La Guinda

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O de una dinner a la donostiarra.

Romina Mosquera es la guardiana de lo que se guisa y sirve en sus diminutas mesas.

Los negocios pilotados por mujeres son de calibre especial, se muevan en el ámbito que se muevan y en hostelería la diferencia también se hace notar, pues La Guinda, localizado en una de las calles del barrio de Gros con más mambo, es perfecto ejemplo que confirma tal afirmación. El garito es una especie de dinner anglosajón montado con mucho gusto, servido exclusivamente por muchachas, reinas del lugar y guardianas de todo lo que se guisa y se sirve en sus diminutas mesas.

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Si este pequeño local, ahora en proceso de ampliación, fuera un balón de reglamento y le diéramos un puntapié, podría caer tranquilamente en cualquier barrio civilizado del mundo mundial sin desentonar ni un ápice, pues paseando por Mayfair, Brooklyn, el madrileño barrio de Salamanca o Montmartre encontramos bomboneras de similares características en las que apetece detenerse para tomar un tentempié, leer un libro, pelar la pava, quedar con un colega, beber un trago, comerse algo sustancioso, darle al ligoteo o sencillamente echar un pis.

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Sí, señores, La Guinda es todo eso y atesora personalidad, porque está puesto para que gocemos como caimanes y se nos haga la boca agua; de entrada, la terraza invita a detenerse, pues el mobiliario es simple y confortable, como de café de pueblo, y no provoca la urticaria de esas típicas sillas de plasticorro que echan para atrás y espantan al ciudadano de refinado gusto. Luego, la sonrisa de las chicas es un arcoíris que puede con la mayor de las tormentas, puede ir uno apesadumbrado o con un profundo mal de amores, igual da, pues entran ganas de echar allá el rato, rodeado de cosas guapas, claridad, madera cepillada, objetos con personalidad, pizarras viejunas, iluminación cálida, parejas enamoradas planeando marranadas, y ese tipo de cosas que ocurren en los libros de E. L. James, la autora de las “Cincuenta sombras de Grey”. Pero la perversión no ha hecho más que empezar, pues todo aquello es un escenario depravado de golosinas lujuriosas, puestas allá a la vista de todos, ¡hale!, pornografía no apta para diabéticos: alfajores guarrunos de toda suerte y condición, bollería, bizcochos, plum-cakes, tartas de queso sadomasoquistas rellenas de dulce de leche chorreante, de chocolate, de limón con merengue, puddings y toda una galería de exhibicionismo cavernícola que fundiría los plomos a la mismísima Conferencia Episcopal.

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Las cocineras, Yani Basile y Marta García, con la porteña Romina Mosquera a la cabeza, son unas leonas de campeonato, si uno asoma la cabeza por el ventanuco de la cocina se les ve trabajar y remover bechameles, sopas, estofados y cremas con un arte que no se puede aguantar. Cuenta la patrona que un día le entró una nostalgia loca de tener un pedacito de su Buenos Aires amado en Donostia, con el aire bohemio tan particular del barrio de Palermo, con cosas ricas para compartir con amigos servidas en un sitio donde sentirse cómodo y bien atendido, sin muchas formalidades pero con detalles que le alegran a uno el día, y así es como nació el garito, con ese toque tan brillante y particular.

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La Guinda se adapta a cada momento del día, bien puede uno desayunar, tomar un brunch, comer un menú del día auténtico y muy ajustado, merendar como caimanes hincando el morro a esa orgía repostera sin igual, picotear unas tartas saladas guarnecidas de ensaladas bien aliñadas u optar por una carta en la que nunca faltan tostas, woks y salteados, platos calientes y la porno-star de la casa que muestra sus mejores jugos en una hamburguesa reventona a más no poder.

Hay picoteo que es apuesta segura, como la bandeja de hummus, guacamole y tomate con pan para untar y ponerse morado. El salmorejo de tomates del país con bonito y cebolleta entra como un obús. El carpaccio de solomillo con aliño de mostaza, es plato currado sin tonterías, la ternera está fileteada sin trampa, no es el típico papel de fumar imperceptible pegado al plato de dudosa procedencia, ¡no!, si uno pincha el tenedor la carne se siente, doblas la loncha y el aderezo chorrea y se entremezcla con la rúcula y las virutas de queso, ¡ñam! Irrenunciables también las croquetas, especialidad de la casa, ricas de veras.

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No desmerece en absoluto la lasaña vegetal, cremosa, bien gratinada, el típico plato que te haría la tía Maricarmen, riquísimo, da gusto echarle el guante. Y como nobleza obliga no se vayan sin probar una de las tostas que triunfa como las pelis guarras, la de escalibada de verduras con queso Brie gratinado y olivas negras o la afamada hamburguesa, con los ingredientes perfectamente escogidos para convertirse en irresistible, ni muy gruesa ni demasiado fina, con huevo que chorrea cuando la muerdes, ¡pura perdición!

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Para los postres hay que levantarse de la mesa y acercarse al armario junto a la barra, es importante dejar hueco porque si uno se va de allí sin comer el pastel de queso con dulce de leche es para que le deshereden por merluzo, pocos bocados pueden ser más lascivos. Pequen cuanto puedan, despídanse de Ana y Laviña, las hermosas chicas que atienden la sala, y disfruten del día, que cuando menos te lo esperas te atropella un autobús y acabas disecado en el tanatorio. ¡Salud!

La Guinda
Zabaleta, 55
Barrio de Gros (Donostia)
Tel.: 843 981 715

COCINA Todos los públicos
AMBIENTE Campestre
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja
PRECIO 25 €

1 comentario en “La Guinda

  1. ANA

    No he podido encontrar la receta de un «redondo relleno tradicional» o «rollo de ternera rellena» como tu la cocines. Un saludo

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