfono: 917526106
Web: http://saladedespiece.com/
E-mail:  info@saladedespiece.com
Cierra: Domingos noche

COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Modernito
¿CON QUIÉN? Con amigos / En familia
PVP MEDIO: 25-35 €

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