Alameda

O de un restaurante con una cocina potente, modesta y hermosa.

La cocina naïf de los Txapartegi es ingenua, potente, modesta y hermosa.

Hay restoranes, como el que hoy nos ocupa, que tienen color especial y destilan la casta y la profesionalidad de sus propietarios. Depende muchas veces de sus muros o de su cocina, uno olfatea rápidamente el olorcillo de lo genuino y tiene la certeza de estar pisando un universo único, nada que ver con esos locales abiertos a trompicones que replican ambientes descafeinados que anuncian desfiles de terciopelo y brocado, colecciones de trucos y comistrajos convertidos en Custodias de Sol de la tonta gastronomía contemporánea. Puaj.

Mientras tanto tartufo lloriquea un “qué será de nosotros”, ante la supuesta falta de líder espiritual y toda esa mandanga que suena más a caballero de mesa redonda o a Harry Potter que a cocinero valiente, siguen existiendo lugares como el Alameda de Hondarribia, en el que ya guisaban lo que buenamente podían mientras el país lloraba a los muertos de la guerra, imaginen 1940, un comedor sencillo y algo haremos, callos, tortillas, filetes, sopa o un poco de arroz de puchero.

Fueron casa de postas con el fogón bien amarrado y siguen cocinando hoy en silencio, ajenos a esa nata fofa de chefs cursis, deslenguados, resabiados, arrogantes, maleducados, soberbios, repipis y horteras, carroña sin bachillerato aprobado que convierte el oficio en un patio lila de escalera: el que se de por aludido con su bilis se haga un ravioli, caramelizado, eso sí, con su espumica.

No imaginan lo rico que sabe la cocina naíf de los Txapartegi, ingenua, potente, modesta y hermosa, volver a ella es mi asignatura obligada cada cierto tiempo, pues tomo aire en cada escapada para volver a zambullirme luego en esas cocinas zombis que no hay dios que soporte, cuando no les da por la torrija, le llega el turno a las momificaciones, o peor, necesita uno de paleta y cincel para rascar resecas reducciones pegajosas y demás filigranas a lo Jackson Pollock, ¡ale!, todo dios innovando y creando, ¡viva la Quimicefa!.

¿Saben qué? Pasamos del menú turístico de Parador al velo gelificado de mandioca espumada en pocos años y no hay cabeza que soporte descompresión tan brutal, pues hasta los astronautas gravitan alrededor de la tierra antes de aterrizar para no sufrir daños irreparables; en cocina, chefs y gourmets se volvieron memos por el choque y sudan agua de colonia, ¡la cursilería se hizo fuerte en tantas cartas!, ¡que alguien llame a Super Ratón!, ¡esto no lo arregla ni Chanquete!.

La cocina del Alameda huye de toda esta plastilina y supone una aportación renovadora de la cocina de los grandes chefs vascos que nos enseñaron a guisar, “hacer vanguardia con platos tradicionales es lo más difícil”, nos dice Gorka, que tiene más razón que un santo además de sentido común, agallas y oficio demostrado reduciendo el sabor de su paisaje a lo esencial. Disfruten lo que resta del verano en su precioso comedor recién remozado o en la terraza más extraordinaria del país, Larrun, Peñas de Aia, la Ermita de Guadalupe y el Faro de Higuer serán testigos mudos de los pescados y mariscos recién llegados de la costa o de las frutas y verduras recolectadas en las laderas de Jaizkibel, verdadero paraíso natural.

Podrán arrancar con la sopa fría de tomate y crema de queso pimentada, el tartare de txangurro con manzana verde y pepino o el cimarrón marinado con cítricos y alguna sopa fría de hortalizas; verán lo que es bueno en cada cucharada de vieiras asadas sobre corales y crema fría de puerros o el butakaku, una papada de cerdo cocinada con soja y servida con manzanas y pan especiado; podrán disfrutar de unas mantecosas pochas guisadas con verdura antes de dar paso a los chipirones de anzuelo salteados vivos con compota de cebollas o un buen pichón asado con higadillos y mole negro mejicano.

Tienen previsto que un carro de quesos ruede pronto por la sala, será el mejor abrebocas para los dulces de Kepa, crujiente de manzana con helado, bizcocho de pistacho con piña y coco o melocotón asado con crema de queso azul.

Mikel gobierna el comedor junto a la tía Mariví y Edu, un fiera con morro fino para los vinos que vuelve locas a las mujeres del pueblo, vaya casta.

Alameda
Minasoroeta 1
Hondarribia
Tél.: 943 642 789
www.restaurantealameda.net

COCINA Nivelón
AMBIENTE Campestre
¿CON QUIÉN? Con amigos / En pareja / En familia
PRECIO 90 €

4 comentarios en “Alameda

  1. iñigo

    buen artikulo david , eskribes mejor ke kocinas , y ya es decir ¡¡¡ por cierto , te gusta sabina ??? una serie de adjetivos kalifikativos me kieren sonar a una kancion de sabina …

  2. juan carlos

    exelente sitio, buenisima comida y gran servicio. Los Txapartegi son unos fieras de mucho cuidado.
    David, maravilloso el articulo (como siempre)

  3. Roberto Díaz

    Yo creo que lo mejor de la familia Txapartegi-Lizaso es cómo son. Trabajadores, humildes, sensatos y comprometidos con su trabajo. Desde Gorka, Kepa, Mikel a todos los que trabajan allí son capaces cada vez que vas de mejorar en su atención al cliente y en su dedicación y esmero. Ya no queda más altura para su listón.
    Comer en el Restaurante Alameda es una delicia que sin duda merece la pena por muchas cosas.
    Los que las quieran descubrir….

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