Igueldo

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O de un restaurante que es purita dinamita.

Jamada suculenta y perfectamente construida, sin pretensiones de astronauta

Lo tienen todo para triunfar en cualquier olimpiada de la jamada: maneras, oficio y gusto. Igueldo es un local con impronta vasca que está conquistando la ciudad condal, y no nos extraña un pelo, pues gastan un fondo de cocina pelotudo y un local fabuloso, coqueto y elegante donde uno se siente como el marajá de Kapurthala.

Gonzalo Galbete y Ana López de Lamadrid, chef y jefa de sala respectivamente del lugar, se conocieron hace unos cuantos años en los fogones del obispo Arzak donde comenzaban sus pinitos e hicieron buenas migas. Luego cada uno emprendió su camino sin imaginar que un día Barcelona se convertiría en la plaza en la que se materializarían parte de esos sueños e inquietudes que se labran con el tiempo y enormes dosis de currelo. Gonzalo, un navarro bien plantado, pasó por el Túbal de Tafalla y el Rodero de Pamplona donde se forjó de lo lindo durante tres años hasta que sus pasos le encaminaron a Santiago de Chile y un poco más tarde al Jean Luc Figueras. Ana, por su parte, se enamoró del vino, fue sumiller del Toc entre otras tareas, hasta que la idea de montar su propio restorán empezó a cuajar en su cabeza como un buen flan de caramelo. Dicho y hecho, Gonzalo y Ana bautizaron Igueldo a su criatura en ciernes, en homenaje a la abuela de la dama, que vivió en la casa Satrústegui del mismo barrio donostiarra.

Así es como esta antigua imprenta, por obra y arte del arquitecto Iván Pomés y la decoradora María Rosa Buxeres, se transformó en un local tope luminoso y perfectamente insonorizado, para que uno ponga todos sus sentidos en la conversación y en una jamada suculenta y perfectamente construida, sin pretensiones de astronauta, donde las brasas hablan a través de su lenguaje ardiente, cocina sin idioteces en definitiva, como el lugar que lo cobija.

Preparan menús diarios a precio de risa para lo que se oferta pero si quieren gozar como gochos ataquen a la carta que va sobrada de “dinamita”. Un abrebocas de lujo es el tártaro de pato o el de solomillo con yogur de cerveza, ambos con una mordida muy sabrosa. La terrina casera de foie gras, las alcachofas a la brasa y el carpaccio de lengua con vinagreta de setas son otros tres entrantes de campeonato.

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A Gonzalo le apasiona la casquería y eso se nota en sus propuestas, el plato de riñones, mollejas de lechazo y patitas es un canto a la glotonería pero cualquier víscera es tratada aquí con un gusto y refinamiento de aúpa.

Igual de bueno está el risotto de papada y trufa negra o el welsh rarebit que el muy canalla aprendió a hacer en el restorán St John de Londres y que cubre una tostada con fina anguila ahumada.

Nunca faltan anchoas del Cantábrico, croquetas y sopa de pescado caseras o unas alubias de Tolosa con su guarnición, la tierra tira y nobleza obliga.

Pescados de estupenda factura: lomo de bacalao con setas y tripa de bacalao, chipirones con jamón y cebolla guisada, merluza con almejas y refrito… y el timbre de gloria de la casa, una chuleta traída desde Oyarzun que acompañan con un bol de ensalada y piquillos por el que sus comensales se dan de tortas, churruscada por fuera y deliciosamente sangrante por dentro.

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Si pueden no dejen de probar el “farcellet” de rabo de buey al vino tinto y en temporada cualquier plato de caza, otra de las debilidades confesas del sheriff de la barraca.

Postres ligeros y refrescantes, como su particular versión del sorbete de limón, que son el remate perfecto. En asuntos de bebercio déjense aconsejar por Ana que sabe de esto un potosí y ha confeccionado una carta bien atractiva con apartados y títulos sugerentes y fuera de lo común.

En Igueldo noquean sin tregua porque su cocina y puesta en escena es eficaz como un gancho directo al páncreas y al pulmón.

Igueldo
Rosselló, 186
Barcelona
934522555
www.restauranteigueldo.com

COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Modernito
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja / En familia
PRECIO 50 €

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